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Archive for the ‘AMOR ESPONTANEO’ Category

Hoy trataré sobre  temas apasionantes: Fantasía y Magia, recursos mentales que nos permiten idear situaciones como desearíamos que sucedieren y que, debidamente administrados, se convierten en venero de extraordinarias sensaciones. Según opiniones liberales “La fantasía es producto de la imaginación… la Libre actividad del pensamiento por la cual premisas y conclusiones pueden ignorar la realidad. Esto nos indica que nuestra mente, al poder ignorar la realidad, está en capacidad de convertir lo normal en fantástico y eso es de gran trascendencia  en el logro de la felicidad; entre otras cosas, porque la felicidad no es nada físico, ni tangible, sino un sentimiento derivado de nuestra actividad mental, que materializa en una sensación físico-espiritual.

Así, si yo idealizo una situación cualquiera como fantástica, ese es el mensaje que mi cerebro envía a mi mil millonésima reserva de células que integran mi cuerpo, cuales al hacer sinapsis conforman mi estado de ánimo, que al final determina el color, sabor y calidez de mis sensaciones. Por ejemplo, puedo fantasear con el cuerpo de mi esposa, con su voz, con su pelo, con su piel, con su sexo, y no por eso cambio su conformación física, sino que simplemente mi mente la convierte en lo que yo idealizo, produciéndome  satisfacción en la misma medida y extensión de mi fantasía.

Idéntico al ejemplo anterior, cuando me alimento, visto o realizo cualquier actividad diaria, puedo fantasear sobre su contenido o significado. Mi mente es infinita… da para todo. Cómo lo veo, siento o asimilo, es algo que procesa mi cerebro de la misma manera como se lo ordeno. Cuando fantaseo sobre algo es porque le doy esa orden al cerebro. Si le digo: “Quiero que conviertas esta situación normal en fantástica y te ordeno que lo hagas de tal manera”, y abra-kadraba, está hecho en fracción de segundos. Tan fácil como eso. Puedo sentirlo, percibirlo, disfrutarlo. Simplemente, lo vivo. Soy tan especial como ser humano, que me doy el lujo de VIVIR LA FANTASIA, que es como decir que soy capaz de convertir la irrealidad en realidad. Pues bien, al menos en mi vida, en la cual por cierto soy bien feliz, la fantasía es parte importante de mi existencia diaria. Doy testimonio de que ella siempre me ha producido felicidad.

Respecto de La Magia, no sabría vivir sin ella. Las contadas oportunidades en que soy infeliz, es porque pierdo el rumbo de mi querida magia. Claro está que no me refiero a esa magia, antiguamente vinculada a la Astrología y  la Alquimia como  “el arte de influir en el curso de los acontecimientos o adquirir conocimientos por medios sobrenaturales». Para mí esa es otra magia, la cual por cierto no me da ni frío ni calor. Me refiero a mi magia, la que con mi intelecto puedo fabricar; esa que me hace convertir un asunto común y corriente en algo diferente y agradable. Esa que como pareja nunca he permitido que perdamos; esa que le da un valor especial a ese cuadro de arte sobre la pared, a ese viejo libro en la biblioteca, a ese antiguo prendedor, cuyo precio de adquisición en una feria fue muy bajo, y a esa vieja servilleta ya amarillenta, guardada en un álbum donde se lee: “Te amo”. Aquella que algunas tardes, cuando juntos nos sentamos en un café y pedimos el mismo chocolate muy caliente con que desayunamos, extrañamente su aroma inconfundible  nos devuelve casi cuarenta años atrás y nos recuerda que somos privilegiados porque aún nos amamos como en aquel tiempo, o quizás… más.

A la fantasía y a la magia, nosotros como pareja  le debemos mucho de nuestra felicidad conyugal; quizás por eso la cuidamos tanto y no permitimos que ninguno de nuestros días dejen de tener por lo menos un momento de fantasía o magia. Por eso les aconsejo que si hasta ahora no le han dado el valor que tienen, empiecen a usarlas y, seguramente, aumentará su felicidad.

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¿Por qué es tan difícil la buena relación permanente de pareja? Siento que el asunto no responde a procesos de lógica racional, sino a reacciones viscerales.

Es lógico abandonar la soltería, caundo se ama a otra persona y hacer todo lo posible por y  para compartir con ella los mejores sentimientos, en  una vida emocionante, armónica y agradable.

