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Archive for the ‘ESPIRITUALIDAD’ Category

Sobre el tema se ha escrito mucho, variado y constante; sin embargo, por su importancia para la felicidad personal, todo lo que se abunde es bueno.

La efectividad de nuestra personalidad, depende en mucho de cómo nos consideremos nosotros mismos; a nuestro favor tenemos que corpórea y espiritualmente, somos la obra más acabada sobre esta madre tierra.

Físicamente, somos especialmente singulares. Nuestro cuerpo es individual, único, hecho a imagen y semejanza de Dios y eso significa que nadie puede ser más o menos bello sino diferente, pero siempre… bello; precisamente porque Dios es bello.

Nacimos cuando, como y donde tenía que suceder; nuestra edad, siempre, es la apropiada; nuestros padres los mejores y este hermoso y apasionante mundo, nuestra heredad.

Tenemos el poder de dar a cada circunstancia la trascendencia que nos convenga, y eso nos asegura la posibilidad de determinar el nivel de la satisfacción deseada.

No necesitamos mostrarnos diferentes a como somos, ni desear la vida de otro, y la autenticidad es elemento importante de nuestra personalidad. En función del amor, sabemos superar nuestra originalidad, elevarnos por encima de nuestra propia naturaleza y eso nos hace… espirituales.

Disponemos del intelecto suficiente para diferenciar lo bueno de lo malo; lo seguro de lo peligroso; escogimos la generosidad y ser útil nos regala el honroso título de hijos de Dios.

Mis tiempos siempre han sido buenos: cuando niño satisfice mi curiosidad y me reí de todo lo importante; cuando joven aprendí a amar la vida, las personas y a disfrutar con fruición… todo, sin darle mayor trascendencia. En mi madurez aprendí que el respeto, la consideración, el reconocimiento y la admiración, fundamentan el amor verdadero y… permanente.

Hice de la generosidad y la felicidad mi ruta: por eso comparto mi pan con el necesitado, abro mi corazón al desvalido y presto mi hombre al desventurado, para recostar su cabeza.

Conozco lo que valgo, sé que como ser humano, soy único e irrepetible; consecuencialmente, a cualquier edad represento un valioso obsequio para cualquier otro ser humano. Así que, quien no lo descubra, aprecie o desperdicie, simplemente… se lo pierde.

Eso es la autoestima; sentirnos, dentro de nuestra natural sencillez, especialmente seguros de estar dotados por Dios, de todos los atributos necesarios para motivar éxito, bienestar, solidaridad y amor; condiciones fundamentales para combatir el egoísmo y lograr nuestra mayor ambición como seres racionales: LA FELICIDAD.

 

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Todos tenemos en esta vida una pared personal, detrás de la cual escondemos, unos más que otros, sentimientos, inhibiciones, frustraciones, tristezas, dolores, ambiciones, sueños y… alegrías.

Yo también tengo mi pared; sólo que he separado mis sentimientos de la mejor manera posible, de tal forma que únicamente tengan trascendencia aquellos que sean positivos y me edifiquen,  a cualquiera de los seres que amo o a quienes me relaciono de cualquier manera.

No se trata de una pared física, porque tiene que ver con mi alma y mis sentimientos que son etéreos, y al no tener conformación material es un poco más difícil contener algunos de ellos, que a veces escapan e intentan crearme problemas; pero al final, yo los controlo.

Detrás de mi pared he aprendido a vivir tan feliz como cuando tengo que traspasar sus linderos; para lo cual, simplemente me regalo de forma permanente y continua la posibilidad de equivocarme y cometer errores; de tratar de entender a mis hermanos humanos, aceptarlos como son, reconocer sus bondades sin escudriñar sus debilidades o defectos, y festejar su diversidad. De alguna manera, esto es parte del obrar humano que todos tenemos que experimentar en procura de una vida mejor; y es, precisamente disfrutando en el camino de lograrlo, como aprovecho esas múltiples experiencias que me enriquecen, inmersas en el maravilloso mundo de las cosas sencillas.

