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Definir La Vejez depende, como cualquier otro estado o concepto, de la óptica y/o  mentalidad del analista. Entre otros, para algunos es un estado indeseable, para otros deprimente, para otros de orgullo o de triunfo. Esto nos indica que el concepto va a depender de la mentalidad y forma de ver la vida y las cosas, de quien la conceptúa.  Conozco personas que a los Cincuenta años se consideran viejos y otros que, a los ochenta o más  hablan de nuevos proyectos a desarrollar. En este mismo sentido, he observado personas encorvadas a temprana edad y otras que con el doble de años, andan erguidos. En el fondo, yo creo que el problema es que para algunos la vejez es una especie de enfermedad, en cambio, para otros es un estado normal de nuestra existencia,  dentro de los cuales,  por cierto, me encuentro yo.

Tuve una niñez increíblemente difícil, en condiciones realmente penosas, pero no puedo decir que fuí un niño triste, sino quizás un poco menos feliz que algunos otros. Mi adolescencia no fue un camino de rosas, pero disfruté de la amistad, cariño de los chicos y chicas de mi edad; y sin llegar a ser un Casanova,  logré la intimidad de aquellas que me interesaron, lógicamente dentro de las limitaciones de la cultura de la época. En mi adultez, puedo decir que, independiente de la cantidad de años que he tenido, no me arrepiento de nada de lo que he hecho ni de lo que he dejado de hacer. Aunque con bastante dificultad, trepé sobre los inconvenientes de mi condición económica y social,  y,  ya sobre los Cuarenta años logré mi Grado Universitario  y dos postgrados, aunque el último lo recibí a los Sesenta Años, que para mi forma de ver la vida, aun estaba joven.

Luego, entre los Cincuenta y Sesenta años pude hacer voluntariado gratuito, dando Conferencias en diferentes Instituciones sin fines de lucro, tanto de carácter Social como Académico, sobre temas como la Superación Personal y el Crecimiento Espiritual.  Entre los Sesenta  y  Ochenta años, alcancé quizás mi mayor ambición: llevar mi mensaje de amor y solidaridad humana, a la mayor cantidad de personas posible, mediante mi Blog www.unavidafeliz.com, que ha sido visto por más de 2.500.000 Cibernautas en más de Noventa Países.  El corolario de toda esta narración, que quiero destacar, es que en la realización de ninguna de estas actividades, me he sentido realmente viejo, aunque algunas veces un poco cansado,  lo cual me obliga de determinar que el sentimiento de vejez, es solamente un estado mental absolutamente controlable.

 LA VEJEZ

Definir La Vejez depende, como cualquier otro estado o concepto, de la óptica y/o  mentalidad del analista. Entre otros, para algunos es un estado indeseable, para otros deprimente, para otros de orgullo o de triunfo. Esto nos indica que el concepto va a depender de la mentalidad y forma de ver la vida y las cosas, de quien la conceptúa.  Conozco personas que a los Cincuenta años se consideran viejos y otros que, a los ochenta o más  hablan de nuevos proyectos a desarrollar. En este mismo sentido, he observado personas encorvadas a temprana edad y otras que con el doble de años, andan erguidos. En el fondo, yo creo que el problema es que para algunos la vejez es una especie de enfermedad, en cambio, para otros es un estado normal de nuestra existencia,  dentro de los cuales,  por cierto, me encuentro yo.

Tuve una niñez increíblemente difícil, en condiciones realmente penosas, pero no puedo decir que fuí un niño triste, sino quizás un poco menos feliz que algunos otros. Mi adolescencia no fue un camino de rosas, pero disfruté de la amistad, cariño de los chicos y chicas de mi edad; y sin llegar a ser un Casanova,  logré la intimidad de aquellas que me interesaron, lógicamente dentro de las limitaciones de la cultura de la época. En mi adultez, puedo decir que, independiente de la cantidad de años que he tenido, no me arrepiento de nada de lo que he hecho ni de lo que he dejado de hacer. Aunque con bastante dificultad, trepé sobre los inconvenientes de mi condición económica y social,  y,  ya sobre los Cuarenta años logré mi Grado Universitario  y dos postgrados, aunque el último lo recibí a los Sesenta Años, que para mi forma de ver la vida, aun estaba joven.

Luego, entre los Cincuenta y Sesenta años pude hacer voluntariado gratuito, dando Conferencias en diferentes Instituciones sin fines de lucro, tanto de carácter Social como Académico, sobre temas como la Superación Personal y el Crecimiento Espiritual.  Entre los Sesenta  y  Ochenta años, alcancé quizás mi mayor ambición: llevar mi mensaje de amor y solidaridad humana, a la mayor cantidad de personas posible, mediante mi Blog www.unavidafeliz.com, que ha sido visto por más de 2.500.000 Cibernautas en más de Noventa Países.  El corolario de toda esta narración, que quiero destacar, es que en la realización de ninguna de estas actividades, me he sentido realmente viejo, aunque algunas veces un poco cansado,  lo cual me obliga de determinar que el sentimiento de vejez, es solamente un estado mental absolutamente controlable.