Pero…¿No  es ilógico que, logrado el objetivo principal  de convivir con la persona amada, en vez de hacer más fuertes los sentimientos de ternura, comprensión, solidaridad, entusiasmo, emoción, pasión y sexualidad, estos se desmejoren progresivamente?

Se trata de la incapacidad de entender la importancia de mantener y alimentar permanentemente el entusiasmo, la emoción, la ternura, la magia;  y ese toquecito de locura que debe dársele siempre a… la sexualidad.

En las  parejas felices, la relación es el eje alrededor del cual gira toda la actividad de ambos. El hacer pareja es aunar amor, personalidad y esfuerzos, en pro de una relación afectiva,  progresiva y permanente.

¿De qué serviría la riqueza, títulos, honores, fama o poder, si no se tiene un amor que llene integralmente, con el cual compartir  éxitos o desvelos?

Por años he observado que las parejas desean una buena relación, pero presentan problemas para mantener la armonía, entusiasmo y emoción cotidiana. De toda esa experiencia deduje que, normalmente,  las personas piden todo de su pareja, pero poco están dispuestos a aportar por el logro de mantener el amor con libertad y la comunicación con respeto y armonía.

La relación de pareja no acepta supremacías, porque es de dos, con iguales derechos y deberes, para convertirse en uno; donde ambos pierden o ganan de idéntica forma. Si uno y otro no sienten que aman con libertad  y no con temor o resignación,  la relación no puede mantenerse. Es que nadie hace pareja para sentirse peor que  permaneciendo soltero.

El éxito o fracaso de la pareja es asunto de dos; especialmente para quienes aman por vocación y decisión propia, pero no porque intereses subalternos, le indiquen la unión como  posibilidad de solucionar algo diferente a la conveniencia de amar y ser amado; compartir y dar lo mejor de sí, en una relación que  puede llegar a ser la más hermosa aventura que ser humano alguno pueda experimentar.

Es esto lo que siento, luego de más de cuarenta y nueve años de feliz matrimonio,  y me siento obligado a divulgarlo.

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¿A quién importa la edad de una mujer interesante, que exuda entusiasmo y amor por la vida; que impresiona con algo que  va más allá de la presencia física; especialmente aquella que ya no es una chiquilla inmadura y alocada, sino que enjuga en su personalidad esa parte de la juventud que nunca perderá, y ese aplomo frente a cualquier situación, que la hace admirable, naturalmente bella, segura de sí misma, un poco enigmática y como la fruta “hecha”… deseable?

La veo llegar y la examino de arriba abajo; la percibo pulcra,  con aroma de flores de mañana fresca,  con atuendo discreto pero muy femenino, donde se conjuga la coqueta vanidad de mujer bonita, con la elegancia que corre por sus genes, para hacer ese coctel mágico que las hace especiales y… “sexy”.

Pertenecen a una generación romántica pero realista; que amó y sabe amar intensamente, pero segura del derecho a la reciprocidad merecida. Que por amor lo da y exige todo; que no endosa su dignidad ni identidad en aras de un sentimiento que limite o niegue amar… con libertad.

Han acumulado conocimiento y experiencia sobrada en el compartir lo mejor y lo peor; aprendieron, experimentaron y vivieron la resistencia, la aceptación, la fantasía y la pasión en el amor y…  el sexo; pero nunca se resignaron a vivir una relación insincera, apática, aburrida o mentirosa, porque si fracasan en una relación, saben que en el camino de su vida, alguien viene para darles lo único que exigen y merecen: amor sincero.

A estas mujeres no hay mucho que enseñarles pero bastante que aprender de ellas; substancialmente, mantener el equilibrio, dando trascendencia a la lealtad y el compromiso, frente a cualquier regresión atávica, derivada de instintos primitivos.

Han trillado el camino de media vida esquivando baches, subiendo colinas y bajando al pozo a tomar agua clara; recibiendo espinas y retornando flores; luchando por mantener su identidad propia, frente a tanto iluso que suele equivocarse y terminar perdiendo el rumbo. Que no es fácil perturbarlas o  hacerlas pasar un mal rato.

Son inmejorables para hacer pareja, porque tienen mucho que ofrecer, saben lo que quieren y como dar lo mejor. De ellas aprendí que la vida es bella, que vale la pena vivirla intensamente. De alguna manera, representan esa realidad que me permite ratificar, que es cierto que podemos ser felices en pareja, si acertamos en escoger la persona apropiada.

