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Archive for the ‘ADMINISTRACIÒN DEL TIEMPO’ Category

LA ENFERMEDAD Y EL ESPIRITU (TERCERA ENTREGA)

                            AYUDATE  Y  YO  TE  AYUDARÉ

Frente al multimillonario negocio que ha resultado para laboratorios y “especialistas” los más de mil tipos de cáncer (Existentes especialmente en sus mentes),  diariamente divulgados y que inciden en contra de nuestra economía y salud, algo tenemos que hacer para protegernos.

Desde mi óptica, nada comprometida con intereses económicos ni científicos, pero profundamente humana y elementalmente práctica, dos son las armas más efectivas a nuestro alcance: en primer lugar, nuestra fe en el poder que Dios nos comparte en cada segundo de nuestra existencia; y en segundo término, una alimentación balanceada y menos acidificante de nuestro cuerpo, cual es el terreno abonado para la mayoría de las enfermedades,  conforme a la opinión del Dr. Otto Heinrich Warburg (1883-1970), Premio Nobel 1931 por su tesis «La causa primaria y la prevención del cáncer», quien atribuía esta enfermedad a una “…alimentación antifisiológica y un estilo de vida antifisiológico…”. Este científico de la salud relacionaba la “Alimentación  Antifisiológica”, a la dieta basada en alimentos acidificantes y sedentarismo. Sobre esta base él determino que “Los tejidos cancerosos son tejidos ácidos, mientras que los sanos son tejidos alcalinos.»

 De tal manera, en primera instancia nuestro fortalecimiento espiritual nos protegerá de muchas enfermedades, en la medida en que no tengamos duda de que:

-Somos la obra más acabada y perfecta de Dios y por tanto nada debemos temer;

-Como hechura de Dios, lo normal es la salud,  la enfermedad es la excepción;

-Tenemos capacidad para vencer cualquier padecimiento, porque nuestro cuerpo  se renueva permanentemente;

-Nuestro cuerpo sigue las órdenes de la mente que se conecta con el espíritu y este con Dios, quien nos transfiere su poder y podemos aplicarlo;

-Nada es más poderoso que Dios y Él está con nosotros y así será… siempre.

Para crear las condiciones para aplicar la efectividad de nuestra fe, estamos obligados a amar y por tanto cuidar de nuestro cuerpo físico, proporcionándole alimentos que fortalezcan el organismo mediante un metabolismo  fisiológicamente idóneo.

Así tendremos que, para tener una vida sana deberemos estudiar la abundante información tanto en Internet como en otras fuentes, de cuál es el valor nutritivo y curativo de las frutas y los otros vegetales, que tenemos a nuestro alcance; así como el nivel de utilización de fertilizantes e insecticidas en su producción, que pudieran afectar negativamente su consumo.

En segundo término, investigar los niveles de acidificación de las diferentes carnes y otros productos energéticos utilizados en la alimentación, especialmente el azúcar refinada. Asimismo, revisando sobre los conservantes utilizados en los productos enlatados y embotellados, así como su integración química para determinar su influencia en la salud.

Con toda esa información procesada y evaluada, estaremos en plena capacidad de consumir y utilizar aquello alimentos que nos permitan considerarnos sanos, fuertes y bellos, lo cual unido a nuestra espiritualidad nos hará menos vulnerables, y quizás inmunes a la mayoría de las enfermedades. Es esta la actitud que conozco en la gente sana y… feliz.

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A raíz del fallecimiento de Steve Jobs recibí algunos correos de quienes no procesan su muerte, mientras que, aparentemente, tántos buenos para nada, sin aportar algo positivo al mundo, siguen vivos.

Se más de la vida que de la muerte; pero aunque parezca incongruente, la muerte es parte denuestra vida física. Sin embargo, el resultado de esta precisión dependerá de la óptica personal para utilizarlo positiva o negativamente.