 LA VEJEZ

Definir La Vejez depende, como cualquier otro estado o concepto, de la óptica y/o  mentalidad del analista. Entre otros, para algunos es un estado indeseable, para otros deprimente, para otros de orgullo o de triunfo. Esto nos indica que el concepto va a depender de la mentalidad y forma de ver la vida y las cosas, de quien la conceptúa.  Conozco personas que a los Cincuenta años se consideran viejos y otros que, a los ochenta o más  hablan de nuevos proyectos a desarrollar. En este mismo sentido, he observado personas encorvadas a temprana edad y otras que con el doble de años, andan erguidos. En el fondo, yo creo que el problema es que para algunos la vejez es una especie de enfermedad, en cambio, para otros es un estado normal de nuestra existencia,  dentro de los cuales,  por cierto, me encuentro yo.

Tuve una niñez increíblemente difícil, en condiciones realmente penosas, pero no puedo decir que fuí un niño triste, sino quizás un poco menos feliz que algunos otros. Mi adolescencia no fue un camino de rosas, pero disfruté de la amistad, cariño de los chicos y chicas de mi edad; y sin llegar a ser un Casanova,  logré la intimidad de aquellas que me interesaron, lógicamente dentro de las limitaciones de la cultura de la época. En mi adultez, puedo decir que, independiente de la cantidad de años que he tenido, no me arrepiento de nada de lo que he hecho ni de lo que he dejado de hacer. Aunque con bastante dificultad, trepé sobre los inconvenientes de mi condición económica y social,  y,  ya sobre los Cuarenta años logré mi Grado Universitario  y dos postgrados, aunque el último lo recibí a los Sesenta Años, que para mi forma de ver la vida, aun estaba joven.

Luego, entre los Cincuenta y Sesenta años pude hacer voluntariado gratuito, dando Conferencias en diferentes Instituciones sin fines de lucro, tanto de carácter Social como Académico, sobre temas como la Superación Personal y el Crecimiento Espiritual.  Entre los Sesenta  y  Ochenta años, alcancé quizás mi mayor ambición: llevar mi mensaje de amor y solidaridad humana, a la mayor cantidad de personas posible, mediante mi Blog www.unavidafeliz.com, que ha sido visto por más de 2.500.000 Cibernautas en más de Noventa Países.  El corolario de toda esta narración, que quiero destacar, es que en la realización de ninguna de estas actividades, me he sentido realmente viejo, aunque algunas veces un poco cansado,  lo cual me obliga de determinar que el sentimiento de vejez, es solamente un estado mental absolutamente controlable.

Dejando por sentado mi respeto por la forma de pensar diversa, reflexionaré sobre un hecho discutido, y si se quiere discutible; cuál es el fundamento  de permanecer juntos como pareja. Pues bien, en principio siempre he pensado que se hace pareja porque se piensa que se es más feliz al lado de esa otra persona que escogemos a tal fin, que estando solos. Siendo así, no debe nadie exigir a su par que, independiente de la formalidad que le una, continúen unidos, si ambos no son integralmente felices. Nunca he procesado por qué las canciones y poemas hacen una tragedia porque alguien deje de amar  a otro, al punto de que hablan de que si tal persona deja de amarlos o los abandona se vuelven locos y hasta se suiciden; como si no existieran otros seres humanos que pudieran llenar el vacío que deja el que se va.

 Así mismo, nunca he entendido que sea una obligación amar o continuar amando a otra persona;  sino que, por el contrario, pienso que si alguien me amó fue porque se sintió feliz haciéndolo, pero además yo debería agradecer el tiempo que lo hizo y darle plena libertad de irse, para buscar un nuevo amor que le de lo que ya no siente conmigo. De la misma manera, pienso que tenemos que darnos la oportunidad de equivocarnos y por tanto tenemos el derecho, y si se quiere, la obligación de corregir; precisamente, buscando un nuevo amor. En este mismo sentido, así lo he escrito infinidad de veces en mi blog www.unavidafeliz.com, que han visto más de 2.850.000,00 cibernautas en 90 países, según lo indicó WordPress, que es la administradora de esta página, habiendo recibido miles de comentarios positivos de personas que han amado; han dejado de amar; vuelto a amar, y algunas, varias veces, hasta lograr encontrar esa persona especial que llenó sus expectativas sentimentales. En estos casos, bajo ninguna circunstancia esa persona odió a quien dejó de amarlo, trató de hacerle o hacerse daño, sino que entendió el derecho que ambos tenían de buscar y encontrar un nuevo amor.