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OTEANDO EL HORIZONTE

Desde la atalaya de la edad transcurrida, con sus días y noches suavemente desgajadas sobre el césped siempre fresco del amor, cuando el radiante día lucha con el ocaso para continuar diciendo… brilla, brilla sol porque aún hay tiempo, para que no sea noche definitiva, es momento oportuno para mirar hacia atrás y preguntarse:

Cómo he vivido?

Es como la hora de la verdad, porque no puedes engañarte o mentirte a tí mismo. Si comprendiste a tiempo que el color y sabor de tu existencia no vino determinado al nacer, sino que correspondería a tu creatividad y capacidad de disfrute, habrás vivido más momentos felices que infelices.

Si asimilaste que lo normal debe ser la felicidad, el amor, la generosidad y la alegría, pero no la tristeza, el odio, el egoísmo o la envidia; que nacimos para crear y transformar las cosas buenas en mejores, pero no para destruir o temer emprender proyectos ambiciosos de transformaciones positivas; que aunque no tenemos mucha fuerza física, sí disponemos de razón e inteligencia, mucho más importantes para una existencia edificante; que somos la obra más acabada de Dios, y por tanto, todo podemos resistir y a nada debemos temer; que debemos olvidar los agravios y hacer eternos los agradecimientos; que aunque nuestro tiempo sobre esta tierra es breve, es suficiente para vivirlo intensamente, el ayer debió ser bueno y el mañana promisorio.

Es bien sencillo: se trata de la bipolaridad que afecta las circunstancias de nuestra vida, y especialmente, los valores sobre los cuales fundamentamos nuestras actuaciones. Todo evento o circunstancia, tiene un altísimo contenido psíquico conforme a nuestra óptica de la vida; por lo cual, su resultado final no va a derivarse del suceso mismo, sino de la trascendencia que le demos. Así, cualquier error o tropiezo, puede ser formativo o beneficioso a otra área o sector de nuestra vida, como cualquier acierto pudiera afectar negativamente alguna otra actividad.

El secreto para ser felices no es conocerlo todo, es aprender lo necesario. Si hacemos del amor nuestra línea básica de acción, nunca ocasionaremos ni nos haremos daño; si contamos y disfrutamos de tantas bendiciones que existen a nuestro alcance, jamás le daremos trascendencia a nuestras carencias; si vivimos intensamente cada minuto de nuestra existencia, no necesitaremos más del que Dios ha dispuesto para realizarnos física y espiritualmente. Estaremos satisfechos y en paz con nosotros mismos, daremos gracias y eso es… haber vivido.

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No me interesa mi edad, pero si me preguntaran cuanto he vivido, entonces puedo hablar de esos espacios de tiempo, que para mì no tienen decisiva importancia. Lo trascendente es cómo he vivido, porque siento que tengo los años que quiero y que disfruto… intensamente.

Hago lo que considero bueno; de tal manera, emprendo mis proyectos viviendo intensamente el camino de realizarlos, sin darle demasiada importancia al resultado; si tengo éxito me congratulo, pero si fracaso atesoro el aprendizaje y acto seguido inicio uno nuevo.

Los años vividos me han permitido mirarle la espalda a las cosas; por lo cual, me apasiona vivir cada momento y sus detalles; en la vía de lograr mis cometidos son cada paso o circunstancia, lo que me permite sentir las cosas, disfrutar de las personas y apreciar la obra de Dios en las soleadas mañanas al inicio de la faena, o las puestas de sol en la tarde cuando descanso, luego de un día agotador pero emocionte.

Es tan lindo sentir que se ha vivido gustando de lo que se hace, más que haciendo lo que nos gusta; que el cuerpo y el cerebro –sin importar las dificultados- siempre dicen: sí… adelante.

¿Que valor tienen los años si lo importante es cómo se han vivido? No es haber vivido poco o mucho lo que determina lo vivido, sino la intensidad, satisfacción, emoción, alegría, generosidad y la felicidad con que se ha recorrido el interesante camino de compartir la existencia.

No existe edad especial o ideal para amar, esperar, desear, disfrutar del amor, la familia y… ser útil. Puede el joven, adulto o viejo, igualmente sentir el calor del afecto, el frío de la soledad o el sabor agridulce de las lágrimas. Nuestros sentimientos no dependen de la edad, ni es algo que se construya fuera de nuestra interioridad; se trata del obrar humano, que paulatinamente forma óptica de ver la vida y las cosas, y por ende, cómo logramos nuestra realización individual.

