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Archive for the ‘LA SOLEDAD NOS LIMITA’ Category

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Creo en mi poder personal porque soy uno con Dios y el universo; y ambos vendrán en mi ayuda, si lo solicito. No obstante, con satisfacción reconozco que individualmente soy limitado, por no decir … incompleto.

El Eclesiastés tiene tanta razón cuando aconseja que «No andes solo porque si tropiezas no tienes quien te levante y si estás triste no tienes quien te consuele», que me atrevo a adicionar que tampoco tienes con quien compartir, algo que es fundamental para disfrutar de los placeres de la vida.

Si unimos las palabras sagradas de la Biblia, mi humilde comentario y el adagio del pueblo que dice que «El que anda solo lo cuelgan por separado», podemos determinar un acertado código de conducta como integrantes de cualquier grupo humano.

Es que en todos los ámbitos de nuestra existencia, nuestros congéneres pueden, y quizás, deben complementarnos. Desde la necesidad más perentoria, como lo es la de producir reemplazos para mantener la especie sobre la tierra, pasando por la mejor forma de enfrentar la mayoría de las contingencias, hasta para lograr nuestra mayor realización físico-espiritual, siempre requerimos de otro ser humano.

Desde el momento de la concepción, espermatozoide y óvulo se conjugan para darnos vida; hombre y mujer para disfrutarla; amor y ternura para hacerla plena; respeto y verdad para la convivencia grupal; dos o más para desarrollar el mundo.

Nuestra esencia gregaria nos señala la necesidad indiscutible de convivir con otro u otros seres humanos, para lograr nuestra realización material y espiritual.

Dos son mejor que uno, reza el principio bíblico. Nunca un apotegma tuvo más razón. Es que para estar tristes no requerimos compañía, pero para ser felices sí. De allí deriva la necesidad y conveniencia de respetar, honrar y engrandecer a nuestros semejantes, en el camino de vivir una vida plena, como posibilidad única de asegurarnos permanente y solidaria compañía.

De hecho la pareja, que sustenta la familia y es la base fundamental de la sociedad organizada, está integrada por dos. No puede su manifestación máxima espiritual realizarse, ni el éxtasis de amor materializarse sin el concurso de ambos actores.

Nuestra máxima plenitud, que debe ser físico-espiritual, es simbiótica. No tenemos posibilidad de lograrla unipersonalmente. Como seres individuales somos incompletos. No es algo que hayamos escogido nosotros, es algo que nos fue dado hecho. Es la fuente de nuestro necesario, pero conveniente, sentido de humildad.

Siempre requeriremos de otro congénere para lograr los más altos fines de nuestra existencia físico-espiritual. De tal suerte, con Dios hacemos dúo, también con la persona que escogimos como pareja. Dos somos con nuestros padres y dos con nuestros hijos. Siempre que se trate del logro de cualquier causa positiva, dos serán mejor que uno porque aportan más fuerza, decisión e inteligencia.

Palabras más, palabras menos, Jesús nos orientó en ese camino de la unidad cuando enseñaba: «Donde estén dos o más en mi nombre, allí estaré yo.» Pienso que es algo que debemos tomar en consideración, para más estimar, honrar y engrandecer a esas maravillosas personas que todos los días llenan de amor y alegría nuestra existencia.

Próxima Entrega: SOLIDARIDAD EN SILLA DE RUEDAS.

 

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