Yo he escrito libros, poemas, y en mi juventud di conferencias sobre el tema, por lo cual me considero calificado para sugerir a los compositores, escritores, poetas y/o conferencistas,  que lejos de argumentar una tragedia porque alguien deja de amar a otro, le recuerden a sus lectores que, en el camino de la vida de cada ser humano, de allá para acá, siempre viene una o varias personas buscando, precisamente,  alguien como uno que, por decir lo menos, le haga compañía en el intento de entablar una relación que pueda progresar sentimentalmente. Quizás porque creo en las vibraciones e influencias que generamos los seres  humanos,  nunca he creído que sea llorando, quejándose o lamentándose, como se pueda conquistar un nuevo amor; precisamente, porque quien anda en busca de un amor, presume encontrar alegría, optimismo, atención positiva y… felicidad.

Todo lo que aquí he escrito tiene un solo fin, que es demostrar que la única justificación para permanecer juntos dos personas que hacen pareja, lo es el amor: ese sentimiento mágico, que es capaz de mejorarnos, hacernos más sensibles, disminuir nuestro egoísmo; y en general, hacernos diferentes a como éramos antes de enamorarnos, sobre la base de la certeza de que solo nosotros mismos somos responsables de nuestra felicidad. Pero nunca por lástima, compasión o para evitar que otra persona no sea feliz. Creo que la felicidad, como todos los beneficios que un ser humano logra, requieren de su esfuerzo y diligencia, donde se ponga lo mejor de nosotros para alcanzar la meta. De la misma forma, creo que el amor como cualquier relación importante, requiere de la sincera comunicación, clara comprensión y permanente intención de aceptar a las personas como son: con sus virtudes y defectos, siempre con la intención progresiva de ayudarle y ayudarnos a mejorar integralmente, en beneficio de la relación.

Finalmente, les cuento que tengo más de 50 años de feliz matrimonio y que, gracias a que he tenido las actitudes que aquí sugiero, las cuales han sido compartidos por mi maravillosa esposa, diez años menor que yo,  hoy disfrutamos de nuestro amor, con la misma ternura, comprensión y atención, que cuando iniciamos nuestra relación; precisamente porque no es la edad, ni la capacidad económica, ni ningún otro prejuicio social, lo que hace la solidez de la relación de pareja, sino la capacidad para aplicar el profundo respeto y reconocimiento por la persona humana, que se requiere en el matrimonio.

Dejando por sentado mi respeto por la forma de pensar diversa, reflexionaré sobre un hecho discutido, y si se quiere discutible; cuál es el fundamento  de permanecer juntos como pareja. Pues bien, en principio siempre he pensado que se hace pareja porque se piensa que se es más feliz al lado de esa otra persona que escogemos a tal fin, que estando solos. Siendo así, no debe nadie exigir a su par que, independiente de la formalidad que le una, continúen unidos, si ambos no son integralmente felices. Nunca he procesado por qué las canciones y poemas hacen una tragedia porque alguien deje de amar  a otro, al punto de que hablan de que si tal persona deja de amarlos o los abandona se vuelven locos y hasta se suiciden; como si no existieran otros seres humanos que pudieran llenar el vacío que deja el que se va.

 Así mismo, nunca he entendido que sea una obligación amar o continuar amando a otra persona;  sino que, por el contrario, pienso que si alguien me amó fue porque se sintió feliz haciéndolo, pero además yo debería agradecer el tiempo que lo hizo y darle plena libertad de irse, para buscar un nuevo amor que le de lo que ya no siente conmigo. De la misma manera, pienso que tenemos que darnos la oportunidad de equivocarnos y por tanto tenemos el derecho, y si se quiere, la obligación de corregir; precisamente, buscando un nuevo amor. En este mismo sentido, así lo he escrito infinidad de veces en mi blog www.unavidafeliz.com, que han visto más de 2.850.000,00 cibernautas en 90 países, según lo indicó WordPress, que es la administradora de esta página, habiendo recibido miles de comentarios positivos de personas que han amado; han dejado de amar; vuelto a amar, y algunas, varias veces, hasta lograr encontrar esa persona especial que llenó sus expectativas sentimentales. En estos casos, bajo ninguna circunstancia esa persona odió a quien dejó de amarlo, trató de hacerle o hacerse daño, sino que entendió el derecho que ambos tenían de buscar y encontrar un nuevo amor.