En el caso de Steve Jobs, éste utilizó la parte positiva cuando en un discurso que dio en la Graduación de la Universidad de Stanford en el año 2005, al referirse a su propia muerte dejó un mensaje que todos, independiente de la edad, deberíamos leer, meditar y recordar, cuando expresó:

“Pensar que estaré muerto pronto es la herramienta más importante que he tenido, pues me ha ayudado a tomar las grandes decisiones de mi vida. Casi todo –las expectativas externas, todo el orgullo, todo el miedo a hacer el ridículo o a fracasar- desaparece de cara a la muerte y queda lo que es realmente importante. Recordar que vas a morir es la mejor manera que hay para evitar caer en la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay razón para no seguir tu corazón. Tu tiempo es limitado. No lo desperdicies viviendo la vida de otra persona. No te dejes atrapar por el dogma de vivir con lo que resulta de los pensamientos y las ideas de otros. No permitas que el ruido de las opiniones de los otros silencie tu voz interior. Tu trabajo va a llenar gran parte de tu vida y la única forma de estar realmente satisfecho es hacer lo que consideras es un gran trabajo. La única forma de hacer un gran trabajo es amar lo que haces. Si no lo has encontrado aún, sigue buscando. No te conformes. Como todo lo que tiene que ver con el corazón, te darás cuenta cuando lo encuentres. Así como sucede con cualquier relación trascendente, se pone mejor y mejor con el paso de los años.”

No pareciera difícil entender el mensaje de ese polifacético genio, quien en el fondo trató de decirnos que, si la muerte es lo más negativo para la mayoría de las personas, pero podemos convertirlo en algo muy positivo, entonces… ¿QUE PUEDE SER TAN TERRIBLE EN LA VIDA QUE NOS CONVIERTA EN NEGATIVOS?

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EL AMOR ESPONTÁNEO NO CONOCE ATADURAS

No tengo dudas al respecto; me consta porque lo he vivido: PUEDE EL ULTIMO AMOR SER EL PRIMERO.

Como lo escribiera Andrés Mata, el alma se asimila “…al pájaro señero que roto el nido en un ruinoso alero, en otro alero reconstruye el nido” y representa un mensaje de esperanza para los enamorados, porque ese sentimiento maravilloso de amar jamás desaparece: siempre está en nosotros, dispuesto a  vivir y… revivir, si fuere nece
sario.

¿Qué sería de nuestra vida sentimental si sólo pudiésemos sentir amor por una sola vez? Seguramente viviríamos angustiados y no podríamos disfrutar las delicias del amor integralmente, en todo momento y sin reservas ni temores.

Es que, quienes amamos pueden llegar, quedarse, alejarse o irse, pero nuestro amor no: el está ahí, sembrado en lo más profundo de nuestro sentimiento, trabajando en la parte más importante de nuestra vida: nuestra realización física y espiritual.

Nuestro mayor incentivo y motivación para triunfar  y ser mejores en la vida, es lograr el éxito  para obsequiarlo a  esa persona o personas  que amamos. Y como sin amor no existe felicidad y sin ésta no vale la pena la vida, en procura de ese alimento,  indispensable para nuestra merecida felicidad, amamos tantas veces cuántas fuere necesario.

Como el amor real, edificante y bueno, es el que se disfruta con libertad, quienes amamos sólo estamos obligados a continuar juntos, mientras experimentemos esa sensación especial de compartirlo todo.

¿Cuál es la salvación cuando un amor se va? Simplemente, que vendrá otro que será “…más duradero y menos doloroso que el olvido.”;  y a eso tenemos que aferrarnos, ya que, somos nosotros y nadie más quien decide cuando, a quién y cómo amamos.

Así que, el compromiso no escrito pero vigente siempre, es amar con libertad y conceder lo mismo.  Por tanto, si ya no nos amaran más, pues mala suerte para quien deje de amarnos  porque en tal caso, se lo pierde. Nosotros, simplemente, como el pájaro señero, “…en otro alero reconstruiremos el nido.”

