¿A quién me parezco? ¿Con quien puedo compararme?
Creo que con nadie, porque simplemente soy una individualidad; soy particular, diverso, típico… único. No hay ni existirá física o intelectualmente, nunca nadie exactamente igual como yo, o con idénticos sentimientos a los que yo experimento en cualquier circunstancia de mi vida.
De tal suerte, es inútil y sin sentido práctico que me compare con alguien más, porque a ciencia cierta y de forma perfecta, no existen parámetros exactos para la comparación, ya que, como no soy exactamente igual a nadie más, siempre habría un desequilibrio, que de alguna manera, inclinaría el fiel de la balanza a favor o en contra.
Físicamente, siempre ha habido o habrá alguien más alto, bajo, gordo, flaco, liviano, pesado, rápido o lento, fuerte o débil, sano o enfermo que yo. Como consecuencia, siempre ha habido o habrá alguien que me supere, por defecto o por exceso en cualquiera de estos aspectos, por lo cual, desde el punto de vista físico, no puedo considerarme mejor o peor que otra persona; simplemente, soy diferente.
Intelectualmente, siempre han existido y existirán personas con más altos o bajos niveles de coeficiente mental que yo; más o menos nobles, valientes, generosos, amorosos, positivos o negativos. Por tanto, no debo sentirme superior, inferior, mejor o peor que ningún otro individuo, precisamente porque soy diverso.
Mi atipicidad es mi escudo frente a esa sensación, que como casi todos los males que aquejan nuestra espiritualidad, son una creación maléfica de nuestra mente, que se traduce en sentirnos disminuidos frente a las cualidades, características, actuaciones o realizaciones personales de otros, conocido como el sentimiento de inferioridad.
Como es cierto soy atípico, diverso e individual en mi conformación física e intelectual, también lo soy en mis actuaciones y en mi forma de ver la vida y las cosas. Con respecto a otros individuos, soy mejor en algunos aspectos y actuaciones, pero peor en otras. Mis cualidades y condiciones corresponden a mi especial y única forma de ser y actuar, y por tanto, de alguna manera, en justicia son incomparables.
Dentro de mi esencia como ente particular, el resultado de cualquier comparación que haga con otro individuo, va a depender de criterios de «normalidad» predeterminados no por mí, sino por una sociedad, en un momento y espacio determinados.
De la misma manera, no voy a comparar los hechos o actuaciones en sí mismos, sino lo que yo creo, estimo o pienso de ellos, en base a esos patrones sociales aprendidos, cuales considero aplicables en cada caso. En esa posible comparación, en su resultado incidirá especialmente la concepción personal del qué, el porqué y el cómo nos comparamos o medimos.
Estas premisas me llevan a la conclusión de que, definitivamente, nadie es superior ni inferior que yo en todo lo que haga, sino que en algunos asuntos -que no tienen por qué ser los trascendentales- alguien puede ser mejor o peor que yo, pero dentro de los parámetros de lo que, en una sociedad y un momento determinado, esos patrones que la rigen se determinen como «normales».
De hecho, lo que para una persona muy sensible o sentimental sea «normal», pudiera ser que para otra insensible y desentendida no lo sea, no obstante que esa sociedad donde se desenvuelva lo tipifique en uno u otro sentido. En este mismo orden, lo que para una persona resulte importante, trascendente o especial, pudiera ser que para la mentalidad de otro, no reúna ninguna de esas valoraciones y lo estime desprovisto de toda importancia.
Para un jugador de béisbol, no es determinante para realizar bien su trabajo, tener la capacidad de memorización de diálogos o una especial capacidad gestual; como tampoco requiere fuerza en los brazos o velocidad al correr, una artista dramática para concretar una buena representación teatral.
En el caso citado, el primero funda su éxito en su capacidad física, que le permite superar en velocidad, agilidad y fuerza a sus contrincantes; pero la segunda radica su éxito en su capacidad intelectual, que le facilita la memorización de los diálogos y la representación de sus personajes, de tal manera que motive a los espectadores. Por eso, la comparación entre ellos, respecto de lo que cada uno hace, simplemente no tendría sentido práctico.
