
Releyendo algunas de las disertaciones de Steve Jobs, me encontré una, al contenido del cual me referiré de seguidas: El decía algo como esto: “… haz de tu comida la medicina o tendrás que hacer de la medicina tu comida…”. Ciertamente,aunque nunca fui fan de Steve Jobs, simplemente porque creo que es el ejemplo de una relativa corta vida y porque aun sin conocer todos los detalles de su vida, creo que pudo vivir bastantes más años de los que vivió, lo cual hubiera sido lógico, ya que disponía de todo lo que requería para ello.
Ahora bien, respecto del contenido del pensamiento citado, pienso que tenía absoluta razón, ya que conozco personas que cuidan muy bien de lo que comen, en cuanto a calidad y cantidad de los alimentos, con extraordinarios y positivos resultados. Así, por ejemplo, si usted cuida de comer muchas frutas, otros vegetales como la calabaza, zuccini, pepino, granos y tubérculos variados, acompañados de ensaladas, evitando en lo posible ingesta continua de carnes rojas, pero abundando en el pescado, pavo, pollo y cerdo magros, seguramente su salud estará muy bien y por tanto, salvo contaminación con algún virus, microbio o bacterias, difícilmente requerirá tomar constantemente medicinas; precisamente porque como lo dijera Steve Jobs, usted ha hecho de la comida su medicina.
Por el contrario, las personas que ingieren abundantes cantidades de alimentos ricos en grasas saturadas, como enlatados, carnes rojas y la denominada “comida chatarra”, así como azúcar y bebidas azucaradas, incluidos los muy peligrosos “refrescos” y los jugos que se toman en la calle, sin conocer con certeza la calidad del agua con que los elaboran, corren el riesgo de consumir en ellos los muy dañinos conservantes, sabores y coloración artificiales, cuales afectan gravemente la digestión, así como que tienen otros efectos secundarios negativos sobre gran parte del organismo. Este tipo de personas, independiente de su edad, suelen tender a la obesidad y a contraer, entre otras, la enfermedad conocida como “diabetes II”, cuales pueden hacerles la vida una verdadera tragedia, porque no sólo física sino espiritualmente les hacen grave daño, ya que afectan además de su salud física su salud mental, como su estado de ánimo y autoestima. Como consecuencia de tan negativa forma de vida, estos individuos indudablemente son los primeros clientes de los laboratorios, como consumidores permanentes de fármacos, que es lo mismo que decir, como lo sentenciaba Steve Jobs,“hacer de las medicinas su comida…”
Creo importante comentar que venturosamente, en los últimos años se ha difundido la tendencia a la alimentación, sino naturista por lo menos hasta cierto punto semi-vegana, vale decir consumir muchos productos alimenticios vegetales en vez de hacerlo con carnes rojas y/o aquellas muy grasosas, pero si consumiendo productos proteicos como los huevos, cuales las últimas investigaciones han determinado que de ninguna manera per se hacen daño al organismo, independiente de que comas uno o más. En este mismo sentido, también es de nuevo cuño la tendencia a utilizar algunos productos de muy bajo costo, que se mantuvieron de muy bajo perfil, gracias a la poca divulgación y publicidad de sus grandes beneficios al cuerpo humano, como lo son el bicarbonato de sodio y el cloruro de magnesio; quizás por la gran influencia de los laboratorios en los medios de comunicación social de todo género, con la enorme propaganda a productos con nombres ostentosos y creadores de propensión a su consumo, que realmente derivan su origen de estos dos extraordinarios ya citados productos medicamentosos: el cloruro de magnesio y el bicarbonato de sodio, por lo cual perjudicaba a su mercado cautivo, el conocimiento de su uso directo disueltos en agua o de cualquier otra manera.
En el mismo orden de todo lo antes expuesto, creo que procede referir que hoy abunda la literatura por Internet sobre la importancia de la medicina natural, traducida en la utilización de plantas y sus cortezas, que durante muchos años se usaron como plantas de jardín o decorativas, pero que no se consideraban medicinales; pero que hoy se aplican a estos fines, como son por ejemplo y entre otras, las hojas y corteza de sauce para la inflamación prostática y como sustitutiva de la aspirina; las hojas y/o flores de amaranto, también llamado bledo y la sábila o aloe vera para diferentes usos medicinales, especialmente para mitigar las quemaduras o cualquier daño en la piel, así como de uso en productos de estética corpórea femenina.