Por mucho tiempo sólo me sentía a salvo detrás de mi pared, hasta que descubrí que por tratarse de algo espiritual y no físico, no tenía límites de tiempo ni espacio. Con esa precisión ubiqué los cerrojos en mi ser interior, donde convivo con Dios y sólo Él y yo tenemos acceso, para dejar que sean mis sentimientos quienes decidan donde se quedan: delante, donde el sol brilla y las noches son estrelladas, o detrás, donde todo es oscuro. Así, atesoro aquellos que son positivos para mi o alguien más, haciéndolos parte de mi luminosa vida diaria. Por el contrario, los que considero negativos, deprimentes o dolorosos, los dejo detrás, en la parte oscura de mi pared, para no recordarlos nunca.

Hoy alguien, inesperadamente, traspasó mi pared adornándola con colores de oro, música de alas de mariposas y perfume de azahares: Wendy interrumpió mi trabajo, se sentó en mis piernas y jugueteo con mi pelo como antaño, mientras su mami la miraba con ternura; ella tiene treinta años, dos bellas niñas y es… la última de mis hijas.

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Un abrazo se parece a una lágrima, puede ser de dolor o de amor, comprensión, alegría y solidaridad. Hoy, con los mineros de Atacama en Chile, nuevamente humedecieron mi espíritu las lágrimas de alegría, de madres confundidas con el abrazo de hijos, madres, padres, esposas, hermanos, amigos y… un Presidente realmente humano.

Millones de personas en toda América, Europa, Africa, Asia y Oceanía, fuimos profundamente conmovidos y, de alguna manera, nos sentimos uno con los mineros rescatados del fondo de la tierra. El mundo retomó la sensibilidad humana universal perdida, desterrando fronteras y barreras ideológicas, para dar paso al amor, la solidaridad y la ayuda efectiva; de tal forma presenciamos una historia sorprendente, donde se impuso la vida sobre la muerte, la felicidad y la alegría sobre el dolor y la tristeza.

La sociedad organizada demostró su poder cuando actúa sin temor; con fe, unión, decisión y contundencia frente a sus Gobernantes, independiente de cual fuere el sistema que los rige.

En el campamento La Esperanza las mujeres dieron el ejemplo: permanecieron veinticuatro horas diarias, en las peores condiciones de salubridad, alimentación y climáticas para gritar: aquí nos quedamos hasta que se rescate a nuestros familiares, y el Gobierno se vio impelido a actuar y… lo hizo eficientemente.

El Presidente Piñera, dejando de lado la parte ideológica, unió al País y al mundo para pedir ayuda –que recibió sobradamente. Con su Ministro de Minas  estuvo allí permanentemente con su esposa. De él escuché el saludo y consejo apropiado para  un hombre que resucita: “…bienvenido a la vida, a disfrutarla intensamente.” Este ejemplo  debería ser seguido por otros mandatarios.

Esa admonición presidencial ha sido mi norte y lo he escrito cientos de veces: Disfrutar la vida intensamente, como única posibilidad para ser y hacer felices a los demás.

Demos gracias a Dios por el resultado, pero aprendamos de ello el aprovechar cada instante para amar intensamente, manifestarlo y probarlo con hechos; porque además de ser maravilloso dar amor y ternura, no sabemos hasta cuándo podremos hacerlo, y si lo desperdiciamos, no hay segunda oortunidad.

Así como acariciamos una flor, disfrutamos un perfume u oímos una bella música, tenemos que sentirnos y vivirnos con deleite; no importa si el sentimiento es familiar, amistoso o pasional, lo importante es sentirlo, manifestarlo y actuar en consecuencia; con la seguridad de que los milagros existen y este rescate es la mejor prueba de ello.

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Si el planeta se mueve, todos nos movemos y si el mundo avanza, todos avanzamos; no es nada extraordinario, catastrófico o que deba atemorizarnos.

La sinergia domina el escenario, pero eso tampoco es nuevo; que lo hayamos observado o no es otra cosa, pero siempre fue y será así. No es cierto que antes el mundo anduviera más lento, que la gente fuera más o menos noble, más o menos leal o decente, mejor o peor. Seguimos siendo los mismos seres que habitamos esta madre tierra: las mismas necesidades, ambiciones, sueños y… esperanzas.

Que el planeta aumente o disminuya sus vibraciones con el correr de los milenios –mientras lo mismo sucede en el espacio sideral- es algo de casi aceptación general, y que de alguna manera nos afecte, pareciera lógico. La influencia de esas vibraciones es casi imperceptible, porque vivimos muy poco tiempo, comparado con los lapsos en los cuales se producen esos cambios.

