Escuché en televisión a la cantante Shaila Durcal pronunciar ese refrán muy español de que “No hay mal que por bien no venga.”, lo cual me llamó a reflexión sobre su contenido.
Haciendo una retrospección de mi vida tengo que aceptar que si no todos los sinsabores sufridos, la inmensa mayoría de los que recuerdo, con el tiempo me resultaron beneficiosos. En verdad, son tropiezos o dolores que luego se convierten en nuestros mejores maestros, en esa asignatura que se convierte en arte, a veces difícil de superar: aprender a vivir felices.
Así, a comienzos los años Sesenta, más por necesidad que por vocación, inicié estudios de Contaduría Pública en la UCAB, cuales tuve que abandonar por razones familiares que me obligaron a regresar al interior del país, lo cual en su momento me pareció frustrante.
Sin embargo, gracias a ese supuesto mal acontecido, pude luego ya de edad avanzada, estudiar Derecho, profesión en la cual pude contribuir con la justicia y ayudar a personas e instituciones en situaciones difíciles, lo cual quizás porque interpreté el pensamiento del maestro Ossorio, de que “…los abogados somos arquitectos del alma de la gente…”, me facilitó una buena parte de mi realización material y espiritual.
Años después, también en mi juventud, algunos inconvenientes imprevistos truncaron un plan largamente preparado de viajar a New York a estudiar Business Admistration, lo cual, por mi desconocimiento en aquella época de cómo funciona nuestra vida, me hizo pensar que era un fracaso.
Pues bien, gracias ese segundo supuesto mal que me ocurrió, por cuanto luego conocí Nueva York a donde viajé en varias oportunidades, pude determinar con toda certeza que, ni esa Ciudad ni ninguna de las otras muy grandes que he conocido en el exterior, me habrían producido la sensación de pertenencia, utilidad y confort que experimento en este maravilloso país que se llama Venezuela y que amo entrañablemente.
Finalmente, haberme divorciado muy joven, lo cual en su momento y por mi adicción a vivir en pareja me pareció un mal (fracaso), fue lo que me permitió conocer esa compañera de viaje largo por más de 42 años, que tanto amo y que me regaló mi mayor tesoro: mis bellas niñas y mis bellos hijos, que obligan a sentirme permanentemente, con mi juventud prolongada.
Por eso como Shaila Durcal, puedo decir sin reservas de ningún tipo que: “No hay mal que por bien no venga.”
Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com
LA VERDAD..»NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA»..ES UN DICHO MUY BIEN DICHO..POR MI POR PROPIA EXPERIENCIA DE VIDA, LO PUEDO ASEGURAR..GRACIAS POR COMPARTIR ESTE MENSAJE…UN MUNDO DE FELICIDADES Y BENDICIONES INFINITAS… EN ESTAS FIESTAS PRÓXIMAS…
ROSA..
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dolorosa es la verdad, pero asi como lo es el fuego con el oro. con el tiempo y madurez adecuados llega, alimpiar purificar, en coas que estamos mal