Yo he escrito libros, poemas, y en mi juventud di conferencias sobre el tema, por lo cual me considero calificado para sugerir a los compositores, escritores, poetas y/o conferencistas,  que lejos de argumentar una tragedia porque alguien deja de amar a otro, le recuerden a sus lectores que, en el camino de la vida de cada ser humano, de allá para acá, siempre viene una o varias personas buscando, precisamente,  alguien como uno que, por decir lo menos, le haga compañía en el intento de entablar una relación que pueda progresar sentimentalmente. Quizás porque creo en las vibraciones e influencias que generamos los seres  humanos,  nunca he creído que sea llorando, quejándose o lamentándose, como se pueda conquistar un nuevo amor; precisamente, porque quien anda en busca de un amor, presume encontrar alegría, optimismo, atención positiva y… felicidad.

Todo lo que aquí he escrito tiene un solo fin, que es demostrar que la única justificación para permanecer juntos dos personas que hacen pareja, lo es el amor: ese sentimiento mágico, que es capaz de mejorarnos, hacernos más sensibles, disminuir nuestro egoísmo; y en general, hacernos diferentes a como éramos antes de enamorarnos, sobre la base de la certeza de que solo nosotros mismos somos responsables de nuestra felicidad. Pero nunca por lástima, compasión o para evitar que otra persona no sea feliz. Creo que la felicidad, como todos los beneficios que un ser humano logra, requieren de su esfuerzo y diligencia, donde se ponga lo mejor de nosotros para alcanzar la meta. De la misma forma, creo que el amor como cualquier relación importante, requiere de la sincera comunicación, clara comprensión y permanente intención de aceptar a las personas como son: con sus virtudes y defectos, siempre con la intención progresiva de ayudarle y ayudarnos a mejorar integralmente, en beneficio de la relación.

Finalmente, les cuento que tengo más de 50 años de feliz matrimonio y que, gracias a que he tenido las actitudes que aquí sugiero, las cuales han sido compartidos por mi maravillosa esposa, diez años menor que yo,  hoy disfrutamos de nuestro amor, con la misma ternura, comprensión y atención, que cuando iniciamos nuestra relación; precisamente porque no es la edad, ni la capacidad económica, ni ningún otro prejuicio social, lo que hace la solidez de la relación de pareja, sino la capacidad para aplicar el profundo respeto y reconocimiento por la persona humana, que se requiere en el matrimonio.

Dejando por sentado mi respeto por la forma de pensar diversa, reflexionaré sobre un hecho discutido, y si se quiere discutible; cuál es el fundamento  de permanecer juntos como pareja. Pues bien, en principio siempre he pensado que se hace pareja porque se piensa que se es más feliz al lado de esa otra persona que escogemos a tal fin, que estando solos. Siendo así, no debe nadie exigir a su par que, independiente de la formalidad que le una, continúen unidos, si ambos no son integralmente felices. Nunca he procesado por qué las canciones y poemas hacen una tragedia porque alguien deje de amar  a otro, al punto de que hablan de que si tal persona deja de amarlos o los abandona se vuelven locos y hasta se suiciden; como si no existieran otros seres humanos que pudieran llenar el vacío que deja el que se va.

 Así mismo, nunca he entendido que sea una obligación amar o continuar amando a otra persona;  sino que, por el contrario, pienso que si alguien me amó fue porque se sintió feliz haciéndolo, pero además yo debería agradecer el tiempo que lo hizo y darle plena libertad de irse, para buscar un nuevo amor que le de lo que ya no siente conmigo. De la misma manera, pienso que tenemos que darnos la oportunidad de equivocarnos y por tanto tenemos el derecho, y si se quiere, la obligación de corregir; precisamente, buscando un nuevo amor. En este mismo sentido, así lo he escrito infinidad de veces en mi blog www.unavidafeliz.com, que han visto más de 2.850.000,00 cibernautas en 90 países, según lo indicó WordPress, que es la administradora de esta página, habiendo recibido miles de comentarios positivos de personas que han amado; han dejado de amar; vuelto a amar, y algunas, varias veces, hasta lograr encontrar esa persona especial que llenó sus expectativas sentimentales. En estos casos, bajo ninguna circunstancia esa persona odió a quien dejó de amarlo, trató de hacerle o hacerse daño, sino que entendió el derecho que ambos tenían de buscar y encontrar un nuevo amor.

Yo he escrito libros, poemas, y en mi juventud di conferencias sobre el tema, por lo cual me considero calificado para sugerir a los compositores, escritores, poetas y/o conferencistas,  que lejos de argumentar una tragedia porque alguien deja de amar a otro, le recuerden a sus lectores que, en el camino de la vida de cada ser humano, de allá para acá, siempre viene una o varias personas buscando, precisamente,  alguien como uno que, por decir lo menos, le haga compañía en el intento de entablar una relación que pueda progresar sentimentalmente. Quizás porque creo en las vibraciones e influencias que generamos los seres  humanos,  nunca he creído que sea llorando, quejándose o lamentándose, como se pueda conquistar un nuevo amor; precisamente, porque quien anda en busca de un amor, presume encontrar alegría, optimismo, atención positiva y… felicidad.