La consigna es amar sin temor, sin sospechas, sin pedir ni esperar más de lo que somos capaces de dar.

La recompensa por amar es tan más hermosa, edificante, sublime y placentera, que como casi todas las cosas valiosas en esta vida,  conlleva un riesgo de dolor que vale la pena correr.

 En todos los casos, como lo escribiera ese cumanés insigne, “…después de cada invierno, florece nuevamente el limonero.”

 

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NO ES IMPORTANTE SI NOS VAMOS O REGRESAMOS, SÓLO QUE… HEMOS VIVIDO

Hoy, desde mi ventana miré una gota de rocío rodar sobre un pétalo de rosa; luego la vi precipitarse en una lenta caída hacia el césped, donde se perdió entre la yerba, sin un chasquido, rumor o ruido alguno.

Simplemente, la depositó la noche, cumplió su función vivificante y luego, como llegó se fue a un nuevo espacio, desconocido pero necesario para su fin.

Creo que así debe ser nuestra vida. Como una gota de rocío llegamo
s  en una noche cualquiera, nos posamos sobre esta tierra, cumplimos nuestra función y luego… nos vamos. ¿A dónde? No tiene importancia, solamente nos vamos o quizás… regresamos.

Pero así como esa gota de rocío, mientras existe vivifica el pétalo de la rosa, calmando su sed siempre existente y luego se incorpora a la tierra para seguir dando vida, igual nos corresponde  a nosotros vivir, amar, ser útiles y, si es posible de alguna manera, en otra dimensión,  continuar siéndolo aún después de esta vida.

Así como el agua, la noche, el pétalo de la rosa, el ruido y los aromas que inundan el espacio, crean la gota de rocío, sus condiciones, dándole vida y función, así en este mundo físico donde nuestro espíritu viene a materializar sus experiencias, podemos encontrar lo necesario para vivir integralmente, disfrutar, servir y… ser mejores.

¿Cuánto podemos vivir? Tampoco es trascendente. Si algo pudiera serlo, sería cómo y para qué vivimos. En tal sentido, corresponde lograr una existencia edificante y plena, que nos posibilite, durante este camino por la vida, superarnos espiritualmente creciendo en amor, generosidad,  comprensión y fe en que existe algo más para nosotros, que requirió este paso necesario, precisamente, para avanzar hacia esa meta.

Por eso, como la gota de rocío debemos vivir una vida refrescante, armónica, pausada, liviana, tranquila,  sin otra preocupación que la del momento; porque como esa gota no conocemos nuestro destino, pero sí sabemos que existimos porque  tenemos una función que consumar, que es importante, y que sin que interese en cuanto tiempo, sin duda alguna… la cumpliremos.

Hoy, cuando el manto negro de la noche cubra las cosas y las estrellas me guiñen burlonas su inmensidad y lejanía, recordaré que como esa gota de rocío, soy un milagro de Dios que no está aquí por accidente, sino con un plan que, aunque no conozco, es bueno para mí y para quienes me rodean y regocijado… daré gracias.

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La relación familiar para que se mantenga permanentemente grata, emocionante y  edificante, requiere de amor, ternura, atención y cuidado.Especialmente en  los grupos familiares con hijos si la pareja actúa con suficiente inteligencia, sin permitir que la emoción y entusiasmo por éstos desplace el afecto y atención mutuos, cuando los hijos abandonen el hogar, este continuará fuerte y cálido.

Se requiere comprender que, independiente del amor y apego por los hijos, hay leyes inmutables que en vez de atemorizarnos deben llamarnos a reflexión sobre el sagrado derecho de todos a diseñar, construir y disfrutar  su propia vida.

Cuando los hogares, durante la época del crecimiento de los hijos, fueron dinámicos, entusiastas y disfrutaron equilibradamente, cada cual en su rol y sin dejar en segundo lugar la atención personal y afectiva del cónyuge,  cuando éstos dejan el hogar, allí permanecerán todos esos sentimientos que hacen del hogar no sólo refugio de paz, sino fuente de amor, pasión y… vida.

