Me entristece y perturba, pero no me asombra, cuando observo en el panorama nacional la ausencia de solidaridad humana y la insensibilidad, que parecen haberse apoderad o de muchos de mis hermanos venezolanos. Los medios de comunicación masiva nos anuncian que: “… una madre asesinó sus hijos y los congeló en una nevera…”; “…aparece una chica descuartizada…”; “un hijo mata a sus padres y luego se tira por el balcón de su apartamento…”, y todos los días aparece un caso nuevo desgarrador y horripilante. ¿Qué podemos hacer ante tanta barbarie, insensibilidad y muerte, para no terminar enfermos de dolor y angustia? Creo que como ciudadanos comunes y corrientes, desde el punto de vista de atacar fácticamente el problema, debemos colaborar sin miedo informando a las autoridades de lo que conozcamos en cada caso; asimismo, además de extremar nuestros cuidados personales, estar alertas para avisar sobre cualquier actitud sospechosa, ruido extraño, grito de auxilio o ayuda que escuchásemos.
Respecto de nuestra salud mental, al menos en mi caso he optado por convencerme de que estamos viviendo un nuevo y especial tiempo. Siento que, como nos lo enseña la historia, cada era tiene sus características propias, especialmente en sus inicios. Estamos comenzando un nuevo Siglo y un Milenio al mismo tiempo, situación que sólo se da cada mil años. Esto es, que el mundo está dando a luz una nueva era, cuando de una u otra manera los valores comienzan a cambiar, sobreponerse y extrapolarse. Esta situación requiere de valor para aceptar los cambios sin aterrarnos, manteniendo sin embargo nuestros principios y valores, ya que esta situación anómala no sólo se produce en Venezuela, sino en el mundo entero; basta leer los periódicos y sites de web internacionales, para evidenciar tal aseveración. Si aceptamos los cambios como algo de la época, no nos afectarán más de la cuenta, porque son indefectibles.
Mi escudo mental frente a esta situación agobiante es mi fe en Dios y en que siempre, independiente de la circunstancia, el bien vence al mal. Jesús de Nazaret expresaba, en más o menos las siguientes palabras, que: “Mi Padre sabe mejor que tú lo que te conviene antes de que tú lo pienses.”; por tanto, si tengo fe en que El conoce nuestras necesidades, y siendo la más importante para vivir la protección de nuestra persona física, entonces, como se escribe en los Evangelios: Si Dios está conmigo… ¿A quién temeré?
Deja una respuesta