Lo cierto es que antes, después y más allá de cualquier aumento de la vibración universal, seguimos siendo los mismos hijos de Dios, con inusitada capacidad de adaptación al medio y a cualquier nueva situación. Independientemente de cualquier predicción o profecía –positiva o negativa- hoy más que nunca sentimos la necesidad de encontrar esa luz especial que da a nuestra vida una mayor espiritualidad.

Como seres humanos, de forma exclusiva, manejamos el recurso máximo: el amor, que es la fuente de toda generosidad, paz, alegría y felicidad; con el amor como escudo podemos resistir cualquier temor, angustia, depresión o enfermedad, producto de no entender ese nuevo tiempo que atemoriza a unos y excita a otros.

Nuestra razón nos obliga a aceptar los cambios y ponerlos a nuestro favor; es lo que han hecho los hombres y mujeres inteligentes y exitosas a través de los siglos. La bipolaridad de los valores y los hechos tampoco es nuevo, pero el hombre siempre ha sabido manejarlo.

Nada sucede sin una razón ni existe evento casual, porque todo está ordenado en el Universo. Estamos obligados a mirar el lado positivo de las cosas y los sucesos, porque aún la más adversa circunstancia tiene una parte positiva. Nosotros decidimos la óptima que aplicamos. Al fin y al cabo, somos una generación privilegiada: conocimos dos siglos y dos milenios, en los cuales se produjeron cambios trascendentales en los campos de la ciencia y la humanística, y eso sólo sucede cada mil años.

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Hoy mantuve dos reuniones interesantes; la primera, con un activo luchador social e inscrito desde siempre en las teorías izquierdistas; la segunda, una empresaria desde el punto de vista filosófico-político, en el lado opuesto. En ambas la constante fue la preocupación por los vacíos existenciales que no logra llenar el poder, la riqueza ni la fama, que para mí responde a la necesidad de encontrar un medio para crecer espiritualmente.

Se trata del hastío de tanto materialismo que pretende imponerse frente a los principios y valores que fueron las raíces sobre las cuales cimentamos el desarrollo de familias honestas, con padres e hijos que disfrutaran de gozo, plenitud y solidaridad perdurables, pero conscientes de su importante rol individual, como guardianes de esos principios y valores, sin los cuales el hombre deja de ser importante frente al poder, la riqueza y la fama.

Quienes hemos mantenido esos principios y valores, dentro de los cuales Dios y el amor al prójimo son los principales, ni tenemos vacíos vivenciales, ni tenemos temores; porque al sentirnos hijos de Dios y por tanto imbuidos de su poder y amor, haciendo introspección del compromiso con nuestro congéneres, así como nuestra extraordinaria capacidad de adaptación a cualquier situación por muy difícil que fuere, la plenitud es tal, que no tenemos espacio para ningún vacío, porque ese coctel maravilloso compromiso-amor es demasiado dinámico, renovador y reconfortante.

No existen mecanismos de carácter externo, que divorciados de los principios y valores humanos, puedan substituir la espiritualidad de que éstos últimos están imbuidos; y como consecuencia, no son los elementos materiales como la riqueza o el poder, los que pudieran llenar esos vacíos que nacen y sólo pueden ser satisfechos por elementos intangibles como el amor, la solidaridad y el respeto por la persona humana, prioritarios frente a cualquier circunstancia económica, de poder o bienes tangibles.

Siento que se hace necesario reencontrarnos con la espiritualidad, dando oportunidad de expandir hacia el exterior ese potencial de amor y solidaridad humana, que todos tenemos como parte de nuestra herencia divina; aceptando gozosos, que nuestro espíritu prevalece frente a nuestra condición física, y por tanto es allí donde nace y se desarrolla la esencia de nuestra individualidad; y que de él depende la indispensable armonía físico-espiritual, que nos blinda frente a cualquier tentación, debilidad o adversidad, pero muy especialmente frente a esa insatisfacción angustiosa, de sentir y no saber como llenar esos vacíos… existenciales.

