«SOMOS ESPIRITUS VIVIENDO UNA EXPERIENCIA FISICA Y NO CUERPOS FISICOS VIVIENDO UNA EXPERIENCIA ESPIRITUAL»
En un parque, escuché a una madre dialogar con su hijo de ocho años quien pensativo le preguntó ¿Para que vinimos al mundo?
-Para vivir hijo mío
-Y… ¿Para qué vivimos?
-Porque es importante vivir
-Y… ¿Por qué es importante vivir?
-Porque si no vivimos, morimos y… por favor no me preguntes por qué morimos. Y… allí terminó el diálogo.
Este evento me motivó reflexionar sobre cual es realmente el sentido de nuestra pasajera vida terrenal, cuestión que, por cierto, ha ocupado la mente del hombre desde que tuvo conciencia de su racionalidad.
Más allá de cualquier planteamiento de carácter teórico, siento la vida como la mayor bendición de Dios, por lo cual la disfruto intensamente, sin que me preocupen las disquisiciones entre las abundantes tendencias filosóficas y doctrinarias sobre el tema.
Pienso que fui dotado con la razón e inteligencia suficientes, para estar en capacidad de hacerme un buen juicio y en eso me empeño.
Así, respecto de para qué vinimos al mundo, como concibo mi alma eterna, asumo que nuestra única razón para vivir, lo es avanzar espiritualmente, lo cual estará en proporción a nuestra capacidad para entender y actuar en función del bienestar de nuestros semejantes.
La importancia de vivir, la circunscribo a la necesidad de cubrir la etapa que representa nuestro paso por este mundo, en función de ascender en el plano espiritual.
Mí vida física la concibo temporal, pero como un espectacular viaje pleno de momentos interesantes y… bellos. Por eso vivo por días y no por meses ni años. El vivir por lapsos de veinticuatro horas me obliga a no perder ni un segundo sin disfrutar, como noto que lo hacen quienes viven por años.
Me recreo en la gente porque sé que son hijos de Dios, nobles y buenos que, por el temor que les produce ignorar más de lo que conocen, ocultan sus sentimientos, privándose de extraordinarias experiencias humanas que sólo experimentan quienes manifiestan su amor en cada uno de sus actos.
Amo con pasión a mi familia y me deleito en ellos; me han dado tanto amor que nunca podré compensarlos. Especialmente mi esposa, esa compañera de viaje largo quien ha sido una luz en mi sendero por esta vida.
Me embeleso contemplando la naturaleza, que Dios hizo plena de belleza inverosímil y recursos sin límite, con la única intención de que sean disfrutadas por sus hijos.
Por mi indeclinable concepción de que somos espíritus viviendo una experiencia física, no encuentro otro sentido a esta vida que el de mi preparación para una vida mejor, en una instancia superior.
En mi arrobamiento en esta temporal experiencia de vivir, asumo el fenómeno de la muerte sin ninguna tristeza. La interpreto como algo indefectible, futuro e incierto, que representa el final de un viaje fantástico, que da inicio al regreso al hogar, y todos los regresos son emocionantes; especialmente si nos espera un padre amoroso y… con los brazos abiertos.