Haber vivido intensamente, disfrutando de las muchas bendiciones que Dios puso sobre esta tierra, nos permite mirar el mundo sin temor, en paz con nosotros mismos y nuestros semejantes; nos ayuda a pensar que fue bueno haber nacido, haber sentido que de una u otra manera, esos hermanos nuestros que caminan sobre la tierra, independiente de su edad, contribuyeron decisivamente para que se diera ese fenómeno típico de los seres pensantes: una vida feliz.

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AFRONTANDO ERRORES

Con el correr del tiempo, los seres humanos acumulamos errores y aciertos, que podemos lamentar, celebrar o simplemente… olvidar. Los aciertos, por sí mismos constituyen motivo de regocijo y de auto reconocimiento. Pero, los seres humanos suelen cargar sus hombros con los errores del pasado, acumulando frustración que enturbia su presente, en el cual por cierto nada se puede hacer por remediar el pasado. En otros casos, suelen lamentar dolorosamente tal o cual actuación o decisión –que hoy por sus nuevas experiencias- consideran hubieran podido evitar o tomar de forma más apropiada.

En verdad, no deberíamos lamentar lo que hicimos a conciencia, porque fue producto de nuestro libre albedrío, en una oportunidad determinada y por motivaciones específicas y especiales de ese momento. Es que, si salió mal o fue menos agradable de lo que hoy pensamos que hubiera podido ser, sería una consideración fuera de tiempo, porque lo que hicimos lo fue a conciencia y mejor o peor… lo vivimos de la forma como lo quisimos.

Nuestras actuaciones pasadas, acertadas o erróneas fueron nuestras; en su momento las meditamos, estimamos sus pro y sus contras; medimos el riesgo, decidimos y actuamos; de tal manera que, en su momento aceptamos sus consecuencias como producto de nuestras actuaciones propias y voluntarias. A nadie podríamos culpar de haber actuado como actuamos o haber sido como…fuimos: se trata de lo que fue, pero que ya no existe.

En aquellos tiempos amamos, reímos, lloramos, sufrimos, pero también… fuimos felices. Hoy no podemos calificar ninguno de esos sentimientos, porque, de alguna manera, sin ninguna duda e independiente de su entidad, somos… diferentes y la capacidad de comparación la afecta gravemente… el tiempo.

Afrontar con entereza, sin lamentos, dolor ni tristeza lo que ayer hicimos, independiente de su resultado no es más que reconocer nuestro derecho a actuar conforme a nuestra propia voluntad. Es ser consecuentes con nosotros mismos, con nuestros valores de ayer, de hoy y… de siempre.

Pero al final, si somos sinceros con nosotros mismos, aceptaremos que gracias a esa acumulación de experiencias mejores o peores, dulces o amargas, hoy tenemos mayor capacidad para evaluar situaciones similares o parecidas. De alguna manera, fueron la escuela donde educamos nuestro carácter, donde aprendimos que lo importante no es lo que hicimos o fuimos ayer, sino lo que hacemos o somos hoy; porque es ahora, en este momento cuando podemos experimentar lo bello de sentirnos vivo, felices y satisfechos con nosotros mismos.

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LO IMPORTANTE ES SENTIR Y… VIVIR

Más de la mitad de mis casi setenta años los he vivido feliz al lado de una mujer; quizás por eso extraño que algunas damas, al cumplir los cincuenta años, estimen que su vida declina y que se pierde interés en ellas.

Como esposo activo fìsica y espiritualmente, aseguro que es a partir de esa edad, cuando con un protagonismo nuevo, las mujeres se hacen especialmente atractivas y sensuales, ya que, además de su serena belleza, el haber sido madres y esposas les dota de una conjunción de sentimientos de confianza, generosidad, comprensión y experiencia, que las hace -como lo expresa un poema- como las frutas pintonas que dicen mucho… por dentro.

En esa edad dorada, habiendo cumplido con los complicados deberes que involucra levantar la prole, las mujeres pueden dedicar su mejor tiempo a disfrutar con toda la magia, pasión y libertad que requiere el amor para lograr su realización, que conjuga sexo y espíritu, haciéndolas para esa persona que aman y cuando la ocasión lo requiriera, románticas novias, leales esposas, apasionadas amantes o dedicadas madres.