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Un presente,  un obsequio… es un acto humano inmerso en un mundo de real… irrealidad. Es el triunfo del dar frente al recibir, del altruísmo frente al egoísmo, del ego frente a la bondad. Es que cuando regalamos algo con amor, de alguna manera y en una dimensión que no es física, regalamos un poco de… nosotros mismos. Si pudiéramos dimensionarlo, el obsequio tendrìa apenas un uno por ciento de sustancia física, pero un noventa y nueve por ciento de espiritualidad y… magia.

Especialmente en navidad, el regalo es la representación de la alegría, la generosidad, del reconocimiento, del agradecimiento por existir y permitirnos sentirnos… tan cerca. Es una manera de decir aquí estoy… como soy… con mi personalidad… con mi fuerza… con mi existencia… con mi corazón… con mi alma que  sufre porque no puede expresarse… físicamente. En esta época del año, el regalo es una especie de confesión  íntima de que la dimensión de nuestro amor es tan grande, que las palabras, los gestos y las miradas se quedan cortas y requerimos algo con que auxiliarnos.

Por eso, los regalos màs hermosos, los màs sentidos, los màs expresivos; son aquellos sencillos, inmersos en ese mundo nebuloso pero presente de nuestra personalidad ìntima, que ni siquiera nosotros mismos logramos determinar… suficientemente. En la familia, el regalo no es un acto condicionado u obligado, sino un medio de comunicación espontánea de un gran significado gràfico,  por encima de la de todos los días.

Ese acto maravilloso de desprendimiento, fabricante de ilusiones, ratificador de sueños y paridor de emociones, nos dice que no somos una sombra o un accidente del camino, sino un ser humano amado, considerado, recordado y… siempre presente en la vida de nuestros seres amados.

El regalo, por ser una manifestación espiritual y mágica, tiene mil formas de expresión y ninguna puede tener màs valor que otra, porque el amor, el sentimiento, la solidaridad, la ternura y el compartir emociones,  son acciones físico-espirituales, simplemente imposibles de valorar, más allà del extraordinario e ilimitado deleite de… amar.

Sin duda alguna, es màs significativo el barquito de papel que el niño pobre regala a su madre con la palabra te amo, que cualquier obsequio ostentoso, que sólo representa la capacidad económica para adquirirlo. Sin embargo, en algunos casos, también son regalos maravillosos la palabra amiga sincera y desprejuiciada; el apretón de manos al mendigo; el abrazo entusiasta y tierno al convaleciente o pesaroso.

Hoy, en este día de navidad que tanto representa para la humanidad, en medio de regalos, al son de villancicos y luces de colores, lejos de mi lar y mis raíces, doy gracias a Dios por haberme dado los regalos más hermosos: mi familia, mi bella familia, y mi capacidad de disfrute, siempre permanente  y activo, de… dar.

 

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“Lo importante no es cuánto se vive, sino cómo se vive.”

foto ii

Estoy convencido que la vida es algo más que respirar, comer y dormir; es como una bola de plastilina que se nos entrega al nacer, para que le demos la forma que deseemos. Pero, como únicamente nosotros tenemos acceso a nuestro ser interior, conforme a nuestra individual óptica propia y del entorno resultará mejor o peor.

Por otra parte, el privilegio de poder manejar nuestro estado de ánimo en el período de vida que nos pertenezca, posibilita manejar a nuestro antojo el factor tiempo, respecto de la intensidad de nuestros momentos felices. Así, podemos vivir situaciones por años sin experimentar plenitud, pero en otros casos o circunstancias, en un minuto vivimos un mundo de felicidad.

He presenciado tantas escenas edificantes y aleccionadoras, cuando los humanos somos capaces de ponernos por encima de nuestras miserias humanas y dejamos fluir esa espiritualidad que heredamos de Dios y que simplemente nos hace… maravillosos.

Hoy revisé las fotos de la boda de Katie Kirkpatrick, de 21 años con su novio Nick de 23, el 11 de Enero de 2005 en los Estados Unidos, cuales me arrancaron lágrimas, que no preciso si son de dolor, tristeza, felicidad o alegría.

En su boda Katie estaba espectac

ular con su traje blanco bellísimo que la hacía especialmente tierna y desbordando alegría, obsequiando a los p

resentes su mejor sonrisa, amor y dulzura, aunque ciertamente, se veía delgada… muy delgada, lo cual pareciera natural si consideramos que ella sufría de un cáncer terminal, que le hacía perder peso todos los días.