Pero cuando los cónyuges no cuidaron y abonaron ese espacio íntimo especial, indispensable para mantener activa la relación de pareja, cuando los hijos emigran del hogar paterno, la magia escapa y el hogar se convierte en un cascarón vacío.

La lucha para lograr sacar adelante la familia no sólo debe conllevar esfuerzo, sino además consecuencia, aceptación, ternura, dedicación e… inteligencia, para mantener encendida la llama del amor conyugal, que debe alimentarse manteniendo celosamente, ese espacio conyugal esencialmente personal e íntimo, pero sensible ante cualquier influencia externa, inclusive la de los hijos.

Sano es considerar que los hijos, al menos en el hogar, son pasajeros; ellos crecerán y se irán, pero papá y mamá, igual que al iniciar la familia quedarán juntos; por eso, debe haberse mantenido la calidez del amor y atención personal, para cuando ellos ya no estén el hogar siga con vida, el tiempo siga siendo agradable,  las noches y los días estén plenos de bellos recuerdos y no de quimeras o nostalgia.

En verdad, no existe soledad cuando se ama, porque si tenemos a nuestro lado al ser amado, el producto de ese amor que son los hijos, sin importar la distancia, siempre estarán presentes en el sentimiento,  y su recuerdo contribuirá al calor, asistencia y consuelo mutuo que dará seguridad a los hijos de que sus padres, no obstante cuanto les amen, sabrán ser felices sin ellos, en un hogar que seguirá siendo el suyo… por siempre.

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        ALCANZAR LA VEJEZ ES UNA BENDICION DE DIOS

Aunque me considero sin edad, porque no me siento viejo ni enteramente joven, sino más bien de juventud prolongada, sí tengo que sufrir impotente  la exclusión más aberrante de estos últimos años en mi país; ya que, dentro del mundo de las etiquetas actuales -cuales ninguna requiere mi aprobación- estoy clasificado dentro del grupo etario de la “tercera edad”.

Hoy en Venezuela, pertenecer a la tercera edad, que es como decir ser padre o madre de las actuales nuevas generaciones y haber dado más de cincuenta años de dura lucha y trabajo para hacer el país que tenemos, pareciera ser una mácula, que nos condena a una injusta y terrible  exclusión.

Las personas mayores de seseny cinco años en vez de merecer reconocimiento y respeto, tal como si nuestra vida no valiera nada, no tenemos derecho en nuestro país a suscribir ninguna póliza de seguros que proteja nuestra salud.

Ni el Estado ni la sociedad en general –y creo que, algunas veces, ni nuestra propia familia-  se consideran obligados a permitirnos asistencia digna, oportuna y eficiente, en caso de una enfermedad, que pudiera hacer dolorosa nuestra vejez o producir nuestra muerte.

Como consecuencia, o tenemos suficientes Dólares para suscribir una póliza internacional o corremos el riesgo de morir de mengua, por pares en una cama de nuestros hospitales públicos.

Asimismo, si observamos las ofertas de trabajo en la prensa, en el más alto porcentaje, no se aceptan solicitudes de personas mayores de cuarenta y en algunos casos de treinta y cinco años de edad. Esto es como decir: si no tienes una pensión, muérete de hambre ya; y si la tienes, dado lo exiguo de las mismas, desaparece lentamente por inanición o enfermedad.

Estuve en un Banco, donde personas protestaron por la prioridad para las personas de la tercera edad.

¿Habrase visto mayor exclusión, por no hablar de insensibilidad?

 Y todo únicamente por el hecho de haber vivido, cumplido con las normas sociales creando una familia, educando los hijos y servido al país…

 ¿Verdad que es abominable? Pero es una realidad actual indiscutible.

¿Será que los dirigentes políticos, funcionarios públicos y ejecutivos de las Empresas de Seguros no están felices de vivir,  no tienen padres, o esperan que ni ellos ni sus descendientes superen los sesenta años de edad?

