«Soy una partícula de Dios; eso me da fuerza, sabiduría, compasión y poder.»
Un amigo me comentó con gran entusiasmo su decisión de dejar su trabajo de alto ejecutivo de una Corporación industrial, para desarrollar un nuevo proyecto, iniciándolo prácticamente desde cero.
Creo en los proyectos como índice de amor por la vida; tanto que pienso que cuando no se tiene ninguno, o somos infelices, o nos estamos despidiendo de este mundo. Sin embargo, por mi experiencia de muchos años como empresario, conozco que cualquier proyecto requiere de un gran esfuerzo para reunir y dinamizar los varios factores que en el influyen, así como un mínimo de años para dar fruto; por lo cual le escuché con profundo respeto, un poco de extrañeza -que no sorpresa- pero con una gran satisfacción y admiración.
Tengo muchísimo respeto por los emprendedores, porque no se contentan con lo de todos los días; asumen riesgos y cumplen una función social importante al dinamizar la economía, generando empleo y riqueza, que luego es aplicada y revertida a la comunidad mediante la justicia redistributiva que representan los impuestos, precisamente en los sectores socialmente más vulnerables.
La atipicidad que generó mi admiración no se debió a que alguien dejare un trabajo seguro y remunerativo para iniciar un nuevo proyecto, porque eso me parece de lo más normal. Era que se trataba de un hombre de más de setenta años, en un país y época, donde y cuando, en los negocios, un ejecutivo de más de cuarenta años, ya se considera viejo para iniciarse en responsabilidades de envergadura.
Sin embargo, esta conversación con una persona tan seria y calificada, que por cierto es bien cristiana, refrescó mi alma y solidificó mis convicciones. Me pareció ejemplar que luego de haber luchado duramente en la vida, por más de cincuenta años, desarrollado una carrera exitosa y una sólida familia, este guerrero de larga data, en vez de estar pensando en preparar sus cuarteles de invierno, tuviese los arrestos de emprender un nuevo proyecto.
Lo sentí como ejemplo de un cristiano que ama la vida y no tiene temor; sabe que Dios siempre está pendiente de nosotros y que cuando tenemos voluntad, optimismo, confianza y una idea que desarrollar, a la cual ponemos dedicación, trabajo, entusiasmo, diligencia y fe, como alguien escribiera, el universo conspira para que se realice.
Con esta anécdota, quiero ratificar a mis lectores que no es importante la cantidad de años vividos, sino como nos sentimos con ellos. Que fuimos dotados por Dios de razón e inteligencia especiales que nos hacen buenos en cada edad para muchas cosas, no para una sola.
Que no es la fuerza física o la juventud lo que define el éxito de un individuo, sino la seguridad en sí mismo, la fe y confianza de que somos un todo, con todos y con Dios. Que como consecuencia, heredamos una parte de su poder y su sabiduría, pero también la responsabilidad de utilizarlos de la manera más eficiente, no sólo en función de nuestra propia felicidad, sino también en la de nuestros semejantes.
gracias por este corre sera muy util en mi vida personal y profesional, es ciero que una en la vida ti ene que amar y terner fe, asi todo los proyecto y metas seran al cansado
MUY IMPORTANTE ,QUE DIOS LO ACOMPAÑE SIEMPRE Y LOGRE TODOS SUS METAS .