Boulder, Colorado, camino por las calles sin conocer a nadie, pero todas las caras me son familiares: hombres, mujeres, niños; rubios, blancos, afroamericanos, latinos, pero todos en lo mismo; tratando de sobrevivir de la mejor manera posible.
Son la misma gente y el mismo mundo. Es mi mundo y mi familia humana. Sonrisas, ansiedad, alegría, tristeza, sueños, ambición, decepción; unos apurados, otros lentamente; pero todos procurando encontrar alguien con quien hablar, con quien compartir, con quien huir de esa horrible soledad, que una sociedad sorprendida ante sus propios retos y atemorizada de ella misma, nos ha ido creando progresivamente.
En mi lucha contra esa tendencia a considerarnos extraños por ser de diferente nacionalidad, origen o raza aún siendo hermanos en Dios, sonrío a unos y otros, mientras siento el frío de la mañana, pero también la calidez de las miradas y signos positivos de respuesta de esas personas que no conozco, pero que como yo sienten que somos diversos, diferentes, pero… familia.
Padre Celestial, gracias por haberme permitido vivir estos años; por todo lo que he conocido, por regalarme mi familia humana que tanto amo; por enseñarme a sonreír y a sentir amor por mis semejantes; por permitirme disfrutar igual del vuelo presuntuoso del águila, como del parsimonioso paso de una mariquita sobre el marco de mi ventana.
Padre amado, gracias por enseñarme a disfrutar de este maravilloso mundo de las cosas sencillas que llena mis días y mis noches; por el canto de los pájaros, el murmullo de las quebradas, la sonrisa de los niños, la belleza de las flores, la música de las campanas, el vuelo silencioso de las hojas al caer y el inigualable sonido de la palabra amor, porque eso hace mi felicidad.
Padre no importa cómo, donde ni de que forma, ayúdame a llevar mi sonrisa, mi palabra, mi mano amiga y mi corazón abierto, a tantos hermanos solos y tristes quienes no han entendido que tú estás aquí con nosotros, en la tierra, en el agua, en el aire, en cada cosa o movimiento; que no requerimos nada extraordinario para ser felices, porque todo es bello, maravilloso, único; porque todo tiene una razón y un propósito; porque es tu obra que nos obsequias todos los días, sin considerar si lo merecemos o no y con la única intención de que seamos felices.
Y esta noche Padre, cuando las estrellas guiñen sus ojos al mundo y yo cierre los míos, déjame considerar que hice algo por alguien, porque así sentiré que soy digno de llamarme… tu hijo.
Mi Padre amado, tu haz hecho mucho, muchisimo por muchos, especialmente por esta hija que te admira tanto y te ama con todo el corazón. Gracias por regalarnos siempre tus hermosas palabras. Te amamos, Los Barinek-Castillo.