En tal circunstancia… ¿Será que las personas de la tercera edad no tenemos patria o debemos irnos del País para vivir con dignidad?

Alguien debería responder esta interrogante con sabor a frustración.

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Son iguales la madre de Cristo y la de Judas»

¿Tienen las mujeres una composición exclusiva  o son un producto especial diferente a los hombres?

 Sin duda que no; creo que algunas dejan salir lo mejor de sí, porque entienden la responsabilidad que emana de su feminidad, al posibilitarles ser… madres.

Pero como todo en la vida tiene sus excepciones, no todas las mujeres que traen al mund
o hijos merecen ese calificativo.

Las madres, las verdaderas madres son aquellas que sueñan con un hijo como producto de su amor; que lo mantienen tiernamente en su vientre por meses, y que, llegado el momento, exponen emocionadas todo, incluida su vida, para traerlo al mundo sano y salvo.

Son esos seres maravillosos que sienten y dan ternura inigualable; que hacen del amor, la paciencia, la generosidad, la aceptación y ausencia de rencor, una conducta inalterable.

Las madres no saben de horarios, condiciones de trabajo  ni compensaciones, más allá de una sonrisa, un balbuceo, unos ojitos entornados o un suspiro cuando su bebé duerme.

Esas creadoras de vida, nunca dejan de serlo; no importa si sus hijos son niños, adolescentes, adultos o mayores, ellas siguen siendo siempre… madres.

Quienes tuvimos la suerte de crecer al lado de una, de recibir su ternura y comprensión sin límites, aún cuando hayan pasado muchos años que se haya ído, sentimos que la necesitamos y que,  quizás, siempre nos hará falta.

Andrés Eloy Blanco escribía que Son iguales la madre de Cristo y la de Judas porque ambas están hechas de pulpa milagrosa.”  Hoy, a más de veintiséis años de haber perdido la mía, al recordarla, siento toda la vigencia de ese sentido  verso, porque yo disfruté esa ternura, casi… milagrosa.

Aunque no creo en un día especial para celebrar la existencia de las madres, porque siento que todos los días son de ellas; en este Domingo, cuando los hijos celebran en su nombre, quiero engalanar mi verbo para decirles cuánto las amo, cuánto las admiro y cuánto siento que son buenas para todos y cada uno de los habitantes de este mundo.

Así que, quienes la tengan viva no esperen para después; vayan ahora mismo, recuéstense en su pecho, sientan esa hermosa música que representa un corazón que palpita de amor y repitan hasta el cansancio: te amo, te amo, te amo. Porque pudiera ser que mañana, aún deseándolo mucho,  ya no tengan esa reconfortante oportunidad.

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Hoy trataré sobre  temas apasionantes: Fantasía y Magia, recursos mentales que nos permiten idear situaciones como desearíamos que sucedieren y que, debidamente administrados, se convierten en venero de extraordinarias sensaciones. Según opiniones liberales “La fantasía es producto de la imaginación… la Libre actividad del pensamiento por la cual premisas y conclusiones pueden ignorar la realidad. Esto nos indica que nuestra mente, al poder ignorar la realidad, está en capacidad de convertir lo normal en fantástico y eso es de gran trascendencia  en el logro de la felicidad; entre otras cosas, porque la felicidad no es nada físico, ni tangible, sino un sentimiento derivado de nuestra actividad mental, que materializa en una sensación físico-espiritual.

Así, si yo idealizo una situación cualquiera como fantástica, ese es el mensaje que mi cerebro envía a mi mil millonésima reserva de células que integran mi cuerpo, cuales al hacer sinapsis conforman mi estado de ánimo, que al final determina el color, sabor y calidez de mis sensaciones. Por ejemplo, puedo fantasear con el cuerpo de mi esposa, con su voz, con su pelo, con su piel, con su sexo, y no por eso cambio su conformación física, sino que simplemente mi mente la convierte en lo que yo idealizo, produciéndome  satisfacción en la misma medida y extensión de mi fantasía.

