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Archive for 27 de agosto de 2017

¿Qué cual es la diferencia entre una  pareja Disfuncional  y  una Funcional? En principio, en la disfuncional, lo que tendría que ser un estado de amor, respeto, compañerismo, entusiasmo, pasión y seguridad, se convierte en un pequeño… infierno; al punto que la única solución posible es una separación. En segundo lugar, los pocos o muchos años que se viven en una pareja disfuncional deja heridas y huellas, la mayor de las veces,  difíciles de sanar a corto y/o mediano plazo. Por último, la relación de una pareja disfuncional que se deja transcurrir por mucho tiempo, le crea a los integrantes -o por lo menos a uno de ellos- además de una muy baja autoestima, un temor enfermizo a tratar de rehacer su vida con otra persona, por miedo a equivocarse, lo cual realmente suele ser un escollo para lograr una nueva relación… feliz.

Por su parte, en la pareja funcional la consideración y el respeto por la individualidad de la otra parte; por su forma de ser y actuar,  son la base de ese amor mutuo que progresa acumulando nuevos sentimientos de solidaridad, compañerismo, pasión que, al hacerse físico-espiritual se convierte en una especie de magia, que es capaz de superar cualquier inconveniente, porque sobre todo, a cada uno preocupa más la satisfacción y felicidad del otro, que su propia placidez. Es que en la pareja funcional, ambos integrantes saben que no se unen a un ángel o persona venida de otro planeta, sino a otro ser  humano con iguales, mayores o menores virtudes y defectos; sin duda, imperfecto o imperfecta, pero… perfectible, en la medida en que es entendida por su par, con respeto a su forma de pensar, con suficiente capacidad de evaluar y cuantificar su óptica con relación a  las situaciones diarias que se presentan.

Para que exista un lecho de rosas, primero debe trabajarse el terreno, sembrar las matitas y cultivar las flores; porque si se tiene el amor y la paciencia para realizar estas labores, con los pétalos cosechados sin duda se podrá hacer ese lecho maravilloso. Después de haber vivido dos relaciones matrimoniales, siendo la última por más de cuarenta y siete años felices, estoy absolutamente  convencido, que en la gran mayoría de las ocasiones, ambos consortes llegan a la unión con la misma idea: ser más felices que estando solteros, pero el asunto tiene su fondo en el hecho de que como se trata de dos, ambos deben estar en disposición de ceder posiciones personales  y aceptar las de su par, que pudieran no ser coincidentes con las propias. Es fácil y agradable que a todo te digan sí; pero lo que no es fácil es aceptar que diciéndote no, tengas que aceptar que la otra persona tiene la razón. Para ello se requiere humildad, sensibilidad, inteligencia y muy especialmente, amor.

Las parejas funcionales aceptan de buen gusto que su pareja tuvo una niñez y formación diferente en su religión, cultura e ideología, porque la diversidad enriquece, y como quiera que se busca una pareja para vivir mejor, todo lo que aporte formación, fortaleza de carácter y espíritu es bienvenido. En tal sentido, de la pareja se aprende al tiempo que ella aprende de uno; pero se requiere aceptación, reconocimiento, comunicación permanente y atención al comportamiento  de la persona amada, porque  esa observación nos permite preguntar a tiempo qué incomoda, qué disgusta, con qué no se está de acuerdo, cual es la única manera de satisfacer las inquietudes o interrogantes que se le presentan a la otra parte con alguna de nuestras actuaciones,  al tiempo que se le enseña y abre el camino para que la otra parte actúe de la misma manera y de tal forma pueda satisfacer sus inquietudes, preocupaciones, frustraciones o temores. El que ama cuida lo que tiene y cualquier expectación, desinteligencia o sospecha debe aclararse de inmediato, lo cual no es posible si no se mantiene permanentemente  una  libre comunicación, ausente de cualquier temor por inquirir sobre lo que importune.

Integrar una pareja funcional, que es como decir bien avenida, es el mayor regalo que Dios puede dar a un ser humano; al punto de que con el tiempo, amando y haciendo causa común hasta crear un verdadero equipo de dos, se llega a sentir una solidaridad, cercanía e intimidad con su pareja, mayor que la que se tiene con la familia consanguínea. Basta con enfermarse, tener un problema grave de trabajo o estudio y sentirse deprimido, para comprobar que es la pareja la única a quien uno realmente le duele; porque es ella quien  ofrece  su hombro amoroso para recostar la cabeza; su ternura para sentir que la vida vale la pena; y el acicate para no dejarse vencer por la tristeza o cualquier circunstancia negativa, por la obligación auto impuesta de demostrarle que por ella uno es capaz de superar cualquier circunstancia, por adversa que pudiere ser.

Finalmente, creo que si aceptamos tanto nuestro potencial personal como nuestras limitaciones; si somos capaces de entender que dos son mejor que uno, porque como dijo Jesús: “Si uno cae el otro lo recoge, si uno está triste el otro lo consuela…” y que, venturosamente, hoy no existe diferencias en las potencialidades de éxito entre un hombre y una mujer; si experimentamos el maravilloso mundo de las cosas sencillas, seguramente no es tan difícil  convertirse en una pareja funcional.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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