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Archive for the ‘COITO SOCIAL’ Category

Hoy mantuve dos reuniones interesantes; la primera, con un activo luchador social e inscrito desde siempre en las teorías izquierdistas; la segunda, una empresaria desde el punto de vista filosófico-político, en el lado opuesto. En ambas la constante fue la preocupación por los vacíos existenciales que no logra llenar el poder, la riqueza ni la fama, que para mí responde a la necesidad de encontrar un medio para crecer espiritualmente.

Se trata del hastío de tanto materialismo que pretende imponerse frente a los principios y valores que fueron las raíces sobre las cuales cimentamos el desarrollo de familias honestas, con padres e hijos que disfrutaran de gozo, plenitud y solidaridad perdurables, pero conscientes de su importante rol individual, como guardianes de esos principios y valores, sin los cuales el hombre deja de ser importante frente al poder, la riqueza y la fama.

Quienes hemos mantenido esos principios y valores, dentro de los cuales Dios y el amor al prójimo son los principales, ni tenemos vacíos vivenciales, ni tenemos temores; porque al sentirnos hijos de Dios y por tanto imbuidos de su poder y amor, haciendo introspección del compromiso con nuestro congéneres, así como nuestra extraordinaria capacidad de adaptación a cualquier situación por muy difícil que fuere, la plenitud es tal, que no tenemos espacio para ningún vacío, porque ese coctel maravilloso compromiso-amor es demasiado dinámico, renovador y reconfortante.

No existen mecanismos de carácter externo, que divorciados de los principios y valores humanos, puedan substituir la espiritualidad de que éstos últimos están imbuidos; y como consecuencia, no son los elementos materiales como la riqueza o el poder, los que pudieran llenar esos vacíos que nacen y sólo pueden ser satisfechos por elementos intangibles como el amor, la solidaridad y el respeto por la persona humana, prioritarios frente a cualquier circunstancia económica, de poder o bienes tangibles.

Siento que se hace necesario reencontrarnos con la espiritualidad, dando oportunidad de expandir hacia el exterior ese potencial de amor y solidaridad humana, que todos tenemos como parte de nuestra herencia divina; aceptando gozosos, que nuestro espíritu prevalece frente a nuestra condición física, y por tanto es allí donde nace y se desarrolla la esencia de nuestra individualidad; y que de él depende la indispensable armonía físico-espiritual, que nos blinda frente a cualquier tentación, debilidad o adversidad, pero muy especialmente frente a esa insatisfacción angustiosa, de sentir y no saber como llenar esos vacíos… existenciales.

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Cuando hemos caminado un trecho largo de la vida, sintiendo que los malos momentos, las tristezas y los dolores del pasado son casi imperceptibles en el recuerdo, mientras que los bellos instantes, eventos agradables, experiencias edificantes y alegrías, permanecen frescos en nuestra mente como cuando los experimentamos, notamos que se debe a ese algo especial, maravilloso, mágico, divino e insustituible que produce ese milagro: EL AMOR.

Realmente, es el amor lo que le da sentido a la vida. Sin el amor, nuestra diferencia con los seres irracionales sería imperceptible; igual que ellos nacemos, crecemos, nos reproducimos y… morimos. En el devenir de la vida, de igual manera comemos, dormimos, nos enfermamos, nos curamos y deambulamos sin rumbo conocido, hasta llegar al sitio. Es la magia del amor lo que nos hace diferentes y únicos.

Por amor fuimos concebidos y crecimos en el vientre materno; nos protegieron, alimentaron, asistieron y educaron hasta llegar a nuestra mayoridad. Pero también por amor ensanchamos nuestra alma, aceptamos a nuestros semejantes, crecemos en sensibilidad, solidaridad humana y generosidad para con nuestros hermanos humanos.

