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Archive for the ‘BELLEZA’ Category

ORACION DE AGRADECIMIENTO

AGRADEZCO ESTA VIDA MARAVILLOSA QUE ME HAS DADO;

AGRADEZCO LOS SINSABORES QUE ME DAS TODOS LOS DIAS PORQUE FORTALECEN MI ESPÍRITU;

AGRADEZCO LOS TROPIEZOS DIARIOS, PORQUE LUEGO DEL DOLOR SIENTO EL BENEFICIO DE HABER APRENDIDO ALGO NUEVO, QUE ME EVITARÁ TRISTEZAS MÁS ADELANTE;

AGRADEZCO QUE ME HACES VER LA OSCURIDAD, PORQUE ESO ME HACE VALOR Y EVALUAR LA LUZ;

AGRADEZCO POR MIS MUCHOS AMIGOS, PORQUE ELLOS SON LA PRUEBA DE QUE SOMOS LA GRAN FAMILIA HUMANA;

AGRADEZCO LOS POCOS ADVERSARIOS QE ME HAS DADO, PORQUE CON ELLOS PUEDO EJERCITA MI VERDADERA

ENEROSIDAD;

AGRADEZCO QUE ME HAYAS HECHO HOMBRE, PORQUE ESO ME PERMITE EVALUAR EL VALOR, ESTOICIDAD Y  AMOR  DE LA MUJER, SIN LA CUAL ESTE MUNDO NO VALDRIA LA PENA;

TE AGRADEZCO QUE ME  HAYAS DADO MIS  HIJOS, PORQUE ELLOS ME ENSEÑAN LO IMPORTANTE DE TENER LA HUMILDAD DE ACEPTAR EL CORRER  Y LOS CAMBIOS DEL TIEMPO;

TE AGRADEZCO QUE ME PERMITAS VER LAS AVES, QUE ME EN SEÑAN LO ELEMENTAL QUE PUEDE SER LA VIDA DE UN SER VIVO;

TE AGRADEZCO HABERME PERMITIDO ASISTIR A CASI TODO TIPO DE EVENTOS, PORQUE APRENDÍ QUE LO ÚNICO QUE ES REAL Y PERMANENTE ES TU AMOR Y LA CONCIENCIA QUE DE TUS ENSEÑANZAS ME HE FORMADO;

TE AGRADEZCO QUE ME HAYAS PERMITIDO CONOCER LA POBREZA Y LA RIQUEZA, PORQUE APRENDÍ QUE NINGUNA DE ELLAS, SIN  EL AMOR POR MIS SEMEJANTES ME PUEDE HACER FELIZ;

TE AGRADEZCO HABERME PERMITIDO CONOCER TANTAS  Y DIVERSAS PERSONAS, PORQUE DE ELLAS APRENDÍ, QUE EN EL FONDO DE SU ALMA, TODAS SON BUENAS;

TE AGRADEZCO HABERME PERMITIDO TRATAR CON  IGNORANTES,  CIENTÍFICOS, FILÓSOFOS Y HUMANISTAS, PORQUE DE ELLOS APRENDÍ QUE ES MÁS IMPORTANTE LA SABIDURÍA QUE EL CONOCIMIENTO;

TE AGRADEZCO HABERME PERMITIDO TRATAR CON RICOS, PODEROSOS Y FAMOSOS, PORQUE ELLOS ME RATIFICARON, QUE AL FINAL, A LA  HORA DE LA VERDAD, TODOS SOMOS IGUALES FRENTE A TI.

TE AGRADEZCO QUE ME HAYAS PERMITIDO VENCER LA NOSTALGIA, EL TEMOR Y LA VANIDAD, PORQUE ELLAS SON JUGARRETAS DE NUESTRA MENTE, QUE DISTORSIONAN LA REALIDA.