Es el tiempo en que la mujer se encuentra a si misma, con sus virtudes y sus defectos. Es la época cuando desarrolla su mejor capacidad de amar y está segura de su valor como mujer, que su aquilatada experiencia además de sus bondades físicas e intelectuales, le aseguran la posibilidad de únicamente hacer lo que quiere, cómo y… cuando quiere.

A partir de los cincuenta, la mujer se crea prácticamente una coraza frente a las fruslerías, vanidades y nimiedades que afectan la juventud femenina; ya no se siente la princesa del cuento de hadas sino la mujer real, normal, común y corriente, con probada capacidad para amar y mucho dar, pero también con suficiente valor y autoridad moral para exigir y recibir en compensación, lo que conoce que en justicia le corresponde.

Esa mujer hecha, sabe que el respeto y la admiración son las bases del amor permanente; que la magia y la pasión no conocen de edad, raza, posición social ni contextura física; que en el amor la lealtad genera confianza, la sinceridad armonía y el toque de locura tiene sabor de… aventura.

Simplemente, sin nostaliga aprecia lo que fue y se siente feliz con los altos y bajos de la vida; con lo que es hoy, en el momento en que vive, que a voluntad puede hacer temporal o… eterno.

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¿Pueden todas nuestras vicisitudes denominarse problemas?

Aunque pareciera una creencia generalizada que todo lo inconveniente es un problema, pienso que en nuestra cotidianidad, la mayoría de los supuestos problemas no son más que asuntos por resolver, lo cual cambia radicalmente el estatus de su solución.

En mi criterio –práctico que no semántico- los reales problemas humanos son aquellos en cuya solución no podemos personalmente influir, o que no tienen solución conocida. Por ejemplo, la muerte de una persona amada; porque nada podemos hacer o influir para restituir su vida, cual sería la única solución al caso.

Cualquier otra circunstancia que nos afecte negativamente, en la cual nuestra gestión, diligencia o acción pueda incidir para producir una solución, es un asunto por resolver y como tal, susceptible de solución en la medida de nuestra efectividad. Por ejemplo, la pérdida de un amor, una enfermedad, una situación difícil de trabajo o económica, no pueden considerarse problemas sino asuntos por resolver y, a nadie más que a nosotros mismos corresponde resolverlos.

Tal óptica vivencial se hace interesante, ya que, al hacer depender las posibles soluciones de nuestra propia gestión o diligencia, pone los asuntos por resolver en nuestro ámbito de acción personal y efectividad, evitándonos culpar o esperar que otros los resuelvan y forzándonos a utilizar nuestra mejor capacidad para producir lo concerniente.

Muchos asuntos por resolver se convierten en verdaderos problemas, precisamente por esa visión pesimista que los presenta como predestinados, o fatalmente dependientes de la suerte, gestión y diligencia de terceros, creándonos una fijación mental negativa, que nos impide actuar oportuna, diligente y efectivamente.

Los reales problemas en nuestra vida son muy pocos, ya que, en su mayoría, son asuntos que podemos resolver, en tanto y en cuanto creamos en nuestro poder personal y capacidad para enfrentar cualquier reto, por grave que este fuere. Es que, aún la muerte, que generalmente se concibe como un problema sin solución, en determinados casos o situaciones, más que un problema se convierta en una solución para el fallecido y/o personas de su entorno íntimo o cercano.

No obstante, la historia nos ha enseñado que, al final, lo importante no es la definición de los sucesos sino la trascendencia que les demos; porque nada sobre esta tierra es tan terrible o desastroso, que con el pensamiento positivo, la fe en nuestra capacidad personal, diligencia, trabajo y la ayuda de Dios, no podamos encontrarle solución apropiada.

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NOTA ESPECIAL: Por solicitud especial de  uno de mis queridos  lectores, me permito transcribir nuevamente este post, cual ciertamente es bueno para la reflexiòn.

«Con el niño activado, probablemente recordaremos los días de noviazgo con esa persona tan especial que fue joven, bella, dulce y glamorosa; que llenó las más hermosas horas de nuestra juventud. Porque ella está ahí, como siempre bella, dulce, tierna y con esa atracción especial de las niñas cuando se hacen… mujeres. Ella siempre ha estado cerca, muy cerca de nosotros, aunque a veces nos haya pasado desapercibido; y quizás más cerca que nunca porque ahora es nuestra esposa: la compañera de viaje largo que escogimos libremente y sin ningún apremio; nuestra inseparable amiga, única confidente segura, consecuente y…leal.