Idéntico al ejemplo anterior, cuando me alimento, visto o realizo cualquier actividad diaria, puedo fantasear sobre su contenido o significado. Mi mente es infinita… da para todo. Cómo lo veo, siento o asimilo, es algo que procesa mi cerebro de la misma manera como se lo ordeno. Cuando fantaseo sobre algo es porque le doy esa orden al cerebro. Si le digo: “Quiero que conviertas esta situación normal en fantástica y te ordeno que lo hagas de tal manera”, y abra-kadraba, está hecho en fracción de segundos. Tan fácil como eso. Puedo sentirlo, percibirlo, disfrutarlo. Simplemente, lo vivo. Soy tan especial como ser humano, que me doy el lujo de VIVIR LA FANTASIA, que es como decir que soy capaz de convertir la irrealidad en realidad. Pues bien, al menos en mi vida, en la cual por cierto soy bien feliz, la fantasía es parte importante de mi existencia diaria. Doy testimonio de que ella siempre me ha producido felicidad.

Respecto de La Magia, no sabría vivir sin ella. Las contadas oportunidades en que soy infeliz, es porque pierdo el rumbo de mi querida magia. Claro está que no me refiero a esa magia, antiguamente vinculada a la Astrología y  la Alquimia como  “el arte de influir en el curso de los acontecimientos o adquirir conocimientos por medios sobrenaturales». Para mí esa es otra magia, la cual por cierto no me da ni frío ni calor. Me refiero a mi magia, la que con mi intelecto puedo fabricar; esa que me hace convertir un asunto común y corriente en algo diferente y agradable. Esa que como pareja nunca he permitido que perdamos; esa que le da un valor especial a ese cuadro de arte sobre la pared, a ese viejo libro en la biblioteca, a ese antiguo prendedor, cuyo precio de adquisición en una feria fue muy bajo, y a esa vieja servilleta ya amarillenta, guardada en un álbum donde se lee: “Te amo”. Aquella que algunas tardes, cuando juntos nos sentamos en un café y pedimos el mismo chocolate muy caliente con que desayunamos, extrañamente su aroma inconfundible  nos devuelve casi cuarenta años atrás y nos recuerda que somos privilegiados porque aún nos amamos como en aquel tiempo, o quizás… más.

A la fantasía y a la magia, nosotros como pareja  le debemos mucho de nuestra felicidad conyugal; quizás por eso la cuidamos tanto y no permitimos que ninguno de nuestros días dejen de tener por lo menos un momento de fantasía o magia. Por eso les aconsejo que si hasta ahora no le han dado el valor que tienen, empiecen a usarlas y, seguramente, aumentará su felicidad.

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¿Por qué es tan difícil la buena relación permanente de pareja? Siento que el asunto no responde a procesos de lógica racional, sino a reacciones viscerales.

Es lógico abandonar la soltería, caundo se ama a otra persona y hacer todo lo posible por y  para compartir con ella los mejores sentimientos, en  una vida emocionante, armónica y agradable.

Pero…¿No  es ilógico que, logrado el objetivo principal  de convivir con la persona amada, en vez de hacer más fuertes los sentimientos de ternura, comprensión, solidaridad, entusiasmo, emoción, pasión y sexualidad, estos se desmejoren progresivamente?

Se trata de la incapacidad de entender la importancia de mantener y alimentar permanentemente el entusiasmo, la emoción, la ternura, la magia;  y ese toquecito de locura que debe dársele siempre a… la sexualidad.

En las  parejas felices, la relación es el eje alrededor del cual gira toda la actividad de ambos. El hacer pareja es aunar amor, personalidad y esfuerzos, en pro de una relación afectiva,  progresiva y permanente.

¿De qué serviría la riqueza, títulos, honores, fama o poder, si no se tiene un amor que llene integralmente, con el cual compartir  éxitos o desvelos?