Diferente es «qué piensa o estima cualquiera de ellos de lo que hace, o la valoración de lo que realiza la otra persona», porque eso corresponde a su manera muy personal de ver e interpretar la vida y las cosas.
Todo esto me lleva a concluir que, como individuos, no somos ni «superiores» ni «inferiores» a nadie con respecto a nuestra vida integral. Simplemente somos «nosotros» y no tenemos por que creernos ni mejores ni peores que nadie, porque esas son apreciaciones personales nuestras, que nacen y se desarrollan en nuestro intelecto, por lo tanto no pueden ser generales, sino como nosotros individualmente las estimemos, cual sin duda puede ser bien diferente a la evaluación de otras personas.
Si algo pudiera ser trascendente en nuestra mayor aspiración vivencial, debería serlo el que, sobre la base de los principios éticos y valores morales que rigen nuestra vida, en todas nuestras actuaciones, en vez de compararnos, imitemos la cosas buenas que observamos en la actuación de otros individuos, que con sus resultados nos demuestren que benefician a nuestros semejantes; lo cual también nos beneficiará como personas, y es completamente diferente a una comparación, que no nos deja nada positivo y casi siempre juega en contra nuestra.
Fuimos hechos por Dios individuales, diferentes y diversos, con el mandato de amarnos y ayudarnos de tal modo que hiciéramos lo más placentera nuestra corta etapa sobre esta madre tierra. Bajo esa consideración, el respeto por la individualidad, la diversidad y la disidencia, son condiciones fundamentales para el logro de la mayor aspiración como personas y como colectivo: armonía, paz y felicidad.
Creo que realmmente donde descubrimos todos estos elemnetos negativos en el trabajo donde hay tanta competencia , entre unos y otros y estos nos llena de rivaliad debido que carecemos de verdaderos valores morales y eticos que nos ayuden a regir nuestra conducta y es alli donde entra el dilema y la complejida de separarnos del grupo y tomar una vida individual para no hacernos daño con sumengantes estupideces…….
Creo que hay mucho por acotar aqui , no solo es el trabajo hay otras esferas , y para superar todo esto » mirate a ti mismo» y veras que todo es tan estupido , que no vale la pena perder todo lo que se tiene cuando podemos tomar la mejor decision.
Lcda: Filosofia
venezuela
hola!!soy noelia de argentina.tengo 21 años.solo quiero dejar mi comentario.y decir que me encanta su forma de ver las cosas.me ayudo mucho!!desde ya muchisimas gracias!!y me encantantaria que se puedan comunicar conmigo.adios!
QUERIDA NOELIA:
GRACIAS POR TUS GENEROSAS PALABRAS. TENGO TRES BELLAS HIJAS Y CREO EN LA GENTE JOVEN. SE QUE A TU EDAD ES BUENO OIR ESTAS COSAS. TE PUEDO ASEGURAR QUE SI YO LAS HUBIERA OIDO, HUBIERA SIDO MUCHO MÀS FELIZ DE LO QUE AL FIN HE LOGRADO SER.
NO TENGAS PREOCUPACIÒN EN COMUNICARTE CONMIGO PERSONALMENTE A MI CORREO ELECTRONICO amauricastillo@gmail.com. DONDE MI ESPOSA Y YO TE SENTIREMOS COMO UNA HIJA.
MIENTRAS TANTO, QUE DIOS TE BENDIGA RICAMENTE A TI Y A TODAS LAS PERSONAS QUE AMAS.
AFECTUOSAMENTE,
DR. AMAURI CASTILLO RINCON
amauricastillo@gmail.com
Hace muchos anos cuando era un joven de 13 años, escribi algo, por demas muy al grano y en tono con este articulo, en un momento en mi vida en el que estaba en un proceso de encuentro conmigo mismo y un espejo;
…»La comparacion entre Individuos, es algo sin sentido»…
Fueron las 8 palabras mas sabias que han salido de mi boca y se han plasmado en papel, que probablemente alguna vez haya dicho o podre decir en el resto de mi vida.
Las mismas me ayudaron a crecer emocionalmente,y de manera integral con mi ambiente y los demas.
Gracias Dr. por tomar interes en este tema tan importante sobretodo para los jovenes, que pueden estar enfrentados a situaciones viciosas de autoestima y envidias.