POR ULTIMO TE AGRADEZCO QUE ME HAYAS HECHO TU HIJO, PORQUE SE QUE NUNCA ESTARÉ SOLO Y QUE CADA DÍA QUE ME REGALAS, ES PARA MI TODA UNA VIDA;

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       SI VOLVIERA A VIVIR, VOLVERIA A ESCOGER

                                 LAS MISMAS HIJAS

Hoy, mirando un video musical de Andrea Boccelli cantando en italiano con una bella niña que parecía su hija, con esa voz sublime y esa presencia tan especial que Dios les regaló a ambos, quienes son capaces -aun a costa de una lágrima- de sacarme del mundanal ruido y elevarme a una dimensión superior de vida, nuevamente sentí en lo más profundo de mi alma el privilegio de ser padre de una hija, y por enésima vez… di gracias.

Mirando esa bella joven cantando de la mano de  ese admirado mentor, mirándole y sonriéndole con esa dulzura especial que más allá de la visión física, ella sabe que puede transmitirle, en medio de esas notas y voces sublimes, reproduje en mi mente la imagen de  una bella niña, creciendo en amor y sentimiento, para un día llegar a hacer eso: unirse y confundirse en una sola voz para regalarle al mundo lo más bello: música y voz, celestiales.

Es que soy padre de tres bellas hijas, por las cuales lloré de emoción cuando nacieron; viví intensamente y con alegría su inocente, graciosa y alegre niñez;  compartí con ellas, dentro de lo posible, su confusión de adolescentes, frente a un mundo que a esa edad  suele hacer difícil la ubicación real como seres humanos; y luego, las vi convertirse en mujeres, estudiar y terminar sus carreras, hacerse esposas y madres.

Aunque todos mis días son hermosos, mis recuerdos de esos días desde que nacieron hasta que dejaron la casa para crear sus nuevos hogares, son realmente maravillosos, reconfortantes y perdurables en mi alma. Siento que dentro de las muy bellas experiencias que mi padre celestial me ha obsequiado, haberlas enviado a mi hogar, hacerme su guardador, disfrutador y hoy orgulloso progenitor, fue lo mejor que pudo sucederme.

En mi caso, ellas no sólo vinieron a traer amor, emoción, alegría y unión a mi hogar, sino que, de alguna manera, las tres tienen características especiales de su madre a quien amo profundamente,  que me la hacen siempre presente; porque son el producto de un amor emocionante y maravilloso, que gracias a su existencia ya no desaparecerá  de este mundo.

No significa esto que tener hijos varones no sea también una bendición, ya que en mi caso tengo dos que  amo y quienes no sólo son mis hijos sino mis amigos; pero las niñas en los hogares son como las flores en los jardines: les dan especial gracia, color y ternura.

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CRECER O DISMINUIR EL AMOR

AMANTES

Alguna vez leí queLa luna y el amor cuando no crecen, disminuyen.” Ciertamente, creo que la física y la espiritualidad, casi siempre tienen puntos de coincidencia; quizás porque ambos son producto del mismo Creador.

En el amor, no tengo ninguna duda que, no obstante su robustez y resistencia, aunque nunca muere definitivamente, si no se abona su crecimiento, indefectiblemente, disminuye.

El amor es la fuerza más poderosa que mueve al ser humano: es el combustible de nuestra venturosa e indispensable sinergia vital.

Por amor se han creado y destruído imperios, se han escrito bellas y terribles historias; así como que por el se hace maravillosa la vida, siendo su principal consecuencia  el mantenimiento de nuestra especie y amor más allá de nuestra existencia física.

Si como seres humanos no hubiésemos descubierto, fortalecido y mantenido el amor, seríamos tan salvajes que ya hace muchos años, habríamos destruido este mundo.

En ese maravilloso, pequeño, pero gigantesco mundo de nuestra intimidad, el amor simplemente es indispensable; sin el no existiría la pareja, que es la piedra angular de la familia.

Sin el amor en permanente fortalecimiento, no se mantendrían los nexos familiares, amistosos, patrióticos, ni la solidaridad humana, que hacen de la vida física una experiencia extraordinaria e insuperable.

Entre la denominación un gran amor y un amor normal, la diferencia es la magnitud de  su alimento cotidiano, que deviene de ese mundo sencillo pero significativo de nuestra conexión diaria.

El amor no requiere sacrificios ni actos heroicos; demanda respeto, afecto, ternura, aceptación, comprensión y la posibilidad permanente de amar con libertad y sin presiones de ningún género.