Sin el amor, nuestras virtudes se convertirían en aberraciones: la inteligencia y el conocimiento, que pueden dar tanto beneficio al mundo, sería utilizados para el mal; la riqueza y el poder, que pueden ayudar a tantos, se convertiría en fuente de avaricia, codicia, envidia y tiranía; la fe que nos fortalece y enaltece, se transformaría en irracional vivero de absurdo y fanatismo; la justicia y la equidad, fundamentales para la paz social, se convertirían en instrumentos de bajos instintos, bastardos intereses y acciones deleznables; el sexo, que debe ser sagrado entre quienes se aman, porque prolonga con la descendencia su amor en el tiempo, se convertiría en solo concupiscente, temporal, insatisfactorio y fuente de manipulación.

Sin amor la libertad personal -que es un derecho natural por legado divino- sería coartada y quizás eliminada en beneficio de quienes no amando, se dejarían arrastrar por sus intereses personales, dando paso al egoísmo, la crueldad, la insensibilidad, la ausencia de solidaridad humana y… la esclavitud.

El amor debemos promoverlo, cultivarlo, excitarlo y alimentarlo, porque es lo único permanente y verdadero antes, durante y después de nuestra vida física. Si amamos seremos felices y buenos para la humanidad, porque es ese sentimiento maravilloso de dar –esencial del amor- lo que nos permite vivir una vida buena y nos hace merecedores de llamarnos… hijos de Dios.

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«NO ME DIGAS COMO HACERLO, HAZLO CONMIGO»

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Como habitantes de Venezuela, un país de eterna primavera, con hermosos bosques, montañas, y llanuras; majestuosos ríos, lagos y playas de ensueño; una fauna y flora espectaculares; y sobre todo, con gente noble, generosa y amorosa, hoy, inexplicablemente estamos en riesgo de perder nuestra tranquilidad.

Quiero significar que estamos a tiempo de enderezar senderos porque aún tenemos reservas morales y mucho amor en nuestro corazón. No obstante que un pequeño grupo, de diferente matiz, que no pasa del diez por ciento de la población, nos quiera convertir en Tirios y Troyanos, no somos eso: somos venezolanos y… hermanos. Sin duda, existe diferencia en la forma de pensar entre unos y otros, pero eso no es malo, sino interesante, porque nos orienta a demostrar que unos podemos ser más útiles que otros, y así el país…gana.

Especialmente en época de convulsión mundial, cuando el modelo económico tradicional cruje frente a los cambios que produce la necesidad de un desarrollo para el hombre y no para la riqueza, la paz y tranquilidad son dones que no caen del cielo, sino que nos toca a todos y cada no de quienes habitamos este último refugio del mundo, hacer todo por lograrlo.

Tenemos que repensarnos y reencontrarnos de forma sincera y eficaz. Hoy más que nunca el país nos necesita; la patria nos llama, y no debemos olvidar que, cuando el clarín de la patria llama hasta el llanto de la madre calla. No podemos defraudarla. Somos sus hijos buenos que aman, esperan y son capaces de darlo todo. Los venezolanos siempre hemos sido del tamaño de la circunstancia que se nos presente.

Venezuela no comienza ni termina hoy. Somos y seremos siempre un gran país; refugio de propios y extraños. Todos somos necesarios e importantes. No hay nada simple ni sencillo, todo amerita un esfuerzo. Tenemos que abrir nuestro corazón y sentimientos, darnos la mano para encontrar el mejor camino que asegure a nuestros hijos y ancianos, que tienen y seguirán teniendo un país donde actuamos como hermanos y se puede ser feliz.

No es difícil encontrarnos. La causa es demasiado importante para no obviar diferencias. Requerimos concertar y concertarnos; mirar más allá, haciendo a un lado nuestras miserias humanas, reconociendo lo bueno que se haga y censurando lo malo sin importar su origen. Debemos otear el horizonte cercano, porque de allí avizoramos lo mediato y de largo plazo.