Todo lo que aquí he escrito tiene un solo fin, que es demostrar que la única justificación para permanecer juntos dos personas que hacen pareja, lo es el amor: ese sentimiento mágico, que es capaz de mejorarnos, hacernos más sensibles, disminuir nuestro egoísmo; y en general, hacernos diferentes a como éramos antes de enamorarnos, sobre la base de la certeza de que solo nosotros mismos somos responsables de nuestra felicidad. Pero nunca por lástima, compasión o para evitar que otra persona no sea feliz. Creo que la felicidad, como todos los beneficios que un ser humano logra, requieren de su esfuerzo y diligencia, donde se ponga lo mejor de nosotros para alcanzar la meta. De la misma forma, creo que el amor como cualquier relación importante, requiere de la sincera comunicación, clara comprensión y permanente intención de aceptar a las personas como son: con sus virtudes y defectos, siempre con la intención progresiva de ayudarle y ayudarnos a mejorar integralmente, en beneficio de la relación.

Finalmente, les cuento que tengo más de 50 años de feliz matrimonio y que, gracias a que he tenido las actitudes que aquí sugiero, las cuales han sido compartidos por mi maravillosa esposa, diez años menor que yo,  hoy disfrutamos de nuestro amor, con la misma ternura, comprensión y atención, que cuando iniciamos nuestra relación; precisamente porque no es la edad, ni la capacidad económica, ni ningún otro prejuicio social, lo que hace la solidez de la relación de pareja, sino la capacidad para aplicar el profundo respeto y reconocimiento por la persona humana, que se requiere en el matrimonio.

Dejando por sentado mi respeto por la forma de pensar diversa, reflexionaré sobre un hecho discutido, y si se quiere discutible; cuál es el fundamento  de permanecer juntos como pareja. Pues bien, en principio siempre he pensado que se hace pareja porque se piensa que se es más feliz al lado de esa otra persona que escogemos a tal fin, que estando solos. Siendo así, no debe nadie exigir a su par que, independiente de la formalidad que le una, continúen unidos, si ambos no son integralmente felices. Nunca he procesado por qué las canciones y poemas hacen una tragedia porque alguien deje de amar  a otro, al punto de que hablan de que si tal persona deja de amarlos o los abandona se vuelven locos y hasta se suiciden; como si no existieran otros seres humanos que pudieran llenar el vacío que deja el que se va.

 Así mismo, nunca he entendido que sea una obligación amar o continuar amando a otra persona;  sino que, por el contrario, pienso que si alguien me amó fue porque se sintió feliz haciéndolo, pero además yo debería agradecer el tiempo que lo hizo y darle plena libertad de irse, para buscar un nuevo amor que le de lo que ya no siente conmigo. De la misma manera, pienso que tenemos que darnos la oportunidad de equivocarnos y por tanto tenemos el derecho, y si se quiere, la obligación de corregir; precisamente, buscando un nuevo amor. En este mismo sentido, así lo he escrito infinidad de veces en mi blog www.unavidafeliz.com, que han visto más de 2.850.000,00 cibernautas en 90 países, según lo indicó WordPress, que es la administradora de esta página, habiendo recibido miles de comentarios positivos de personas que han amado; han dejado de amar; vuelto a amar, y algunas, varias veces, hasta lograr encontrar esa persona especial que llenó sus expectativas sentimentales. En estos casos, bajo ninguna circunstancia esa persona odió a quien dejó de amarlo, trató de hacerle o hacerse daño, sino que entendió el derecho que ambos tenían de buscar y encontrar un nuevo amor.

Yo he escrito libros, poemas, y en mi juventud di conferencias sobre el tema, por lo cual me considero calificado para sugerir a los compositores, escritores, poetas y/o conferencistas,  que lejos de argumentar una tragedia porque alguien deja de amar a otro, le recuerden a sus lectores que, en el camino de la vida de cada ser humano, de allá para acá, siempre viene una o varias personas buscando, precisamente,  alguien como uno que, por decir lo menos, le haga compañía en el intento de entablar una relación que pueda progresar sentimentalmente. Quizás porque creo en las vibraciones e influencias que generamos los seres  humanos,  nunca he creído que sea llorando, quejándose o lamentándose, como se pueda conquistar un nuevo amor; precisamente, porque quien anda en busca de un amor, presume encontrar alegría, optimismo, atención positiva y… felicidad.