Finalmente, yo interpreto como muy acertado el mencionado argumento de Steve Jobs, porque ciertamente, si no se tiene una alimentación sana, balanceada y con raciones de volumen estrictamente necesario para mantener la buena salud, nuestro cuerpo se afectará y enfermaremos de tal manera, que tendremos que consumir continuamente y a veces a diario, variados fármacos que, como lo dijera el mencionado Steve Jobs, prácticamente la persona afectada “..hará de la medicina su comida…” con los indudables resultados, en todos los casos, fatales para su salud.
Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com



Con mis setenta y siete años encima, como típica persona, no de tercera edad sino de juventud prolongada, absolutamente convencido de mi condición vivencial físico-espiritual, debo comentar que, a mi manera de ver el asunto de la edad como una circunstancia personal, debo comentar que considero que tiene dos efectos inmediatos sobre los cuales toda persona racional debe meditar amplia y sinceramente. Me refiero en primer lugar al aspecto físico, esto es, cómo afecta a nuestro cuerpo en la mayoría de nuestra integralidad corporal. Sin duda que al envejecer igual que todo ser viviente, tanto del reino animal como del vegetal, la tendencia es ir perdiendo capacidad física y sufrir efectos degenerativos, hasta llegar al final cuando morimos y nuestro cuerpo cumple su destino bíblico: “Polvo eres y en polvo te convertirás.”; lo cual por cierto es indefectible y por tanto no debería infundir temor a nadie, precisamente porque no hay como evitarlo. En segundo lugar, nuestra condición racional que conlleva nuestro convencimiento de nuestra espiritualidad, nos permite conocer que al morir, simplemente nuestro espíritu vuelve a esa dimensión de donde vino cuando nacimos, como nos lo anticipara Jesús de Nazaret cuando decía: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay”, dejándonos de tal manera el mensaje de que en verdad somos eternos por lo cual este paso por la vida es sólo una de las muchas etapas de nuestro crecimiento espiritual, lo cual debería hacer aún menor el temor a la muerte, porque lo que desaparece de la faz de la tierra es nuestra parte física pero nuestra alma continúa su proceso de crecimiento espiritual y eso es más bien beneficioso.
La caricia es algo más que el roce cariñoso o el toque amoroso a nuestro cuerpo, que independiente de si somos niños, jóvenes, adultos o ancianos, despierta sentimientos de complacencia, satisfacción, plenitud y seguridad; especialmente porque como seres humanos racionales somos simbióticos, esto es que estamos dotados no únicamente de nuestro cuerpo –que es físico y por tanto visible y detectable por nuestros sentidos- sino que además disponemos de una supra corporalidad extraordinaria y absolutamente etérea, no detectable por nuestros cinco sentidos conocidos, que definimos como nuestro espíritu. Este hecho hace que la caricia -esa que nos hace tanto bien- igualmente sea física, como captable únicamente por algunos de nuestros sentidos, o simplemente por nuestro espíritu. Por lo cual, una palabra, una mirada, una sonrisa o cualquier acto solidario o generoso, puede alcanzar igual o mayor capacidad de recepción, que una manifestación corporal.
Como todos los padres, tuve un Padre que, luego que regresó a su hogar original, en cualquiera de las noches claras cuando observo el firmamento, se que detrás de una oreja de la luna y en forma de estrella, me guiña un ojo diciéndome… “Que Dios te bendiga hijo.” En mi caso, y respecto de mi descendencia, he sido bendecido por Dios, porque a mis setenta y siete años soy padre de cinco hijos, quienes a su vez tienen trece hijos e inclusive, ya me dieron un bisnieto. Ser un padre para mi ha sido una bellísima aventura, porque tanto mis hijos como sus hijos permanentemente me manifiestan amor y yo los amo… mucho; quizás porque siempre -desde muy niños- he respetado su libre albedrío; tengo buen humor, no soy anecdótico, no aconsejo sino que emito criterio, ni pongo cara de intelectual cuando hablo con ellos, he logrado generar su confianza, por lo cual extrañamente, soy para algunos de ellos su confidente y a veces… su cómplice.