El amor bueno, ese que se mantiene en el tiempo apasionado y emocionante, es espontáneo: nace del cuerpo y… del alma. No soporta ataduras ni manipulaciones, porque se alimenta de la libertad que le insufla intensidad a cada uno de los actos que de el se derivan.

Quien no comprenda esa necesidad de libertad en el amor, nunca recibirá amor espontáneo; y un amor condicionado, tímido o temeroso, será cualquier cosa menos… amor real, cierto y verdadero.

De tal suerte que, si queremos un amor emocionante, mágico, fantástico y permanente, siempre en aumento y nunca en disminución,  el secreto es alimentarlo siempre con demostraciones reales y diarias de ternura, respeto, reconocimiento, consideración, atención, generosidad y buena comunicación, de lo cual es fuente abundante nuestro maravilloso mundo de las cosas sencillas.

¿Verdad que no es nada dificil, sino agradable intentarlo?

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El concepto de belleza es subjetivo, porque depende de la optica particular de cada individuo. De tal manera, pareciera aventurado emitir un criterio definitivo sobre si alguien es o no bello.

Nuestra personalidad es individual, independiente, pero integral. Consecuencialmente, nuestra presencia, en mucho, es el reflejo de esa personalidad; cual involucra la parte fisica, pero también la espiritualidad que nos caracterizan como seres racionales.

Pudiera ser que alguien comente que otra persona le parece fisicamente linda; pero, cuando nos referimos a la gente bella, no lo hacemos por su sola apariencia fisica, sino que la determinamos como conjunto fisico-espiritual, que involucra esa belleza subjetiva que corresponde a nuestro gusto, pero tambien su trato, su bonomia, su humor, su generosidad y su respeto por las personas y las instituciones sociales.

De hecho, una persona bella, casi siempre es exquisita. Físicamente, su apariencia no la determina la marca de la ropa, los atuendos o accesorios que usa, sino el gusto al avenirlos a la imagen personal que de ella misma tiene.

La gente bella es diligente y atenta; especialmente, oye con atención y respeto a sus interlocutores, interviniendo cuando le corresponde, para aportar opiniones ponderadas sobre lo tratado e incorpor temas agradables o interesantes.

La gente bella demuestra su preocupación e interés por las cosas, problemas y sentimientos de los demás. Como consecuencia, normalmente genera las mismas reacciones e  inspira y recibe idénticos sentimientos, como los que logra demostrar con su trato afable pero auténtico.

La gente  bella, es activa, optimista, sinérgica y… vibrante. Este tipo de personas suele ser  moderada, tolerante, caritativa e intenta por encima de todo realizar esa proeza humana tan dificil: ser justa. Quizás porque nunca olvida que solo somos seres humanos, tratando de ser mejores, pero que, al final, no somos mejores ni peores, sino… diferentes.

La gente  bella, por lo general enfrenta la vida con alegría y da gracias por el privilegio de vivir. Por eso, en busca del éxito personal no se atemoriza del fracaso, porque entienden que es necesario tropezar para aprender como recorrer mejor el camino.

Lo único triste de todo esto es que, no obstante que a cada momento tropezamos con gente bella –porque ciertamente hay mucha- nuestros mecanismos de defensa,  y la prisa que injustificadamente ponemos en nuestra actividad, no nos deja tiempo suficiente para detectarlas;  y con ello perdemos la oportunidad más linda que nos ofrece la existencia: disfrutar plenamente de nuestros hermanos humanos.

 

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Sobre el tema se ha escrito mucho, variado y constante; sin embargo, por su importancia para la felicidad personal, todo lo que se abunde es bueno.

La efectividad de nuestra personalidad, depende en mucho de cómo nos consideremos nosotros mismos; a nuestro favor tenemos que corpórea y espiritualmente, somos la obra más acabada sobre esta madre tierra.

Físicamente, somos especialmente singulares. Nuestro cuerpo es individual, único, hecho a imagen y semejanza de Dios y eso significa que nadie puede ser más o menos bello sino diferente, pero siempre… bello; precisamente porque Dios es bello.