Todo lo que aquí he escrito tiene un solo fin, que es demostrar que la única justificación para permanecer juntos dos personas que hacen pareja, lo es el amor: ese sentimiento mágico, que es capaz de mejorarnos, hacernos más sensibles, disminuir nuestro egoísmo; y en general, hacernos diferentes a como éramos antes de enamorarnos, sobre la base de la certeza de que solo nosotros mismos somos responsables de nuestra felicidad. Pero nunca por lástima, compasión o para evitar que otra persona no sea feliz. Creo que la felicidad, como todos los beneficios que un ser humano logra, requieren de su esfuerzo y diligencia, donde se ponga lo mejor de nosotros para alcanzar la meta. De la misma forma, creo que el amor como cualquier relación importante, requiere de la sincera comunicación, clara comprensión y permanente intención de aceptar a las personas como son: con sus virtudes y defectos, siempre con la intención progresiva de ayudarle y ayudarnos a mejorar integralmente, en beneficio de la relación.

Finalmente, les cuento que tengo más de 50 años de feliz matrimonio y que, gracias a que he tenido las actitudes que aquí sugiero, las cuales han sido compartidos por mi maravillosa esposa, diez años menor que yo,  hoy disfrutamos de nuestro amor, con la misma ternura, comprensión y atención, que cuando iniciamos nuestra relación; precisamente porque no es la edad, ni la capacidad económica, ni ningún otro prejuicio social, lo que hace la solidez de la relación de pareja, sino la capacidad para aplicar el profundo respeto y reconocimiento por la persona humana, que se requiere en el matrimonio.

¿POR QUÉ  ESTAMOS JUNTOS?

Dejando por sentado mi respeto por la forma de pensar diversa, reflexionaré sobre un hecho discutido, y si se quiere discutible; cuál es el fundamento  de permanecer juntos como pareja. Pues bien, en principio siempre he pensado que se hace pareja porque se piensa que se es más feliz al lado de esa otra persona que escogemos a tal fin, que estando solos. Siendo así, no debe nadie exigir a su par que, independiente de la formalidad que le una, continúen unidos, si ambos no son integralmente felices. Nunca he procesado por qué las canciones y poemas hacen una tragedia porque alguien deje de amar  a otro, al punto de que hablan de que si tal persona deja de amarlos o los abandona se vuelven locos y hasta se suiciden; como si no existieran otros seres humanos que pudieran llenar el vacío que deja el que se va.

 Así mismo, nunca he entendido que sea una obligación amar o continuar amando a otra persona;  sino que, por el contrario, pienso que si alguien me amó fue porque se sintió feliz haciéndolo, pero además yo debería agradecer el tiempo que lo hizo y darle plena libertad de irse, para buscar un nuevo amor que le de lo que ya no siente conmigo. De la misma manera, pienso que tenemos que darnos la oportunidad de equivocarnos y por tanto tenemos el derecho, y si se quiere, la obligación de corregir; precisamente, buscando un nuevo amor. En este mismo sentido, así lo he escrito infinidad de veces en mi blog www.unavidafeliz.com, que han visto más de 2.850.000,00 cibernautas en 90 países, según lo indicó WordPress, que es la administradora de esta página, habiendo recibido miles de comentarios positivos de personas que han amado; han dejado de amar; vuelto a amar, y algunas, varias veces, hasta lograr encontrar esa persona especial que llenó sus expectativas sentimentales. En estos casos, bajo ninguna circunstancia esa persona odió a quien dejó de amarlo, trató de hacerle o hacerse daño, sino que entendió el derecho que ambos tenían de buscar y encontrar un nuevo amor.

Yo he escrito libros, poemas, y en mi juventud di conferencias sobre el tema, por lo cual me considero calificado para sugerir a los compositores, escritores, poetas y/o conferencistas,  que lejos de argumentar una tragedia porque alguien deja de amar a otro, le recuerden a sus lectores que, en el camino de la vida de cada ser humano, de allá para acá, siempre viene una o varias personas buscando, precisamente,  alguien como uno que, por decir lo menos, le haga compañía en el intento de entablar una relación que pueda progresar sentimentalmente. Quizás porque creo en las vibraciones e influencias que generamos los seres  humanos,  nunca he creído que sea llorando, quejándose o lamentándose, como se pueda conquistar un nuevo amor; precisamente, porque quien anda en busca de un amor, presume encontrar alegría, optimismo, atención positiva y… felicidad.

Todo lo que aquí he escrito tiene un solo fin, que es demostrar que la única justificación para permanecer juntos dos personas que hacen pareja, lo es el amor: ese sentimiento mágico, que es capaz de mejorarnos, hacernos más sensibles, disminuir nuestro egoísmo; y en general, hacernos diferentes a como éramos antes de enamorarnos, sobre la base de la certeza de que solo nosotros mismos somos responsables de nuestra felicidad. Pero nunca por lástima, compasión o para evitar que otra persona no sea feliz. Creo que la felicidad, como todos los beneficios que un ser humano logra, requieren de su esfuerzo y diligencia, donde se ponga lo mejor de nosotros para alcanzar la meta. De la misma forma, creo que el amor como cualquier relación importante, requiere de la sincera comunicación, clara comprensión y permanente intención de aceptar a las personas como son: con sus virtudes y defectos, siempre con la intención progresiva de ayudarle y ayudarnos a mejorar integralmente, en beneficio de la relación.

