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Archive for 28 de junio de 2008

«Dame tu mano y seremos dos para vivir, luchar y… vencer.»

En 1969 era muy joven para entender lo importante de la comunicación para los seres humanos, pero en esa oportunidad viví lo doloroso de ese tipo de ignorancia. Estaba en proceso de divorcio, lo cual para quien considera a la familia como base de la sociedad organizada, era lamentable.

 Una tarde asistí a un café con la esperanza de encontrar alguien con quien conversar y hacer menos ingrata mi soledad. Cuando me proponía degustarlo, entró una dama como de mi edad con cara de preocupación, se sentó en la barra a unos tres asientos de donde me encontraba y pidió su café.

Como ambos estábamos solos y se notaba desolada,  intuí que podíamos hablar y de alguna manera, hacer menos dura nuestra carga emocional. Me senté a su lado y la saludé cariñosa, pero respetuosamente. Ella no me contestó sino que me miró con rabia, como ofendida, tomó su café y se retiró unos cuantos asientos.

Mi sorpresa ante esa reacción se convirtió en frustración e incomprensión del hecho, porque yo no estaba sugiriendo nada incorrecto, solamente quería hablar; necesitaba que otro de mis hermanos humanos me oyera, porque siempre he creído que es lo menos que nos debemos como individuos de la misma especie.

De ese incidente aprendí lo importante que, en algunas oportunidades, puede resultar para un ser humano conversar, ser escuchado.

Reflexionado sobre ese incidente deduzco que si la dama, quien como yo tenía graves problemas existenciales, socializaba conmigo, seguramente habríamos comentado nuestros problemas y descargado nuestras almas, con el mínimo resultado de hacernos amigos.

Es que mucha gente desestima lo importante que es para un ser humano ser tomado en cuenta, pero especialmente, ser escuchado.

Hay tanta gente sola, aislada de sus hermanos humanos por barreras físicamente inexistentes, quienes en silencio piden a gritos que alguien, no  importa quien sea, por favor los oiga; grandes dolores, tragedias personales y colectivas se habrían evitado si alguien hubiese oído con mínima atención, respeto y consideración, a personas en estado de desesperación.                                   

Vivimos con aprensiones, sospechas y reservas… injustificadas. Nacemos buenos y en nuestra alma continuamos siéndolo; la sociedad nos crea mecanismos de defensa que nos distancian, pero debemos luchar contra ellos. Fortalecernos recordando a Jesús: «Ama a tu prójimo como a ti mismo»

 Escuchar a quienes tienen problemas, tristeza, depresión, o simplemente confunsión, es el acto más caritativo; porque regalar bienes físicos sólo lo hacen quienes disponen de ellos, sin requerir de una sensibilidad especial. Pero, para escuchar con respeto e interés los problemas o circunstancias de otras personas, se requiere de ese sentimiento maravilloso que mueve al mundo: Amor, que en estos casos deja de ser una conveniencia para convertirse en una obligación. 

Así que, por favor, preste atención a las personas,  independiente de si son propias o extrañas; a sus problemas, porque pudiera ser que ese momento de atención, que esos minutos de su tiempo, puedan evitar un dolor, aclarar una confusión, sembrar una esperanza  o evitar una desgracia. 

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