¿Qué al abandonar el hogar paterno y hacer pareja los padres pierdan a sus hijos? Me parece una conseja común pero sin sustento real. Es que a algunos padres se les dificulta entender que los hijos no vienen al mundo para permanecer por toda su vida a su lado, sino que traen una información genética originaria que les induce a crear su familia propia e independiente de sus progenitores, en pro de continuar y fortalecer la especie sobre la tierra.
Este tipo de padres tienen una concepción errónea de «propiedad» sobre sus hijos, no solamente estimando que la obligación de sus hijos es la de quedarse en el hogar hasta que ellos lo decidan, sino que también deberían solicitar su aprobación para escoger la forma de vida que estimen conveniente.
Sobre la base de esa equivocada idea de control, los ponen en la desagradable situación de tener que someter a su aprobación no solamente la pareja de su agrado sino también su familia, el sitio donde se realizará la boda, la casa donde vivirán y hasta el vino que tomarán el día del matrimonio. Olvidando por completo que para la nueva pareja, la mejor ayuda de sus progenitores es percibir que sus padres les aman, respetan su intimidad, decisiones y que de ninguna manera interferirán en su vida de pareja, más allá de lo que les sea solicitado voluntariamente.
Es que como padres tenemos tanto que dar al naciente hogar de nuestros descendientes, que precisamente por eso debemos ser muy cautos. Lamentablemente, algunos padres por su exagerado sentimiento de posesión sobre sus hijos -que no ocultan- les crean temores sobre la posibilidad de una intervención exagerada, que los limita para solicitar oportunamente su asesoramiento, ocasionándoles el cometer errores, que de haber mantenido una relación de respeto y no intervención, seguramente con su experiencia éstos hubieran podido ayudar a solucionar.
Algunos progenitores pierden la oportunidad de colaborar efectivamente a conformar esos nuevos hogares, cual podría ser para ellos como continuar compartiendo su vida; y para sus hijos, la posibilidad de que su iniciación sea menos dura, por la capitalización de la experiencia positiva de sus padres; lo cual será difícil de materializar, si existe el temor a la exacerbada intervención e influencia en su vida diaria.
Con actitudes exageradas de protección y cuidado, seguramente bien intencionadas pero inoportunas, los padres, en vez de ayudar, hacen un flaco favor a la pareja, logrando objetivos contrarios a los deseados, porque ésta se irá separando de ellos paulatinamente, como única posibilidad de tener la oportunidad de diseñar y hacer con toda libertad e independencia, su propia vida. Con esta mentalidad obsoleta, en su desesperación por retener y «controlar» a sus vástagos, en el caso de los solteros sólo logran atemorizarlos, llevándolos a considerar la salida del hogar como una especie de liberación personal, y en el caso de los casados ya han quedado expuestos los nefastos resultados.
Es lamentable cómo en algunos casos, los progenitores no contentos con haber vivido su vida como les dio su real deseo, valiéndose de todo tipo de manipulaciones y subterfugios, pretenden además de un control férreo, constituirse en una carga obligada para sus hijos. En estos casos, al menos en el caso de hijos con parejas, les pone en grave riesgo la relación, porque no hay nada más aterrador para el otro miembro de la pareja, que la posibilidad de la permanente intervención de los padres de su consorte, o el tener que cargar con unos viejitos normalmente sabiduchos, que duermen cuando los demás están despiertos, y se desvelan cuando el resto de la familia duerme. Estos padres olvidan que fueron ellos los que trajeron los hijos a este mundo, y por tanto ninguna responsabilidad tienen éstos por su existencia en esta tierra de Dios.
Bastante problema tienen en estos días las parejas jóvenes para apañarse con las muchas responsabilidades y obligaciones, que les impone una sociedad crecientemente consumista y desarrollista, para tener además que atender el gravamen de unos padres, quienes no supieron en el momento oportuno tomar las previsiones necesarias para no constituirse en su vejez en una carga para sus hijos, precisamente cuando éstos requieren plena libertad de acción, porque están en la etapa de constituir sus hogares, lo que todos los días es más difícil y comprometedor.
Por otra parte, para el otro integrante de la pareja quien no tiene porqué tener una solidaridad especial con los padres de su consorte, pero que además viene de escapar del «control» de los suyos, nadie podría pedirle que habiéndose liberado, vaya a caer en la misma situación con quienes de alguna manera hasta hace poco tiempo fueron unos extraños. Estimo que todos esos usos y costumbres aberrados, de algunos padres para con sus hijos en y fuera del hogar, produce el efecto de distanciarlos.
Todo lo contrario sucede con aquellos que tanto en el hogar como fuera de éste cuando los hijos parten los han respetado y continúan haciéndolo, les consideran suficientes para tomar sus propias decisiones y se lo hacen saber, con orgullo. Es que a mi manera de ver estas relaciones, cuando los hijos dejan el hogar y hacen su propio nido, más que padre necesitan amigos fieles y leales y…
¿Quien mejor para llenar tal necesidad que aquellos quienes son sus padres?
De hacerlo, no sólo no se perderían los hijos, sino que pudiera ser que se ganaran los mejores amigos. Justo sería recordar a Khalil Gibrán cuando enseñaba:
«Vuestros hijos no son vuestros hijos. Ellos son los hijos y las hijas de la vida que trata de llenarse a si misma. Ellos vienen a través de vosotros pero no son de vosotros. Y aunque ellos están con vosotros no os pertenecen… Les podéis dar vuestro amor, pero no vuestros pensamientos. Porque ellos tienen sus propios pensamientos.«
Valdría la pena meditar sobre esta sabia enseñanza, pero también intentar entenderla y remendar ese capote.
¿A qué esperar?
Hágalo de una buena vez. Tome el teléfono y llame a sus muchachos ahora mismo, manifiésteles su amor, su respeto, su seguridad en su suficiencia y su fe de que ellos, así como usted lo logró, fundarán y desarrollarán un hogar del cual usted siempre estará orgulloso.
Ah… y no deje de decirles que siempre estará dispuesto a servirlos, pero solamente cuando ellos le llamen. Si lo hace de esa manera y cumple con el agradable deber de respetarlos, procurando su amistad en lugar de su sumisión y con la inteligente actitud de no asfixiarlos, más que perderlos ganará para siempre… sus hijos.
Próxima Entrega: PASARE SOLO UNA VEZ POR ESTE CAMINO
Estimado Dr.
Tuve la gran oportunidad de presenciar una charla que dió recientemente en la Universidad de Carabobo, y de verdad que el poco tiempo que compartimos me lleno y me dejó varias reflexiones que he estado analizabdo estos ultimos dias.
Leyendo el artículo sobre ganar o perder los hijos, me hace reflexionar sobre una situación particular que estoy viviendo con mi hijo mayor, el cual tiene 19 años, y anda enamorado de una persona, la cual no apruebo, por cierto (mal hecho de mi parte, según lo estoy aprendiendo). Lo cierto es que siento a mi hijo cada vez mas alejado de nosotros, y trato de entenderlo como que el quiere hacer su camino en la vida, pero tengo ciertas reglas, como que venga a dormir en la casa, y ultimamente cada dia mas, pasa noches fuera. ¿Sera que estoy equivocado en esta exigencia de que el puede estar con esta persona, siempre y cuando venga a dormir en la casa? Me gustaria mucho si pudiera recibir su orientación en cuanto a esto.
Agradecido anticipadamente por su valiosa ayuda, me despido.