Finalmente, les cuento que tengo más de 50 años de feliz matrimonio y que, gracias a que he tenido las actitudes que aquí sugiero, las cuales han sido compartidos por mi maravillosa esposa, diez años menor que yo,  hoy disfrutamos de nuestro amor, con la misma ternura, comprensión y atención, que cuando iniciamos nuestra relación; precisamente porque no es la edad, ni la capacidad económica, ni ningún otro prejuicio social, lo que hace la solidez de la relación de pareja, sino la capacidad para aplicar el profundo respeto y reconocimiento por la persona humana, que se requiere en el matrimonio.

Dejando por sentado mi respeto por la forma de pensar diversa, reflexionaré sobre un hecho discutido, y si se quiere discutible; cuál es el fundamento  de permanecer juntos como pareja. Pues bien, en principio siempre he pensado que se hace pareja porque se piensa que se es más feliz al lado de esa otra persona que escogemos a tal fin, que estando solos. Siendo así, no debe nadie exigir a su par que, independiente de la formalidad que le una, continúen unidos, si ambos no son integralmente felices. Nunca he procesado por qué las canciones y poemas hacen una tragedia porque alguien deje de amar  a otro, al punto de que hablan de que si tal persona deja de amarlos o los abandona se vuelven locos y hasta se suiciden; como si no existieran otros seres humanos que pudieran llenar el vacío que deja el que se va.

 Así mismo, nunca he entendido que sea una obligación amar o continuar amando a otra persona;  sino que, por el contrario, pienso que si alguien me amó fue porque se sintió feliz haciéndolo, pero además yo debería agradecer el tiempo que lo hizo y darle plena libertad de irse, para buscar un nuevo amor que le de lo que ya no siente conmigo. De la misma manera, pienso que tenemos que darnos la oportunidad de equivocarnos y por tanto tenemos el derecho, y si se quiere, la obligación de corregir; precisamente, buscando un nuevo amor. En este mismo sentido, así lo he escrito infinidad de veces en mi blog www.unavidafeliz.com, que han visto más de 2.850.000,00 cibernautas en 90 países, según lo indicó WordPress, que es la administradora de esta página, habiendo recibido miles de comentarios positivos de personas que han amado; han dejado de amar; vuelto a amar, y algunas, varias veces, hasta lograr encontrar esa persona especial que llenó sus expectativas sentimentales. En estos casos, bajo ninguna circunstancia esa persona odió a quien dejó de amarlo, trató de hacerle o hacerse daño, sino que entendió el derecho que ambos tenían de buscar y encontrar un nuevo amor.

Yo he escrito libros, poemas, y en mi juventud di conferencias sobre el tema, por lo cual me considero calificado para sugerir a los compositores, escritores, poetas y/o conferencistas,  que lejos de argumentar una tragedia porque alguien deja de amar a otro, le recuerden a sus lectores que, en el camino de la vida de cada ser humano, de allá para acá, siempre viene una o varias personas buscando, precisamente,  alguien como uno que, por decir lo menos, le haga compañía en el intento de entablar una relación que pueda progresar sentimentalmente. Quizás porque creo en las vibraciones e influencias que generamos los seres  humanos,  nunca he creído que sea llorando, quejándose o lamentándose, como se pueda conquistar un nuevo amor; precisamente, porque quien anda en busca de un amor, presume encontrar alegría, optimismo, atención positiva y… felicidad.

Todo lo que aquí he escrito tiene un solo fin, que es demostrar que la única justificación para permanecer juntos dos personas que hacen pareja, lo es el amor: ese sentimiento mágico, que es capaz de mejorarnos, hacernos más sensibles, disminuir nuestro egoísmo; y en general, hacernos diferentes a como éramos antes de enamorarnos, sobre la base de la certeza de que solo nosotros mismos somos responsables de nuestra felicidad. Pero nunca por lástima, compasión o para evitar que otra persona no sea feliz. Creo que la felicidad, como todos los beneficios que un ser humano logra, requieren de su esfuerzo y diligencia, donde se ponga lo mejor de nosotros para alcanzar la meta. De la misma forma, creo que el amor como cualquier relación importante, requiere de la sincera comunicación, clara comprensión y permanente intención de aceptar a las personas como son: con sus virtudes y defectos, siempre con la intención progresiva de ayudarle y ayudarnos a mejorar integralmente, en beneficio de la relación.Finalmente, les cuento que tengo más de 50 años de feliz matrimonio y que, gracias a que he tenido las actitudes que aquí sugiero, las cuales han sido compartidos por mi maravillosa esposa, diez años menor que yo,  hoy disfrutamos de nuestro amor, con la misma ternura, comprensión y atención, que cuando iniciamos nuestra relación; precisamente porque no es la edad, ni la capacidad económica, ni ningún otro prejuicio social, lo que hace la solidez de la relación de pareja, sino la capacidad para aplicar el profundo respeto y reconocimiento por la persona humana, que se requiere en el mat

