Para satisfacer la inquietud de un consecuente lector, trataré sobre las posesiones materiales e intelectuales y su trascendencia en la vida terrenal. ¿Qué tengo en esta vida exclusivamente mío o pudiera llevarme al más allá? Nada, al menos nada físico o intelectual que pudiera permanecer por siempre; todo, incluida mi persona, es esencialmente… temporal.
La vida no me pertenece porque es de Dios, quien decide hasta cuando puedo mantenérmela. Mi esposa y mis hijos a quienes amo tanto, tampoco son míos porque también son de Dios; y siendo que nos une el amor y el cariño, que no son físicos, no necesito llevármelos porque son parte de mi espiritualidad.
¿Y el fruto de mi trabajo, de mi dedicación y mis desvelos… tampoco son míos? Pienso que sólo podemos disfrutarlos; los tenemos prestados mientras vivimos, porque donde vamos… no los necesitaremos. Los bienes, el poder y la fama, complementarios a la felicidad, al ser eventuales nadie puede asegurar su permanencia. Los bienes así como nuestros cuerpos -por ser físicos- volverán a la tierra donde pertenecen; el poder y la fama no existen físicamente, sino que representan operaciones mentales, ya que no pueden ser cuantificadas, físicamente determinadas, trasportadas o transferidas. ¿Y mis conocimientos y sabiduría adquiridos? Esos valores corresponden a nuestra individualidad y únicamente podemos aprovecharlos en nuestra condición físico-espiritual y al morir, por carecer de uno de esos elementos, ya no nos servirán para nada.
Pero… ¿Qué tengo entonces? ¿Qué es realmente mío? Mi capacidad de amar, de disfrutar, de compartir, de ser útil; mi hoy -que es inmutable e impredecible- pero que puedo manejar a mi antojo. Mi gran tesoro es este maravilloso presente, donde puedo aplicar todas mis capacidades para ser feliz, porque depende de mi estado de ánimo y libre albedrío para sacarle el mejor provecho a esas muchísimas bendiciones que Dios me da… todos los días.
Es que, para evitarnos preocupaciones por atesorar o cuidar bienes materiales, fama o poder, Él los hizo temporales en esta vida e innecesarios en el más allá. Fue por ese acto de amor que no trajimos nada físico a este mundo; precisamente para que nunca olvidásemos que como llegamos, así nos iremos: desnudos de cuerpo y alma, porque lo que es muy importante, lo trascendente, lo que no muere, como mi alma y mi amor, como vinieron se irán y de ellos no quedará recuerdo perdurable en esta tierra.
Hola Doctor…… Leer todo los dias sus artículos me hace sentir muy bien… excelente lo admiro mucho en tan poco tiempo……..
Buenas tardes.
Pienso que debemos imaginar que el unico tesoro que nos podemos llevar a nuestra vida eterna, son lo que guardamos en el corazon, y lo que realmente llenan son esas acciones que parten de alli, de nuestro corazon con sinceridad. Las cosas materiales son necesarias para vivir, solo en la vida terrenal, pero una vez que partimos eso deja de ser necesarios, es tan simple como si nosotros al hacer un viaje playero llevamos ropa de invierno, simplememte no me lo llevo porque no lo voy a necesitar, esa ropa no pega con ese ambiente, me sentiria incomodo, me daria mucho calor, bueno igual pasa cuando llega el momento de la partida, solo las cosas buenas y malas que llevamos en nuestro corazon son las que van a definir nuetro futuro en la eternidad, es por ello que siempre debemos de alimentar, ese corazon con buenas acciones, dejando a un lado la maldad que de una u otra forma nos rodea como seres humanos que somos y con la reponsabilidad de hacer nuestro Libre Albedrio.
Dios dijo,
«Ocupate de mi reino que de tu vida me ocupo yo».
Vivamos haciendo el bien a nuestros hermanos (solo aliemntando nuestro corazon) que nuestro Padre Celestial se ocupara de nosotros y de todo lo que necesitemos en nuestra vida terrenal.