A partir de hoy, para satisfacer la solicitud de un estimado creativo de una importante empresa de multimedia en Houston Texas, doy inicio a una serie de entregas sobre un tema apasionante para quienes como yo, los años no han podido robar ese toquecito de locura, que nos ha permitido vivir más allá de nuestra propia realidad: LOS SUEÑOS.
Soñar, es sentir que la vida es más como nosotros quisiéramos que fuera, que como la vemos pasar todos los días, con la firme convicción de que podemos transformarla.
Los sueños representan lo que pensamos que podemos lograr ahora y siempre. Los que sueñan, tienen el valor de enfrentar con una sonrisa de esperanza cada minuto de su existencia.
Soñar, es decirle no a los elementos y circunstancias que intenten disminuir la esencia poderosa y transformadora que recibimos de Dios.
Soñar, es decirle al dolor, la tristeza, la soledad y la falta de amor, que hay algo más poderoso y prometedor que la realidad misma; con suficiente poder para transformarla, porque cuando soñamos, cuando nos convencemos de que somos capaces de entrar en ese mundo nebuloso que precede la inspiración y obligarlo a moverse a nuestro favor, entonces simplemente hemos entrado en una nueva dimensión, sin tiempo ni espacio; adapta las situaciones a nuestro pensamiento; transforma los sonidos y los colores y nos dota de alas para volar sobre nuestra propia mente para convertir la realidad en una fantasía… posible.
Soñar, es un derecho al cual nadie debería renunciar, porque representa no contentarse con las limitaciones que la realidad trata de imponer, a quienes no tienen la capacidad de crear su propia fantasía, su propio mundo.
La creatividad es parte de nuestra herencia divina, pero únicamente puede materializarse mediante los sueños que nos han permitido transformar el mundo, frente al asombro de los que duermen despiertos, precisamente porque perdieron la capacidad de soñar.
Los sueños enfrentan la realidad porque es demasiado común, cómoda, monótona y sin retos. Es resignarse a recibir lo que la vida nos ofrece, sin especular si podríamos obtener algo mejor.
Los sueños son el escape de un espíritu libre e ilimitado que se ahoga en un cuerpo cautivo, rodeado de paredes de tiempo y espacio… que él no reconoce.
Soñar es decirle a Dios que entendemos nuestra supremacía sobre los seres irracionales, que no sueñan porque les falta la esencia divina que nos permite diferenciar la noche del día; lo bueno de lo malo; vivir el perfume de las flores e imaginar su máxima belleza, plasmándola en un lienzo con nuevos colores; oír el canto de los pájaros y convertirlo en celestial sonata; sembrarle magia y transformar con nuestro sentimiento la muerte en vida, cuando hacemos romántica la caída de las hojas, en el otoño; convertir el sexo en algo más que el acto natural procreativo, sublimizándolo, llenándolo de magia, de fantasía y haciéndolo trascender más allá de su propia temporalidad.
Si carecemos o perdemos la capacidad de soñar, que es una habilidad típica y exclusiva del ser humano, nos resignamos a una existencia regida por los elementos naturales y… el destino.
No soñar, es renunciar a nuestra diferencia profunda con esos compañeros de viaje en este mundo, cuyo déficit espiritual les induce únicamente a sobrevivir.
Carecer de sueños, es la renuncia a nuestra propia condición inteligente; engendra fallarnos a nosotros mismos y a nuestro Hacedor.
El soñar nos hace humanos, especulativos, inconformes con una realidad que tiene que ser matizada con colores nuevos, música sublime, aromas y esencias que exciten el alma, para crear lo excelso que ella, por sí sola, en su estado natural no puede ofrecernos.
Soñar es un reto a la normalidad, a la resignación y la pasividad; es avanzar más allá de hoy, fabricando un mañana a nuestra propia medida.
Sin soñadores, el mundo sería lento, atrasado, monótono, aburrido, sin emociones; y seguramente, sin las grandes transformaciones que hacen nuestra vida mejor.
¿Qué le parece si analizamos cómo nacen los sueños, cómo se desarrollan, cómo debemos materializarlos y vivirlos?
Aquí lo espero, para compartir en unas cuantas entregas posteriores un poco de irrealidad de la… realidad.
Próxima Entrega: DECIDIÉNDOSE A SOÑAR.