Su novio Nick, sus padres y los amigos presentes estaban emocionados, inundados de alegría, amor, belleza y… ternura. Al fin y al cabo, ella era la mujer que él había amado desde que era adolescente, y contraer matrimonio con ella no era sólo cumplir una promesa sino materializar un sueño, que se hacía realidad aunque solo fuera por poco tiempo.

En la fiesta, Katie reía a mandíbula batiente sentada en su silla de ruedas, escuchando a su flamante marido y sus amigos cantando para ella. A su lado, su fiel compañero de los últimos años, el tubo de oxígeno que le daba respiración artificial. De tiempo en tiempo, en medio de la fiesta, Katie se paraba pero tenía que sentarse a descansar, porque el dolor no le permitía estar muchos ocos minutos de pie, pero en ningún momento venció su sonrisa.

Katie sabía que le quedaban pocos días de vida -quizás horas- pero los vivió intensamente con ese maravilloso hombre que Dios había dispuesto para ella, quien había permanecido todo el tiempo a la cabecera de su cama y ahora cumplía su mayor sueño. Ella entendía que ese era su regalo de vida, que muchas personas aun con muy buena salud y muchos años por delante, teniendo la oportunidad de vivirlo todos los días, no tenían idea de su importancia y lo desperdiciaban.

Katie… murió 5 días después del casamiento.

¿A dónde iría Katie? No lo se, creo que sólo Dios lo sabe. Pero sí siento es que para quienes tuvimos la oportunidad de verla, aunque fuera en fotos, su carita de ángel, su voluntad venciendo su propio dolor, y su valor por encima de cualquier vaticinio, para disfrutar de una felicidad que le estaba robando a lo poco que le quedaba de vida, representa una valiosa lección que nunca deberíamos olvidar.

Katie nos dejó un mensaje imperecedero: La felicidad convive con nosotros, siempre esperándonos e independientemente de cual fuere nuestra situación; porque en el fondo, en lo más profundo de nuestro ser, lo importante es qué sentimos por la vida y por las demás personas. Pero también, que la felicidad no tiene tiempo definido y, por lo tanto, no se trata de cuanto se vive sino de cómo y por qué se vive.

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«EL PASADO ES UN MUERTO Y DEBE PERMANECER BAJO LA TUMBA»

Dentro de las muchas consultas que debo atender todos los días en este blog sobre problemas de pareja, paradójicamente, el factor constante de perturbación no lo representa las situaciones que sufren estas personas en la actualidad, sino aquellos eventos que se sucedieron en el pasado, sobre los cuales no es posible remediar nada, pero que continúan atormentándoles, precisamente porque no han sabido cerrar la puerta al pasado.

El pasado es un muerto y los muertos deben permanecer en el cementerio.  El pasado no corresponde a un tiempo específico, sino que se trata del que no es actual; vale decir, todo lo que sucedió hace un segundo, ya es pasado y nada se puede hacer por cambiarlo. Lo que sucedió corresponde a un tiempo que pasó, que ya no existe.

Lo más que debemos hacer por el pasado es recordar los bellos momentos, pero hasta ahí. Por tanto, no tiene ninguna lógica permitir que los recuerdos de algo negativo que pasó y que ya no puedo cambiar me preocupen; o lo más grave, permitir que me haga daño.

La vida tiene tantas cosas bellas que disfrutar, sin que sepamos por cuanto tiempo, que es realmente un desperdicio dedicarle parte de nuestro valioso hoy a un tiempo que se fue, pudiendo consagrarlo a vivir intensamente todas las muchas bendiciones que Dios puso en este mundo para nuestra satisfacción y deleite.

Por tanto, si perdimos un amor, si no nos comprendieron, si nos ofendieron, engañaron o agraviaron de cualquier manera, nada nos beneficia recordar esos malos momentos, sino por el contrario, debemos olvidarlos. No importa cuanto tiempo pudimos amar, lo importante fue que amamos, y amar siempre ha sido un privilegio. Es lo bello del amor lo que debemos recordar. El amor no hay como medirlo, no tiene precio. Simplemente se vive, se disfruta intensamente y con fruición, y esa maravillosa sensación es algo que ya jamás nadie podrá quitarnos.