Nacimos cuando, como y donde tenía que suceder; nuestra edad, siempre, es la apropiada; nuestros padres los mejores y este hermoso y apasionante mundo, nuestra heredad.

Tenemos el poder de dar a cada circunstancia la trascendencia que nos convenga, y eso nos asegura la posibilidad de determinar el nivel de la satisfacción deseada.

No necesitamos mostrarnos diferentes a como somos, ni desear la vida de otro, y la autenticidad es elemento importante de nuestra personalidad. En función del amor, sabemos superar nuestra originalidad, elevarnos por encima de nuestra propia naturaleza y eso nos hace… espirituales.

Disponemos del intelecto suficiente para diferenciar lo bueno de lo malo; lo seguro de lo peligroso; escogimos la generosidad y ser útil nos regala el honroso título de hijos de Dios.

Mis tiempos siempre han sido buenos: cuando niño satisfice mi curiosidad y me reí de todo lo importante; cuando joven aprendí a amar la vida, las personas y a disfrutar con fruición… todo, sin darle mayor trascendencia. En mi madurez aprendí que el respeto, la consideración, el reconocimiento y la admiración, fundamentan el amor verdadero y… permanente.

Hice de la generosidad y la felicidad mi ruta: por eso comparto mi pan con el necesitado, abro mi corazón al desvalido y presto mi hombre al desventurado, para recostar su cabeza.

Conozco lo que valgo, sé que como ser humano, soy único e irrepetible; consecuencialmente, a cualquier edad represento un valioso obsequio para cualquier otro ser humano. Así que, quien no lo descubra, aprecie o desperdicie, simplemente… se lo pierde.

Eso es la autoestima; sentirnos, dentro de nuestra natural sencillez, especialmente seguros de estar dotados por Dios, de todos los atributos necesarios para motivar éxito, bienestar, solidaridad y amor; condiciones fundamentales para combatir el egoísmo y lograr nuestra mayor ambición como seres racionales: LA FELICIDAD.

 

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Mucha oportunidad de disfrutar y disfrutarnos, se desperdicia en preocupaciones por cuanto debe o puede ser nuestro peso ideal; paradójicamente, corresponde más a nuestra preocupación por como nos ven, que por como nos apreciamos nosotros mismos.

La sociedad, más por intereses mercantiles que estéticos, ha diseñado modelos y etiquetas, con los cuales manejarnos a su antojo, sin ninguna preocupación por nuestra sagrada individualidad y… diversidad.

De niños, con la intención de que crezcamos “Sanos y fuertes”, se nos induce a consumir productos energéticos con alto contenido de carbohidratos, y consecuentemente, a favor del aumento de peso. A determinada edad, se invierte la presión y entonces se nos aplica todo tipo de expresiones peyorativas a nuestra humanidad, para que dejemos de comer.

Así, por causa de nuestra apariencia física, más pensando en los modelos creados para controlarnos que en nuestra propia satisfacción, terminamos descontentos con nosotros mismos.

A todas estas nadie se ha preguntado, con relación al peso, cuál es aquel que, como individuos, sentimos que es bueno para nuestra vida.

Más allá del factor salud, en el caso de personas con patologías como la obesidad o anorexia… ¿Puede alguien determinar que sea el peso lo que decida la felicidad? No, de ninguna manera.

Que un peso apropiado pudiera ser conveniente para una mejor salud, eso parece bastante lógico. Pero que una persona para ser feliz dependa de su peso, realmente me parece un contrasentido.

El peso ideal es aquel que uno escoge y se procura; porque el primer admirador del cuerpo debe ser uno mismo y no hay nada más reconfortante que sentirse bien.

Conozco mujeres llenitas que a todos atraen, cuales nadie podría negar su hermosura y sensualidad. Igualmente conozco otras flacas o delgadas, que inspiran más ganas de regalarles un caramelo que de saborearlas como tal.

Lo importante no es como me ven o me perciben los demás, sino como me siento yo mismo, porque tengo que vivir con mi cuerpo veinticuatro horas y sería horrible hacerlo insatisfecho.

