…Y RECIBIRÁS EN LA MISMA MEDIDA EN QUE DES
Como casi todos mis días el de ayer fue bello, cuando nuevamente viví las mil emociones que me regala la vida desde el alba hasta el anochecer.
Especialmente, al asistir con mi amada esposa al supermercado y disfrutar de esa manera que tenemos los esposos de decir… te amo, representado en compartir con ellas ese sencillo pero significativo momento de proveer las cosas necesarias para el hogar, tuve una grata experiencia que paso a narrarles.
En la entrada, un grupo de adolescentes cortésmente me entregaron unos papelit
os donde solicitaban algún alimento para un hospicio.
Su cara radiante reflejaba esa parte bella, sensible y generosa con que todos venimos al mundo, pero que una sociedad perturbada trastoca con mecanismos de defensa poniendo al hombre contra el hombre, me hizo recordar mis niñas cuando regresaban de sus escuelas, felices por haber sido premiadas o reconocidas en sus estudios.
En ese momento experimenté con más fuerza lo que siempre ha sido máxima en mi existencia: vale la pena creer en los seres humanos y…vivir la vida.
Aquellos chicos pedían para dar lo que ellos no podían por su escasez personal; no les importaba pedir, sino que eran felices de hacer por otros lo que a ellos les era imposible: regalar algo para ayudar a sobrevivir.
Soy fan de la juventud, quizás porque aún me siento joven y doy gracias a mi padre celestial por permitirme ver esas caras jóvenes maravillosas; porque gracias a su diligencia generosa, comparto lo poco que tengo con quienes no conozco, pero sé que son mis hermanos.
Conozco esa satisfacción, sé dónde y cómo se siente; sobre todo, sé sus resultados que son bíblicos: “… jamás he visto hijo de justo mendigando pan…” y yo, que tengo cinco hijos y once nietos, tengo la certeza que nunca mendigarán pan.
Por eso mi comentario de hoy es que debemos dar, siempre dar, y si es posible, con la valentía de esos chicos que seguramente nunca pedirán para ellos: piden para dar.
Ojalá Dios nos inspire para dar siempre, no sólo cosas materiales sino amor, consideración, aceptación, respeto, generosidad y… solidaridad humana, que tanta falta nos hace en estos tiempos.
Elevo una oración por quienes recibirán y disfrutarán de esos alimentos, que sin el trabajo de esos jóvenes nunca tendrían; pido a Dios ricas bendiciones para quienes ayer dieron esos alimentos, pero aún más para quienes pidieron… para dar.
Hermoso!! Gracias por compartirlo!! Tu sensibilidad y la forma de narrar tu paseo por el supermercado, hablando del amor de compartir con tu esposa la compra de los alimentos. esas simples y pequeñas acciones que solo algunos la pueden ver como «amor» compartido y que yo las vivencio del mismo modo.
Un abrazo y a dar que nunca se termina !!
Muy linda reflexión. El dar debería ser el principal propósito de todos los seres humanos.
Vinimos a este mundo a compartir nuestros dones con las demás personas.
Un saludo
Diego