Por años he observado que las parejas desean una buena relación, pero presentan problemas para mantener la armonía, entusiasmo y emoción cotidiana. De toda esa experiencia deduje que, normalmente,  las personas piden todo de su pareja, pero poco están dispuestos a aportar por el logro de mantener el amor con libertad y la comunicación con respeto y armonía.

La relación de pareja no acepta supremacías, porque es de dos, con iguales derechos y deberes, para convertirse en uno; donde ambos pierden o ganan de idéntica forma. Si uno y otro no sienten que aman con libertad  y no con temor o resignación,  la relación no puede mantenerse. Es que nadie hace pareja para sentirse peor que  permaneciendo soltero.

El éxito o fracaso de la pareja es asunto de dos; especialmente para quienes aman por vocación y decisión propia, pero no porque intereses subalternos, le indiquen la unión como  posibilidad de solucionar algo diferente a la conveniencia de amar y ser amado; compartir y dar lo mejor de sí, en una relación que  puede llegar a ser la más hermosa aventura que ser humano alguno pueda experimentar.

Es esto lo que siento, luego de más de cuarenta y nueve años de feliz matrimonio,  y me siento obligado a divulgarlo.

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“LA FELICIDAD DEBE CONSIDERARSE COMO UN OBJETO DE LA CIVILIZACIÓN”

Oswald.-

Para satisfacer a una asidua lectora que me escribe de Montevideo, nuevamente trato sobre el tema de la felicidad como máxima ambición del ser humano. En tal sentido,  coincido con Oswald, porque ser felices, aunque es un hecho cultural, constituye un derecho humano natural, quizás el más sentido,  que todos debemos procurar ejercer.

La felicidad no tiene una definición universal única, pero erróneamente las mayorías la imaginan vinculada o dependiente de factores como riqueza, belleza, fama o poder; sin embargo, sin desestimar su importancia, como elementos complementarios, no podría por sí sola ninguna de ellas originarla o mantenerla.

Es que para producirnos felicidad, que es  un sentimiento de realización material-espiritual, requerimos vincular nuestro cuerpo al espíritu, lo cual sólo produce el binomio Dios-Amor, cuales venturosamente viven dentro de nosotros y están siempre a nuestro alcance.

Por ejemplo, cuando degustamos un trago de vino en solitario, por nuestras papilas gustativas sólo recibimos satisfacción corporal, pero al compartirlo con la persona amada, al incorporar la parte espiritual representada por el amor, lo convertimos en un acto feliz. Idénticamente, realizar el acto sexual para satisfacer la urgencia  biológica, sólo produciría satisfacción corporal; pero si lo experimentamos con la persona amada, al incorporar la parte espiritual representada por el amor, lo convertimos en un acto feliz.

La felicidad no se obtiene por eventos extraordinarios o especiales -cuales por cierto se dan muy pocas veces en la vida- sino que se conforma con cada uno de los muchos y variados actos de nuestra vida cotidiana; especialmente, en el maravilloso mundo de las cosas sencillas.

La felicidad tampoco tiene por qué ser permanente, ya que al constituirse de momentos felices –que pueden ser extensos o breves-  será más feliz quien acumule mayor número de momentos felices. Mutatis mutandi, tampoco una persona tiene por qué ser  infeliz de forma permanente.

Como hemos determinado que no existe felicidad sin el concurso del espíritu, y éste es interno, somos nosotros quienes decidimos cual evento nos hace felices y cual no. Esta precisión nos blinda frente a quien deseare hacernos infelices, porque nadie puede penetrar nuestro interior.

De tal suerte, podemos concluir que la felicidad corresponde a una actitud, que deriva en una aptitud personal para convertir momentos agradables en momentos felices, al adicionarles el factor de espiritualidad, indispensable para traducirlos en realizaciones material-espirituales, cual, en todo caso, sería un concepto apropiado de lo que es la felicidad.

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