La belleza es una apreciación absolutamente subjetiva; por tanto, para quienes me aman soy la imagen física que ellos ven, o quizás como me quieren ver, diferente a la que pudieran percibir los demás. Para ellos no es trascendental mi peso corporal, porque aprecian mis valores humanos individuales y mi capacidad de expresar y concretar mi amor, y eso es lo único que debe importarme.

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«EL EMBARAZO ES MARAVILLOSO PARA LA VIDA SEXUAL…»

No obstante que a mis sesenta y siete años de edad mis arrestos masculinos siguen incólumes, ese símbolo que emulsiona inocencia y sexo, con tanta fuerza y significación que encarna Angelina Jolie, despierta en mí otros sentimientos bien diferentes. Quizás tenga que ver con mi condición de padre de tres también muy bellas e inteligentes mujeres, y permanente enamorado de la -para mí- más linda y genial de todas las que conozco: mi esposa Nancy.

Aunque no la conozco personalmente, admito que esta mujer extraordinaria no solamente es sexy, elegante, liberal, genial y desprejuiciada, sino que también es noble, caritativa y generosa. De alguna manera pienso que tiene mucho de inocencia, en la acepción de «carencia de maldad.»

Creo que su alma es sana y su espíritu fuerte. Desde 1982, con su debut en el cine, hasta hoy su vida ha sido muy activa, más allá de los honores, justificados premios mundiales recibidos, pero, también sus varios fracasos matrimoniales, nunca ha perdido la fe en su capacidad para producir felicidad propia y para los demás.

Por sus actuaciones notamos que ella considera que se debe al mundo. Especialmente ha trabajado por los refugiados. Escribió un libro donde refirió su participación activa en actos humanitarios de diferente género (Notes from my travels), que no dejó duda de lo importante de su vocación y acción a favor de los más desposeídos.

El acto de reconocimiento y efectividad de su designación como Embajadora de Buena Voluntad del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), sólo ha venido a soportar su compromiso voluntario de ayudar a los más débiles. Porque ya antes, adoptando niños y dedicando millones de dólares de su propio peculio a estas causas, había demostrado su compromiso autoimpuesto.

Hoy, verificado su embarazo de sus gemelas con Brad Pitt, Angelina regala a las mujeres, algo ejemplar de su sinceridad y genialidad, que analizado y visto con interés, pudiera ayudar a muchas mujeres que, imbuidas de una vanidad sin sentido, ven la gravidez como negativa para sus relaciones sexuales.

Angelina declaró en una entrevista para la revista Entertainment Weekly, que el embarazo «es maravilloso para la vida sexual. Te hace más creativo. Así que te diviertes, y como mujer estás redonda y a tope». Felicitaciones. Personalmente, como padre de cinco hijos, puedo certificarlo. En el embarazo se produce un caudal de Feromonas, endorfinas y quien sabe cuantas secreciones endocrinas más que invaden su cuerpo, haciéndola especialmente tierna, bella, sexy, más… mujer, y deben satisfacerse.

Así que, señoras cojan dato. Sáquense de la cabeza esos prejuicios de que la gravidez es inconveniente para las relaciones sexuales. No lo dije yo, que soy un fan de las mujeres embarazadas, sino que lo dijo Angelina que es experta en eso de disfrutar la intimidad; lo que hace falta es deseo y creatividad, lo demás es… divertirse. Esas fueron sus acertadas palabras.

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Por motivo de la confidencia de una de mis lectoras, quien se lamentaba de que no se consideraba  bella, me siento obligado a escribir hoy sobre el tema de la belleza física, al menos desde la óptica de mi personal apreciación, tema sobre el cual, por cierto, mucho y en diferentes oportunidades se ha escrito. 

Sin duda, lo que para unos es bello pudiera ser que para otros no lo sea, porque la belleza es esencialmente abstracta, pero también especialmente subjetiva. Sin embargo, si algo pareciera mantenerse en el concepto mental de la belleza física, pareciera ser la armonía de las formas -que corresponde a patrones estéticos aprendidos- conforme la percibe el sentido de la vista.