No es trabajo de una sola Institución, grupo o persona; es labor de todos quienes habitamos este país, sin excepciones. Yo, que he recorrido y vivido en  varios países, con propiedad puedo decirles, sin que me quede nada por dentro, que no conozco ninguno como este, donde existen todas las condiciones para vivir felices. Sería un verdadero desperdicio, no aprovecharlo por la ùnica razón de no ser capaces de ponernos de acuerdo.

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«SOY UN TODO CON DIOS Y… CONTIGO»

Leyendo el criterio del Dr. Roy Jenson sobre el «coito social», en su interesantísimo libro «Viva no Sobreviva», derivado del significado originario del vocablo coito cual no es otro que «conversación» o «interacción», se me ocurre reflexionar sobre la importancia de que esa comunicación diaria con nuestros semejantes, de alguna manera esté imbuida de ese mismo entusiasmo, que se hace presente cuando compartimos algo muy importante e íntimo; en el caso de la interacción humana, nuestra condición de seres intelectivos, sensibles, afectivos y solidarios.

Nuestra naturaleza gregaria nos induce a conectarnos mental y emocionalmente con la idea de compartir vivencias,  experiencias y… ayuda mutuas, como condición para aumentar nuestras probabilidades de vivir  una vida plena, cual no es posible de lograr aislados  o en solitario. Por tanto, se requiere el esfuerzo de sentir a las personas con quien nos comunicamos, haciendo el ejercicio de ponernos en su lugar, y sinceramente,  interesarnos por sus particulares situaciones.

Pienso que debemos conectarnos con el alma de nuestros interlocutores, que es como decir, imbuirnos de su situación, fuere buena o mala. En el primer caso, compartiendo su alegría y sus buenos augurios, porque el compartir aumenta la placidez; en el segundo, dando apoyo moral, y a ser posible físico, a fin de que la carga se haga menos pesada, porque cualquier situación por desagradable que fuere, siempre es más llevadera entre dos, que en solitario.

Somos un todo con Dios y con el resto de los demás seres humanos. Por tanto, las experiencias de mi hermano, de alguna manera tocan mi bienestar. Somos como órganos de un mismo cuerpo; si se afecta un órgano, influye en su integralidad funcional. De tal manera, así como cuando disfruto el éxito de mis hermanos, cuando me solidarizo con su dolor, les abro mi corazón y les ofrezco mi mano solidaria, estoy contribuyendo con  mi propio bienestar.

Es que no sabemos ser felices en soledad. Todos necesitamos de… todos. Compartir nuestra existencia es condición sine qua non para lograr nuestra realización material y espiritual.

Nuestros hermanos humanos son el mayor regalo que Dios nos dio, porque sin ellos nuestra vida no tendría significado. Por eso tenemos que amarlos, aceptarlos, entenderlos, edificarlos,  y  a ser posible, convertirlos en parte de nosotros mismos. Fue eso lo que quiso significar Jesús cuando enseñaba: «Ama a tu prójimo como a ti mismo.» En esa sencilla expresión nos dejó un compendio filosófico de amor, fe y esperanza; pero también, por nuestra diversidad natural, nos dejó un compromiso: aceptar a nuestros hermanos humanos como Dios los hizo, porque al ser hechos  a su imagen y semejanza, no existe ninguna posibilidad de identidad, porque Dios es esencia, energía y poder juntos, sin imagen determinada; más allá del tiempo y el espacio.

Si reflexionamos sobre este tema, entenderemos todo lo hermoso, amoroso, sensible y solidario que está guardado, hibernando  en cada ser humano, siempre esperando que alguien toque la puerta y despierte su caudal de amor, para saciar su sed de dar.

Sin duda, es la necesidad de sentir que somos parte de un todo; que no estamos aislados y que nuestros asuntos son del interés de esos muchos hermanos nuestros, que Dios puso sobre esta tierra para que nunca nos sintiéramos solos. No asimilarlo sería  una torpeza… imperdonable.

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