
Para quienes tenemos la seguridad de nuestra espiritualidad no es difícil determinarlo. Sin embargo, para quienes se autodenominan «materialistas» pudiera serles difícil entenderlo, porque de alguna manera tampoco es muy fácil explicarlo.
Como cuando escribo lo hago para todo tipo de lectores y no especialmente para doctos, eruditos o filósofos, trataré de analizar la diferencia así como su origen utilizando situaciones de la vida diaria. Por ejemplo, cuando alguien me pregunta de quien es mi casa o mi auto respondo que son míos. Asimismo, si alguien pregunta de quien es mi cuerpo igualmente contesto que es mío. Por lo tanto, si yo digo que mi cuerpo es mío estoy asegurando que soy un Ser diferente a mi cuerpo, de la misma manera que al decir que mi casa o mi auto son míos estoy determinando que son entidades diferentes a mi Ser. Vale decir que yo y mi cuerpo somos entidades distintas aunque hacemos un conjunto.
Pero entonces, si yo no soy mi cuerpo ¿Realmente quien soy para poder decir que el cuerpo es mío? ¿Mío de quien? Bueno, para mi no es complicado porque estoy seguro de que soy un Ser espiritual, que usa un cuerpo en esta vida para servirse de el físicamente, como lo hago con mi auto o mi ropa. Por eso digo «mi auto», «mi ropa» y «mi cuerpo», porque sé que esas cosas físicas son independientes de mi Ser espiritual.
Tal será mi convicción, que si por alguna circunstancia amputaran a una persona un brazo, o una pierna, o ambos miembros, su Ser espiritual seguiría intacto, no se afectaría en su integridad sino que seguiría siendo el mismo Ser espiritual, independiente de cualquier sentimiento de tristeza, frustración o cualquier otra actividad sensorial o mental. Es que por su esencia espiritual, al Ser, nada físico puede afectarlo, ni siquiera la muerte que desactiva la totalidad del cuerpo.
En mi concepción de la vida y las cosas, esa es una prueba de que ciertamente tenemos un espíritu que es intangible y por lo tanto físicamente inubicable e indeterminable.
Es por razón de nuestra espiritualidad que sentimos amor, tristeza, alegría, lealtad, solidaridad, sensibilidad, porque ninguna de esas sensaciones son tangibles sino intangibles. No podemos ubicarlas ni determinarlas en el mundo físico. Por eso no podemos mirarlas, tocarlas, medirlas, ni pesarlas. No precisamos dónde las sentimos, pero sí tenemos conciencia de que las percibimos.
Un «materialista» podría decir que son las células haciendo sinapsis, el ácido nucleico, las hormonas y otros argumentos con la intención de desvirtuar la existencia del espíritu, lo cual obligaría a formular nuevas preguntas:
-¿Quién dirige la operación de las neuronas haciendo sinapsis, el ácido nucleico, las hormonas, etc.?
-¿Quién les ordena cómo y cuándo deben actuar?
-¿Quién dice a quien debes amar y a quien no, o qué es bueno o malo?
-¿Quién establece la diferencia entre unos sentimientos y otros? Los sentidos no tienen capacidad para hacerlo, porque ellos solo reciben y cumplen órdenes.
Por ejemplo, los ojos detectan imágenes, pero no es la vista la que decide si son bellas, agradables o desagradables. El sentido de la vista es como una cámara fotográfica: toma imágenes y las presenta, pero la decisión de cómo afectan al individuo no es función del sentido de la vista. Decidir si son bonitas, feas, mejores, peores, agradables o desagradables corresponde a esa otra entidad supra física que es nuestro Ser espiritual.
Es ese espíritu el canal mediante el cual Dios se comunica con nosotros, en ese lenguaje especial que sólo él y nuestro espíritu conocen y que hace llegar de diferentes maneras a nuestro intelecto, quien lo transmite a los sentidos que son su medio propio de sensaciones, para transformarlos en actuaciones físicas y tangibles, que hacen la diferencia en nuestra forma de vivir, inclusive en muchos casos pueden diferenciar la felicidad de la infelicidad, la vida de la muerte.
Esa concepción de espiritualidad nos permite realizar intensamente nuestra vida terrenal; nos motiva a mirar la muerte como un paso más de nuestra existencia y no como un evento desgraciado, precisamente por la seguridad de que nuestro Ser no terminará con ella, porque trasciende el cuerpo físico en su camino de superaciòn espiritual.
La concepción de espiritualidad y la seguridad de que por conformar una unidad con Dios, cuando llegue el momento de dejar este cuerpo ascenderemos a un plano superior, a un nuevo destino diseñado por El para nuestro progreso, nos posibilita presumir lo que quiso significar Jesús cuando enseñaba: «En la casa de mi Padre muchas moradas hay.»
Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com
Próxima Entrega: TEMOR VS. FE Y CONFIANZA
Segun mi experiencia es precisamente la posicion «Cuerpo o Espiritu» la que crea los confictos en nuestra Alma.
Como esta claramente descrito en el articulo yo estoy tambien absolutamente seguro de la existencia del espiritu y de la relacion de este con mi YO propio. Eso que llamo YO no es de origen terrenal. Lo que es de origen terrenal, gracias al cuerpo fisico (el «Templo») es la Conciencia del YO. El vivir sobre la tierra en un cuerpo material me da la posibilidad de decir YO SOY. Desde este punto de vista es la Tierra, el planeta TIERRA, nuestra madre. Y como una madre ella cuidad de nosotros, nos da lo que necesitamos, nos da la oportunidad de encontrar nuestro propio ser, de crecer y ser adultos, de despertar. Por supuesto debemos cuidar de ella para que ella tambien pueda volver a «la casa del PADRE».
Para mi el vivir es un proceso de transformacion de mi Alma, para hacerla cada vez mas instrumento del Espiritu y asi poder transformar la materia de mi cuerpo para realizar la unidad con el Padre, esto sin perder la conciencia de mi mismo, de mi YO SOY.
Ninguna religion explica que somos seres espirituales y por eso muchos
creemos que somos seres fisicos.El cuerpo es materia,que cumple sus ciclos de transformacion mal llamada muerte;pero nosotros como seres espirituales
somos infinitos y eternos.