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Archive for 6 de marzo de 2011

Debido a los errados paradigmas sobre los cuales se desarrolló mi niñez, durante bastantes años de mi juventud, la diaria lucha por una vida -que esa misma formación me hacía prever como muy difícil-  me impidieron valorar debidamente mi tranquilidad espiritual.

Hoy, bastante avanzado en el camino de mi existencia, tengo plena conciencia de que sólo podemos sentirnos dueños del destino propio, cuando tenemos la convicción de que estamos en paz con nuestra conciencia, porque hemos hecho todo lo posible por hacer las cosas bien; y hemos colaborado dentro de lo posible, con el bienestar de los demás.

Si lograr la paz espiritual fuera muy fácil, seguramente el mundo sería diferente: andaríamos menos apurados; disfrutaríamos los amaneceres, el cielo estrellado de las noches, el canto de los pájaros, la risa de los niños, el aroma de las flores; la paciencia, generosidad y caridad, serían virtudes generalizadas; la fe, el optimismo y  la confianza, sustituirían la tristeza, el temor y la desesperanza.

No obstante, aunque no es fácil, sí que es posible lograrla, en la misma medida en que entendamos nuestra extraordinaria capacidad para amar, adaptarnos a cualquier ambiente y disfrutar intensamente del presente, mientras aceptamos nuestras naturales limitaciones frente a un futuro que, por ser desconocido e imprevisible, no debe ocupar nuestro tiempo o…preocuparnos.

La paz espiritual deviene de mirar dentro de nosotros mismos, cómo somos y podemos ser mejor todos los días. Es aceptar que todo lo que nos ocurre, aun aquello que aparenta tropiezo o fracaso, es parte del obrar humano que juega a nuestro favor; especialmente, porque a medida que pasan los años van siendo menores y más manejables, como aprendizaje para vivir una existencia placentera.

La paz espiritual se refleja en esos sentimientos de tranquilidad y satisfacción, cuando mirando atrás, la actualidad o los proyectos futuros, percibimos que todo se enmarca dentro de esa línea invisible del respeto por los hermanos humanos, las instituciones que soportan la sana organización social, la utilidad  y el amor por cada una de las cosas que hacemos.

Esa paz espiritual nos hace moderados frente a la fortuna y alegría; cautos frente a la tristeza y el temor; fuertes y solidarios frente a la adversidad; seguros de que somos un conjunto físico-espiritual, ideado por Dios con suficiente poder,  para prevalecer sobre todo lo creado.

La paz espiritual está latente dentro de nosotros; sólo hace falta avivarla y fortalecerla con apropiadas actuaciones.

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