Si alguien preguntara ¿Dónde está tu hogar?… la respuesta sería en función de la concepción personal del interlocutor, ya que el hogar no lo constituye una vivienda, independiente de cual fuere su belleza, estructura o comodidad, sino ese calor especial que es capaz de producirnos paz, seguridad, descanso, ternura, solaz; que es como decir, satisfacción interior en un estadio más allá de lo normal, donde se confunde lo físico y lo espiritual; lo romántico y la realidad, las ambiciones, los sueños, los recuerdos y las expectativas del futuro, frente a lo cotidiano; los recuerdos, que pueden ser mejores o peores y la aceptación de la vida en su contexto integral familiar.
El hogar, si se quiere, es mágico; porque, como adultos, cuando lo iniciamos con la persona que amamos, nos llena de ternura, pasión, intensidad, comprensión y… entrega sin reservas, cuya fuente es el amor que, si lo continuamos alimentando permanentemente, se convierte en ese combustible insustituible que nos permite luchar y lograr nuestros propósitos mutuos, en un ambiente siempre hermoso, tierno y solidario.
Así, cuando somos niños es el sitio donde todos los problemas tienen solución; de la misma forma, cómo y cuándo adultos, independiente de la actividad que realicemos fuera de él, no es solamente el slogan, hasta cierto punto equivocado de “El descanso del Guerrero”, porque en el hogar, que lo es realmente, no hay guerrero sino “guerreros”, ya que en muchos casos, si no en la mayoría, el más luchador no es un guerrero sino una “guerrera”.
En el hogar tiene su asiento el amor familiar, no etiquetado sino real. Los cónyuges, más que unirse con el tiempo, como escribiera alguien “…se confunden en una sola persona.”… para envejecer juntos, unidos y disfrutando la obra que, en conjunto y venciendo altibajos, lograron realizar; cual en la mayoría de los casos, se convierte en la raíz de ese árbol frondoso que no sólo dará sombra, flores y frutos, sino que, más allá de su propia existencia física de ambos, igualmente germinará y fructificará sobre esta madre tierra, quizás… por siempre.
Por todo lo antes expuesto, el hogar no tiene espacio determinado, porque si su base es el amor, igual se materializa en una granja, en un barrio, en una mansión o en palacio, con varios o sólo dos integrantes; porque su esencia no lo está en el sitio, lugar o número de personas que lo integren, sino en el alma de quienes lo conforman. De alguna manera, es ese pedacito de cielo que… no se requiere morir para vivirlo.
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