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Archive for noviembre 2015

CISNES

Amo a la gente porque todos son mis hermanos sobre esta tierra de Dios; porque sé y no tengo duda, que dentro de todos vive un niño inocente, desconcertado, atemorizado, nervioso, inseguro, por to que aunque nunca llegara a crecer, en el fondo de su alma… siempre serà bueno. Amo a mis hermanos humanos porque nacieron como yo, inocentes, pero la sociedad no supo enseñarles lo hermoso de la vida, lo extraordinario de tener raciocinio y lo grande de ser inteligentes; tampoco se les enseñó la consecuencia, el reconocimiento, la solidaridad, la caridad, la obligación de ser útiles y lo importante de considerarnos hormigas de una misma cueva; no se les dijo que somos bellos, tiernos, llenos de hermosos sentimientos, capaces de compartir nuestro pan y sacrificar nuestra vida por nuestros semejantes. Nadie les dijo que Dios vive en nosotros, que nos conoce desde antes de nacer, nos cuida y orienta nuestros pasos. Nadie les dijo que no existen problemas sino asuntos por resolver y que fuimos dotados de lo necesario para poder resolverlos.

Nunca les enseñaron que si algo no sale como lo esperamos, es porque no nos conviene y que con el tiempo, daremos gracias porque no se haya dado. Nadie les enseñò que la vida es un hermoso regalo de Dios: que es elemental, que es fácil de experimentar, que màs que esfuerzo requiere fe; que debemos soñar para lograr realizaciones; que el amor es más regocijante para quien lo da que para quien lo recibe.

No les convencieron de que los milagros existen, empezando por mantenernos vivos tantos años, cuando somos el animal más vulnerable sobre en este mundo, no sólo física sino espiritualmente; no requerimos caer de un doceavo piso para morir, sino resbalar o tropezar en el camino, pero sin embargo, sobrepasamos los cien años; tampoco es necesario golpearnos gravemente el cerebro para perder la razón, ya que basta la deficiencia de pocos gramos de un elemento químico y nos quedamos en blanco, a veces… por siempre.

Nadie les dijo nunca que somos hacedores de magia, o… ¿No es mágico que alguien que nunca habíamos visto o tratado, un día luego de una mirada y unas palabras nos ame especialmente y por siempre? O… ¿Acaso no es mágica en la tribulación, la tranquilidad espiritual experimentada luego de la oración, el abrazo o la mano amiga? Y… ¿Quien puede pensar que entes tan especiales deban ser odiados, discriminados o rechazados por sus propios hermanos?

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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sentido de pertenencia

Resumir lo elemental, a veces es más difícil que  acotar lo complejo. El sentido de pertenencia, responde a factores internos que se complementan y traducen en actitudes externas. Es que, como seres gregarios no sabemos realizarnos aislados y para nuestra plenitud, requerimos sentirnos que formando parte de algo importante  y… vinculante; nuestros sentidos están, de alguna manera y salvo raras excepciones, orientados a su satisfacción, en presencia de eventos de la interacción con el grupo social. Así, dentro de lo elemental pero trascendente, requerimos sentirnos parte de una familia, comunidad o sociedad; llámese  esta asociación, fraternidad, escuela, lugar de trabajo, colegio profesional, equipo deportivo, de voluntariado, club o… religión.

El apreciarnos individuales y diferentes, no es suficiente para sentirnos realizados material  y espiritualmente. Y es que no sabemos vivir en silencio, sino que requerimos dialogar, cambiar impresiones, exteriorizar nuestros sentimientos de alegría, tristeza, dolor o frustraciòn; comentar la felicidad, la belleza, el éxito y hasta la enfermedad, porque nos descarga emociones, reduce el estrés y… nos equilibra. De allí la necesidad de no sentirnos solos frente a un mundo expectante y gigantesco, donde con razón, nos sentimos demasiado  vulnerables. Esa soledad interna e inconfesable, es  lo que nos orienta a involucrarnos en  algo que supere nuestra propia y  natural individualidad. Para vencer ese temor de soledad, es que sentimos la urgencia de pertenecer a algún órgano del grupo social, y activarnos como  una familia, una escuela, un equipo deportivo, un trabajo, o alguna actividad que al interaccionar nos hace útiles  y nos permite desarrollar nuestras potencialidades. Es ese sentido de pertenencia lo que nos crea la propensión  la sana competencia, la tendencia a la eficiencia, al mejoramiento, convirtiéndose en fuente  para hacer las amistades y  el solidificar el compañerismo; siendo que, el materializar estos sentimientos, promueve el compartir, que es un sentimiento especial de unificación que hace más fuerte la organización social. El sentido de pertenencia es una necesidad fundamental en los seres humanos, porque combate el aislamiento y promueve la generosidad y sensibilidad entre los miembros del grupo.

Aún en los sectores más problemáticos  de la sociedad, los cohesiona el sentido de pertenencia, como es el caso de las llamadas “maras”, donde la falta de obtenerlo en otra parte, especialmente los jóvenes, realizan actos que ponen en riesgo su vida, únicamente  para  pertenece a esa “familia” y escapar de su agobiante y atemorizante…  soledad personal.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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