Esa operación mental que deriva de nuestra observación de armonía física, dentro de nuestra actividad cognitiva, nos transmite sensaciones de placer cuando en su constante actividad comparativa, nuestro cerebro en nanosegundos, las relaciona con las cosas que estéticamente nos placen, trátese de imágenes de personas, paisajes o cosas, transmitiéndonos la sensación de belleza.

No obstante que este mismo fenómeno mental-cognitivo se produce también  en eventos captados por nuestro sentido auditivo, como las notas musicales, canto de los pájaros, susurro del agua en las fuentes, el viento en su ulular pausado en las noches, en esta oportunidad sólo me referiré a la belleza de las personas y específicamente de la mujer. 

 En principio, debemos observar que la belleza, normalmente, la relacionamos con placer, agrado, admiración, pasión o arrobamiento; inclusive en algunos casos con el éxtasis. Es por lo cual, la sensación de belleza tiene que ver en su mayor expresión, con la concepción ideológica integral del individuo. De allí que, sin temor a equivocarme, no obstante que acepto que la belleza es abstracta,  aseguro que es absolutamente subjetiva.

Existen patrones y etiquetas masivamente divulgadas sobre lo que, en determinada época,  se considera a nivel general como «bello», lo cual no tiene ninguna trascendencia para quien no tenga acceso a los mecanismos o  medios que lo divulgan. Así, el concepto de belleza de la figura de la mujer hace dos mil años, en la época del renacimiento, o en nuestro país para inicios del Siglo pasado, fueron y son bien diferentes, por ejemplo, a la concepción de la década de los sesenta, que ya comienza a variar en lo que va del Siglo XXI.

No obstante, para mí lo único que puedo determinar con certeza que es bello es aquello que personal e individualmente  me parece bello. Por tanto, y refiriéndome exclusivamente a la belleza física del cuerpo de la mujer, el que a otro parezca bello no tiene porqué parecérmelo a mi, ni viceversa.

Ese hecho evidente de la subjetividad de la belleza, trae por consecuencia que, ciertamente, nadie es bello ni feo en concreto, sino de forma abstracta. Porque quien me parezca fea, puede parecer bella a otra persona. De la misma manera, quien  me parezca bella, pudiera ser que a otro no se lo parezca.

Es esa la explicación por la cual todos los días vemos en la calle hombres o mujeres, conforme a los patrones y etiquetas generalizadas con características de bellos, felices del brazo de alguna mujer que conforme a tales patrones se considera fea, pero que a ellos les parece bellísima. Ajusto esta explicación a mi caso,  donde alguien no muy agraciado como yo, puedo tener una bella esposa como Nancy.

Nunca he creído en la conseja de que «La felicidad de las feas la envidian las bellas», precisamente porque no creo ni en feas ni en bellas. Creo en el amor, y el amor como es intangible, únicamente tiene alma que está signada por la ternura, generosidad, solidaridad, comprensión, aceptación, pasión, sentimiento,  y todo eso… es bello.

El amor es tan trascendente que solamente se interesa por el qué se es y no por el cómo se es.

Las personas que erróneamente no se consideren bellas, deberían revisar sus esquemas en cuanto a que lo importante no es ser bella, sino parecer bella para esa persona que interesa, y pueden tener la seguridad que cuando esa persona llegue, sin ninguna duda y sin  importar la ropa que lleve o el lugar donde se encuentre,  le parecerá muy bella.

En estos más de sesenta y siete años de vida, he recorrido mucho camino y observado atentamente a la gente. He visto gran cantidad de parejas denominadas por los insensatos disparejas, vivir muchos años enamoradas y felices. De la misma manera he conocido parejas, según esos mismos criterios,«bellas y armoniosas», vivir en permanente desastre sin lograr el tan ansiado objetivo de la felicidad conyugal.

Si de algo sirve a  quien hoy dirijo este escrito, que es a mis lectoras, les comento que la belleza, como la libertad y Dios, tenemos que sentirla para servirnos de ellos. Si somos capaces de sentirnos bellos, esa sensación podemos trasmitirla, precisamente a la persona que nos interesa. Lo cual por cierto no debería extrañar, porque los hijos se parecen a sus padres y como nuestro padre es Dios, quien por demás es bello, pues lo lógico es que nosotros seamos… muy bellos.

 

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