Es la misma que besaba las rosas que le llevábamos el día de los enamorados, flores que sigue amando, pero se contenta con verlas tras los cristales de la floristería, porque hace bastante tiempo ya que no le traemos una… para besarla. Aquella que esperaba temblorosa de emoción en los momentos íntimos, sólo al olor de ese perfume que sabíamos que le gustaba tanto y que usábamos especialmente para ella; pero que ahora más hermosa y más mujer, lo cual pareciera que a veces no notamos, tiene que contentarse con recibir el poco tiempo que nos quede, sin el perfume aquel que la hacía vibrar, porque ya no nos acordamos ni siquiera… cual era el que usábamos.

Todos esos bellos sentimientos en estado de hibernación; sueños casi evaporados por un tiempo que no termina de pasar; de emociones disminuidas y enfermas de gravedad, que se niegan a morir por causa de una realidad que no tiene razón de ser… como es, han producido esos vacíos vivenciales que aumentan nuestro estrés, que nos deprimen sin una razón aparente y que le hacen perder sabor a la vida, sembrándonos de interrogantes aterradoras; produciendo barreras en la mitad o más allá de ese camino que iniciamos con tanta emoción y entusiasmo, y que hoy amenaza con la monotonía, la nostalgia y el aburrimiento.

Enigmas que como la cizaña penetran nuestra alma y como hiedras clavan sus raíces en nuestros más puros sentimientos, obligándonos a hacernos las preguntas más lacerantes:

¿Valió la pena todo esto?

Para degradarla en mil interrogantes menores: ¿Quizás escogí mal? ¿Sería que me equivoqué en la elección? ¿Quién tendrá la culpa? ¿Debo hablar sobre ello o callar hasta que no pueda más? ¿Podremos rehacer lo andado? ¿Tenemos tiempo aún?. Creo que en este caso lo sano, lo inteligente, lo apropiado no es especular sobre lo que no se hizo, sino sobre lo que aún se puede hacer. Es revisarnos y escarbar dentro de nosotros mismos buscando las respuestas acertadas, pero no las que quisiéramos oír.

Si analizamos nuestra actuación a detalle, abriendo el corazón y nuestra alma a las personas que conforman ese entorno íntimo, y las aceptamos como son, con sus virtudes y sus limitaciones, seguramente entenderemos que en mucho hemos permitido que nos alejen de ellas, dejándonos llevar por la praxis de una vida todos los días más exigente y compleja, donde lo importante no es cómo nos sentimos, sino cuánto producimos. Sin tener real conciencia de lo que hacemos y sus consecuencias, nos han llevado a ambicionar bienes materiales, cuales la mayoría de las veces no son indispensables, con prioridad a los espirituales, que si lo son.

Tanta confusión nos ha orientado a equipar un hogar con una gran casa, con lujosos y confortables muebles, pero sin el sentimiento de compartir; mullidas camas, sin importar el sueño o la pasión de quien en ella nos acompaña. Riquezas que no pueden aportarnos ni un minuto de vida, ni pueden comprar amor, salud, amistad o lealtad, mientras el afecto familiar muere por falta del calor que le dio origen. Pero, gracias a nuestro origen divino, en el mundo de nuestra intimidad siempre hay tiempo para enmendar lo errado, especialmente si aún vive la llama del amor.

En el caso de la pareja, que es donde se producen más a menudo esos vacíos existenciales, conviene combatirlos en la raíz: la nostalgia, el desencanto de la pasión, la rutina y el hastío. Cualquier solución que se decida debe reforzar los sentimientos del amor y la solidaridad que produjeron la unión. Así, para combatir el desencanto y el decaimiento de la pasión, la solución es volver a enamorarnos. Volver a ver a nuestro cónyuge con ojos de enamorado; al menos para los hombres otra vez como novia, pero ahora más tierna, más hecha, más… mujer. Ahora, con más motivos por los cuales amarla: continúa amándonos, nos ayuda, nos soporta y por si fuera poco, nos dio nuestros bellos hijos.