Si no cerramos la puerta del pasado a los recuerdos negativos, no podremos mantener el alma limpia y preparada para el nuevo amor que vendrá, que por regla general será más emocionante y pleno. De hecho la hermana gemela del pasado es la nostalgia, cual desvirtúa los eventos sucedidos, con riesgo a hacernos perder la perspectiva de la realidad.

Nosotros conocemos nuestro peso específico; sabemos de todo el amor y la ternura que somos capaces de dar. Si alguien no nos quiere, pues se lo pierde. Tan claro como eso. Es con optimismo, con fe y confianza en nuestras realizaciones como viviremos nuestro hoy y construiremos nuestro futuro. Sabemos que todos los días avanzamos en el crecimiento espiritual. Por tanto somos una buena opción para alguien que quiera compartir felicidad.

Además, en este camino de la vida, alguien viene en sentido contrario buscando lo mismo que nosotros; más temprano que tarde nos encontraremos y el amor que nunca muere, renacerá; seremos felices en nuestro hoy, y en el mañana, si es que llega. Entonces… ¿Qué razón tendría recordar lo malo del ayer?

 

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«No hay noche tan oscura ni día tan fulgurante que no nos permita ver.»

La vida me ha demostrado que en el firmamento de nuestras vidas, siempre hay un lucero que nos puede ayudar a avizorar, encontrar, guiar, o hacer mejor y seguro el camino. Por eso debemos abrir los ojos, estar pendientes, tener fe que allí está y que podremos verlo. No es importante su forma, la fuerza de su luz; ni siquiera su nitidez, porque de alguna manera, que no nos está dado conocer, deviene de esa esencia omnipotente, omnipresente e infinitamente poderosa que es Dios, cuya obra más acabada somos nosotros y su expresión excelsa… el amor.

Siento pena por quienes por falta de fe, confianza en su origen divino y del poder que de ello les deriva, hollan la tierra con sus pies cansados, ensombrecen los bellos días y tranquilas noches con su tristeza, mojando la tierra con sudor y lágrimas innecesarios.

Es para mi tan claro que existen leyes naturales, que me precedieron y que son inmutables; sobre las cuales yo no decido pero que sí interpreto y puedo encajar en mis actuaciones; que me hacen consciente de mis capacidades físicas y espirituales, que me cuesta procesar que personas desperdicien tanta vocación personal y bendiciones sobre este mundo, especialmente diseñadas para nuestro disfrute.

Como ser espiritual, dotado de un cuerpo que es la máxima obra de adaptación e inteligencia sobre la tierra, capaz de capturar con sus sentidos del medio ambiente todos los elementos vivenciales necesarios, haciéndolos excelentes, buenos, mejores o peores, conforme a su única voluntad, percibo incongruente convertirlos en negativos; sin embargo y paradójicamente, vivimos un mundo abundante de ese tipo de individualidades.

¿Qué hace quienes en uso de su libre albedrío convierten sus vidas en receptáculo de negatividad, malas influencias y temor a lo que «pudiera ser», desperdiciando su capacidad de ser felices en el maravilloso «hoy»?

Es la tendencia a mirar siempre hacia abajo, y así imposibilitarse de ver ese lucero en el firmamento de su vida, que alguien especificara como «un milagro a la vuelta de la esquina». Desde muy niño mi madre me decía: «…ese milagro está esperando por ti, sólo se requiere tu diligencia.»

Hoy, más de sesenta años después, estoy convencido que existen más milagros de los que podemos imaginar. De alguna manera, nosotros mismos como seres físico-espirituales e inteligentes, somos el mayor milagro de la naturaleza.

Nuestro sistema neurovegetativo, que nos permite respirar y circular la sangre necesaria en nuestro organismo en los tiempos preciso, sin siquiera pensar en cómo hacerlo e independientemente de que estemos dormidos o despiertos, es apenas una de nuestras milagrosas capacidades.

Pero desarrollar sentimientos exclusivos de nuestra especie como el amor, la amistad, la sublimación del sexo, la solidaridad, la compasión y la caridad, son la mayor demostración que somos seres superiores, traídos a este mundo para reinar sobre él y ser… felices.