30 de Marzo de 2021  Por: Dr. Amaurí Castillo Rincón-MsC

Dejando por sentado mi respeto por la forma de pensar diversa, reflexionaré sobre un hecho discutido, y si se quiere discutible; cuál es el fundamento  de permanecer juntos como pareja. Pues bien, en principio siempre he pensado que se hace pareja porque se piensa que se es más feliz al lado de esa otra persona que escogemos a tal fin, que estando solos. Siendo así, no debe nadie exigir a su par que, independiente de la formalidad que le una, continúen unidos, si ambos no son integralmente felices. Nunca he procesado por qué las canciones y poemas hacen una tragedia porque alguien deje de amar  a otro, al punto de que hablan de que si tal persona deja de amarlos o los abandona se vuelven locos y hasta se suiciden; como si no existieran otros seres humanos que pudieran llenar el vacío que deja el que se va.

 Así mismo, nunca he entendido que sea una obligación amar o continuar amando a otra persona;  sino que, por el contrario, pienso que si alguien me amó fue porque se sintió feliz haciéndolo, pero además yo debería agradecer el tiempo que lo hizo y darle plena libertad de irse, para buscar un nuevo amor que le de lo que ya no siente conmigo. De la misma manera, pienso que tenemos que darnos la oportunidad de equivocarnos y por tanto tenemos el derecho, y si se quiere, la obligación de corregir; precisamente, buscando un nuevo amor. En este mismo sentido, así lo he escrito infinidad de veces en mi blog www.unavidafeliz.com, que han visto más de 2.850.000,00 cibernautas en 90 países, según lo indicó WordPress, que es la administradora de esta página, habiendo recibido miles de comentarios positivos de personas que han amado; han dejado de amar; vuelto a amar, y algunas, varias veces, hasta lograr encontrar esa persona especial que llenó sus expectativas sentimentales. En estos casos, bajo ninguna circunstancia esa persona odió a quien dejó de amarlo, trató de hacerle o hacerse daño, sino que entendió el derecho que ambos tenían de buscar y encontrar un nuevo amor.

Yo he escrito libros, poemas, y en mi juventud di conferencias sobre el tema, por lo cual me considero calificado para sugerir a los compositores, escritores, poetas y/o conferencistas,  que lejos de argumentar una tragedia porque alguien deja de amar a otro, le recuerden a sus lectores que, en el camino de la vida de cada ser humano, de allá para acá, siempre viene una o varias personas buscando, precisamente,  alguien como uno que, por decir lo menos, le haga compañía en el intento de entablar una relación que pueda progresar sentimentalmente. Quizás porque creo en las vibraciones e influencias que generamos los seres  humanos,  nunca he creído que sea llorando, quejándose o lamentándose, como se pueda conquistar un nuevo amor; precisamente, porque quien anda en busca de un amor, presume encontrar alegría, optimismo, atención positiva y… felicidad.

Todo lo que aquí he escrito tiene un solo fin, que es demostrar que la única justificación para permanecer juntos dos personas que hacen pareja, lo es el amor: ese sentimiento mágico, que es capaz de mejorarnos, hacernos más sensibles, disminuir nuestro egoísmo; y en general, hacernos diferentes a como éramos antes de enamorarnos, sobre la base de la certeza de que solo nosotros mismos somos responsables de nuestra felicidad. Pero nunca por lástima, compasión o para evitar que otra persona no sea feliz. Creo que la felicidad, como todos los beneficios que un ser humano logra, requieren de su esfuerzo y diligencia, donde se ponga lo mejor de nosotros para alcanzar la meta. De la misma forma, creo que el amor como cualquier relación importante, requiere de la sincera comunicación, clara comprensión y permanente intención de aceptar a las personas como son: con sus virtudes y defectos, siempre con la intención progresiva de ayudarle y ayudarnos a mejorar integralmente, en beneficio de la relación.

Finalmente, les cuento que tengo más de 50 años de feliz matrimonio y que, gracias a que he tenido las actitudes que aquí sugiero, las cuales han sido compartidos por mi maravillosa esposa, diez años menor que yo,  hoy disfrutamos de nuestro amor, con la misma ternura, comprensión y atención, que cuando iniciamos nuestra relación; precisamente porque no es la edad, ni la capacidad económica, ni ningún otro prejuicio social, lo que hace la solidez de la relación de pareja, sino la capacidad para aplicar el profundo respeto y reconocimiento por la persona humana, que se requiere en el matrimonio.