«Lo que va a ser ya es y lo que es ya fue… nada nuevo hay bajo el sol.» Mi interpretación de estos principios bíblicos es que la vida del hombre siempre se ha manejado más o menos dentro de los mismos parámetros: nacer, vivir y morir, sin que nada adicional o nuevo a eso pueda acontecer, porque Dios todo lo tienen previsto, siendo que lo único que escasamente como seres humanos nos corresponde, es darle algunos matices.
La supervivencia física nos está asegurada sin necesidad de realizar mucho esfuerzo, porque todo ha sido dispuesto a nuestro alcance. De tal manera, los elementos indispensables como el aire, el agua y los alimentos mínimos necesarios, no requieren demasiado esfuerzo para lograrlos porque están en la naturaleza, de la cual somos parte.
Como seres dotados de razón e inteligencia, devenida de nuestra condición espiritual, no nos contentamos con la mera rutina animal de comer, descansar y dormir, sino que exigimos de nuestra existencia, calidad de vida, para lo cual desarrollamos toda una cultura que nos sustrajo desde nuestro origen natural hacia este mundo cultural que hoy vivimos.
Venturosamente, las necesidades culturales tienen que ver con nuestra espiritualidad y por tanto no dependen de la naturaleza sino de nosotros mismos; de cómo interpretemos la vida y las cosas, así como nuestra ubicación en el contexto social, dada esa especial condición.
De esa correcta ubicación conceptual depende la fuerza de la convicción de que todo está previsto para que vivamos una vida buena, agradable, confortable, plena y feliz.
Porque no van a ser los elementos naturales, sobre los cuales pudiéramos no tener control total, los que van a definir o determinar esa calidad de vida que buscamos y merecemos, sino que lo serán nuestras propias motivaciones, convicciones, ideología y confianza en nuestras actuaciones.
Así tenemos que, como quiera que sobre esta tierra disponemos de todo lo que necesitamos para subsistir físicamente, para lograr nuestra felicidad sólo requerimos tomar posesión y desarrollar nuestra maravillosa espiritualidad que nos permite amar, compartir, y disfrutar de la generosidad y nobleza de nuestros hermanos humanos, que lo único que esperan de nosotros es compartir con ellos amor y compañía.
Nos corresponde estar claros y seguros de que todo está previsto para nuestra subsistencia; no porque hayamos hecho nada para que así sea, sino porque es una ley natural antes y después de nuestra existencia, siendo que lo único que se nos exige para lograrlo es la diligencia mínima de procurárnoslo.
Entonces, al estar convencidos de que todo está previsto sobre esta tierra para nuestra subsistencia, no se justifican angustias, preocupaciones o estrés, por ¿Qué será de nosotros mañana? porque al poner dedicación, amor y diligencia a lo que hacemos, nuestra felicidad, que es más espiritual que física, dependerá únicamente del color del cristal con que asumamos nuestro papel, tanto individualmente como integrantes del conjunto social.
De alguna manera, así fue, ha sido y será siempre en este mundo. No hay nada nuevo bajo el sol.
Próxima Entrega: EL RECUERDO POSITIVO.
Deja una respuesta