Ubique su lucero, porque está aquí y no en otro mundo; tiene que ver con Dios porque de él nace y siempre está esperando por usted. Si de algo le sirve, le cuento que el mío es multifacético, porque comienza con mi Padre Celestial, pasando por mi familia, mis hermanos humanos hasta llegar al más pequeño de los insectos, cuales sin duda, como yo, cumplen una función sobre esta madre tierra, cual es su forma de bendecir el privilegio de haber venido a habitarla.

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«Nuestro paso por la vida es demasiado bello y temporal para recorrerlo… solos»

Hoy, un radiante rayo de sol se coló por la persiana y me despertó antes de tiempo. A mi lado, Nancy dormía plácidamente. Me regalé unos segundo observándola y di gracias a Dios por ser un hombre realmente privilegiado. A mis 67 años no estoy solo, sino que comparto cada minuto de mi vida con mi insustituible compañera de viaje… largo. Esa que a sus 57 años de edad sigue siendo linda, entusiasta, emprendedora, alegre, tierna, respetuosa, solidaria y…feliz.  Su placidez habitual al dormir no deja duda de su tranquilidad espiritual.

Ese, mi primer paisaje edificante, de un hermoso día como todos los de nuestra vida diaria, me produjo reflexión sobre cómo la decisión de hacer pareja puede incidir definitivamente en el resto de  nuestra vida, especialmente cuando, aún manteniendo nuestra capacidad productiva y el espíritu en su más alto nivel, los años indefectiblemente hacen mella en nuestro aspecto físico y la velocidad en el transcurso de los años, que produce cambios en la ideología de vida de las personas, nos alejan los interlocutores válidos, ampliando espacios a veces infranqueables, en la manera de ver la vida y las cosas, nuestras tradiciones, principios y paradigmas que rigen nuestro comportamiento.

Siento que cuando hacemos pareja con la intención determinante de que sea para siempre y la acompañamos con las acciones diarias orientada a edificar a nuestro par, mediante demostraciones de amor verdadero, respeto, ternura, aceptación, reconocimiento, buena comunicación,  solidaridad y fidelidad,  estamos asegurando no sólo la compañía para disfrutar plenamente de los muchos momentos de goce diario, sino esa placidez progresiva que va invadiendo nuestra alma, en la misma medida en que pasan los años y logramos nuestros propósitos, desarrollamos nuestros hogares, sacamos adelante nuestra familia y vemos crecer las nuevas simientes, que evitarán que con nosotros desaparezca nuestro amor sobre esta tierra.

Cuando hacemos parejas bien avenidas, el paso de los años no nos hace daño, sino que, el transcurso del tiempo se convierte en fuente de ese hacer mancomunado, que llega a convertirnos en  una sola persona, con similares intereses,  intenciones y deseos, imbricados en un equipo de trabajo y disfrute; donde ambos somos productivos y necesarios, no sólo para la subsistencia física sino para el goce físico-espiritual, combinación sin la cual no se puede lograr la felicidad integral.

Tengo la bendición de tener muchos amigos, pero al mismo tiempo la tristeza por aquellos que  no identificaron la importancia de entender los derechos, necesidades, ambiciones y justas aspiraciones de sus pares.  Hoy, la mayoría de ellos, con arrepentimiento tardío, sienten que su riquezas, fama y poder no pueden compensar ni siquiera un día de amor verdadero, ternura espontánea, solidaridad sin intereses, aceptación sin condiciones; porque esas son necesidades espirituales que no pueden ser  evaluadas por  elementos tangibles ni tradicionales, pero tampoco adquiridas por medios de cambio convencionales como dinero, fama o poder, porque responden a sentimientos elevados, por encima de  nuestra propia naturaleza física.

Alguien acertadamente escribió que para estar triste no se requiere compañía. Sin duda, la mayor tristeza del hombre la produce la soledad; pero no la de ausencia de personas a su alrededor, sino aquella que se siente en el alma, cuando no hay nadie que comparta contigo íntima e integralmente, con solidaridad tus ambiciones, necesidades y realizaciones.

No hay sentimiento de seguridad comparable al que se siente, cuando en las noches de lluvia, después de un día agitado sentimos en nuestros pies el rescoldo de esas dos brasitas, que como en los cuentos de navidad, se convierten los pies de nuestra amada. Es el pago que Dios da a los hombres de buena voluntad que saben amar, respetar, aceptar, reconocer, honrar y edificar, a esa otra persona que nos escogió, en un concierto de millones de seres humanos.

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