Aprovecharemos que ella no tiene novio; tuvo uno y lo perdió cuando lo convirtió en su esposo. Es una oportunidad que no podemos desperdiciar. Nuevamente la enamoraremos y nuevamente nos convertiremos en su novio. Es todo lo que le hace falta: un novio a quien amar, con quien soñar, con quien fantasear. Un novio…mágico. Y… ¿Que fenómeno más mágico que un novio-esposo?

Sería simplemente fantástico. Se sentiría la mujer más bella, la más sensual, la más deseada y feliz del mundo. ¿Qué pensamiento nostálgico podría ser más fuerte que esa realidad maravillosa? Ninguno. Y el hastío y la rutina ya no tendrían cabida en la relación. ¿Quién podría hastiarse de un evento entre dos novios-esposos que se hacen amantes? Nadie que pueda considerarse hombre o mujer.

Entonces, ¿A qué esperar? Salga de su trabajo antes de la hora, pase por la licorería, compre champagne, galletas y caviar; no olvide la perfumería, usted sabe cual comprar. Ah… y recuerde las flores, pero una sola, eso es más íntimo… más significativo. Por cierto, antes de salir llámela e inteligentemente, sin dejar que lo imagine todo, dele un anticipo, algo que le haga pensar que debe ponerse sexy porque hay algo especial para ella… esta noche.

Como ya no soy tan joven por lo cual no estoy para emociones tan fuertes, no quiero imaginar a detalle el final de la velada. Al otro día, nadie debe levantarse temprano, ni los hijos ir al colegio. Le recomiendo un desayuno energético: huevos y tocineta para recuperar las fuerzas, pero eso sí, hechos por usted mismo. No importa si se queman un poco. Ella los comerá feliz.

Se me olvidaba. Regálese un día y no vaya al trabajo. Monte su familia en un auto y váyase a pasear, luego a almorzar fuera y finalice ese nuevo día con una película familiar, con cotufas y snacks.»

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Si concebimos la vida como un camino a recorrer con amor y emoción, debemos actuar ahora y sin ninguna dilación, porque pudiera ser que no tuviésemos nueva oportunidad para repetir ninguno de nuestros actos.

Tenemos que capturar todo lo bello que tengamos delante y guardarlo en lo más íntimo de nuestro ser, sin dejarlo para más tarde o para mañana, porque no sabemos si tendremos oportunidad de repetirlo.

No dejaremos pasar oportunidad para ser corteses y solidarios, haciendo sentir a nuestros hermanos humanos, que compartimos su necesidad de comunicarse y nos importan sus sentimientos, lo cual será para ellos como un bálsamo especialmente apreciado.

Cuando despertemos y la luz del día ilumine nuestro mundo lleno de sonidos y aromas familiares, daremos gracias a nuestro padre celestial por ese nuevo día que nos regala, que pudiera tener el valor de una vida entera.

Celebraremos diariamente la maravillosa sensación de ver, oír y disfrutar de los demás sentidos que nos regalan inconmensurable belleza; porque sabemos que tantos hermanos desventurados, sin explicación lógica aparente, nunca podrán hacerlo.

Si Dios nos obsequió una bella familia, ahora mismo y no después los amaremos; y veneraremos especialmente a esa maravillosa persona que nos escogió como pareja entre millones de otras personas; regalaremos ternura, respeto y solidaridad a esos pedacitos de amor concentrado, que vinieron al mundo para dar sentido a nuestra vida y permitirnos continuar nuestro amor en ellos… por siempre.

El hoy es lo más importante, porque es lo único realmente nuestro. Cada situación representa una oportunidad para ser felices, porque sólo depende de nosotros el estatus que otorgamos a cualquier circunstancia. La realización material y espiritual representada en una vida armónica y en paz, depende de valores trascendentales como el amor, el respeto, la consideración, el reconocimiento, la sensibilidad, la solidaridad, la lealtad, la aceptación, la generosidad y la caridad, cuales son intangibles y para obtenerlos únicamente requerimos nuestra voluntad y decisión.

Somos tan vulnerables físicamente, el tiempo transcurre tan rápido y no conocemos cuanto estaremos aquí, que no podemos permitirnos el lujo de perder ni un momento para disfrutar, decir cuanto amamos, deseamos y esperamos.

Manifestaremos nuestra fe, optimismo y entusiasmo en disfrutar todo lo que tenemos al alcance, y la esperanza de que luego, más allá de esta vida viviremos como en esta, porque igual que aquí estaremos con ese padre amoroso, que nos acompañó durante esta vida y nos espera ansioso en la otra.

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