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Archive for noviembre 2013

ALPES

  No diré que la experiencia de enfermedad referida en la parte primera de este artículo me cambió completamente, porque mis valores y principios fundamentales siguen siendo los mismos, pero sí me los reforzó y aclaró algunas dudas sobre el porqué de mi existencia.

Aceró mi convicción de que los seres humanos nacemos siendo buenos, vivimos con ese sentimiento y que, cuando es necesario, somos capaces de dar lo mejor de nosotros por nuestros semejantes; que la familia es y será siempre una parte insustituible de nuestra vida; que los amigos son esa especial familia que nosotros mismos escogemos, sin que nos llegue por  otro vínculo que no sea el amor; que la constancia, fe, optimismo y diligencia, suelen ser milagrosas; que el amor, la generosidad, compasión, caridad, solidaridad y lealtad, son cualidades que nos hacen parecernos a Dios; y finalmente, que no hay enfermedad tan fatal que no pueda ser vencida si nos convencemos de que tenemos a Dios en nuestro corazón, que nada sucede sin su voluntad y que nuestro deber es ser… diligentes en poner todos los medios posibles a nuestro alcance, para su curación.

Me enseñó además, que no debo esperar mañana para decir… te amo; que un abrazo y una palabra de aliento valen tanto como cualquier medicina;  que no debo  guardar lo bueno de hoy para disfrutarlo mañana; que no hay dolencia tan pequeña que deba desatender, ni enfermedad tan grave que no pueda enfrentar con éxito; que el temor y la incertidumbre son los peores enemigos del ser humano; que la desconfianza y el estrés distorsionan la realidad; que el amor es el mejor bálsamo e inclusive… cura las enfermedades.

Aprendí,  que todo es tan pasajero, que puede desaparecer en un momento; que no existe el futuro porque a toda hora es hoy; que compartir es dar y nos llena de gran regocijo; que la soledad y la tristeza son ficciones mentales, destructibles con sólo un pensamiento; que el tiempo no existe más que en nuestra mente; que debo vivir por horas y no por años, por lo cual no puedo desaprovechar ningún momento para disfrutar; que no hay nada tan pequeño que no debamos tomar en cuenta, ni nada tan grande que nos aterre; que es mejor la sabiduría que el conocimiento, no importa el nivel de éste;  que, el fin de mi temporal visita a este mundo lo es: CRECER ESPIRITUALMENTE Y SER…FELIZ.

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La preocupación colectiva cuasi patológica, no es un fenómeno actual de los Venezolanos, sino que se trata de una circunstancia global consecuencial: la primavera árabe que afectó a Egipto,  Libia y otros países, amenazando  incendiar el Medio Oriente con consecuencias imprevisibles; el conflicto en Siria que supera los 100.000 muertos y más de 1.000.000 de desplazados; las tensiones en Irán por el problema de las posibles Armas Nucleares que agravan las posibilidades de unas Tercera Guerra Mundial; la grave situación  económica en algunos países de la Euro Zona, que arrasa con los salarios y deja familias sin hogar; el narcotráfico en México que llena el País de muertos inocentes y destapa la corrupción más grande desde las municipalidades hasta la Procuraduría General de la República, acabando con la vida de preocupados y valientes periodistas; la recesión económica en el País más fuerte del Mundo, los Estados Unidos de  Norteamérica que nos afecta a todos; y América Latina luchando por independizarse de los grandes centros de poder del mundo, en un camino largo y difícil que pudiera traer resultados aún imprevisibles.

 Estos sucesos de todos los días, divulgados segundo a segundo por los medios de comunicación masiva y redes sociales globalizadas, crean temor en las comunidades al punto de que, en algunos casos, grandes contingentes humanos se encuentran prácticamente pseudo-paranoicos, con los efectos esperados en contra de su tranquilidad mental, que finaliza abonando el terreno para las enfermedades y la intranquilidad familiar y social.

No obstante, tenemos que luchar contra estos efectos negativos, aceptando que se trata  de un tiempo nuevo que, como la tierra, no se inmoviliza sino que gira y se traslada hacia su destino final, sin importar de cuanto siglos o milenios se trate. Igualmente, como una parte del planeta, tampoco nos quedamos  estancados; simplemente, siempre nos hemos movido y así continuaremos  haciéndolo sin descanso, en busca de nuevos senderos que nos hagan  la vida más cómoda y feliz.

Ahora bien, el asunto está en el costo que tenemos que pagar por vivir en esta época. Sin duda dependerá de cómo entendamos estos eventos. Si lo vemos como algo extraordinario y pavoroso nos estresaremos, sufriremos y enfermaremos. Pero, si lo entendemos como un proceso que tenemos que vivir de la mejor manera posible, nos aferraremos a la fe, familia, amistad, amor y tantas cosas bellas que nos brinda la vida, seguramente sobreviviremos en paz, sanos y…felices.

 

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