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Archive for octubre 2009

foto-usuario-113616-5082573508Nunca he podido entender que algo sublime como el amor -en el caso de Dios el máximo- de alguna manera pueda materializarse o manifestarse con el castigo. Quizás porque estoy convencido de haber entendido perfectamente el mensaje de Jesús, hijo predilecto de Dios sobre esta tierra, en cuanto a que “Dios es amor.” De tal suerte, que tampoco comprendo como algunos religiosos presenten a Dios como un padre irascible, terrible y vengador, que sólo está pendiente de ver los errores de sus hijos para caerles encima y zás… castigarlos, olvidándose de su esencia divina, que es “amor”.

¿Cómo puede conciliarse el amor con el castigo? ¿Cómo se entiende que un Dios que es todo amor y sabiduría, pero que además nos diseñó un camino de vida desde antes de nacer, esté presto a castigarnos por actos que él sabía con antelación que podíamos realizar, y que por su poder infinito pudo evitar? En verdad, no lo entiendo.

Pienso que es por amor a Dios y no por temor a Dios que debemos actuar en función de nuestro beneficio y el de nuestros semejantes. No se me ocurriría, bajo ninguna circunstancia, decir a alguien que por temor a Dios debe actuar bien, sino que debe hacerlo por su amor a Dios. No puedo olvidar las noches de desvelo que pasé cuando niño por culpa de religiosos, que no obstante mi corta edad, me atemorizaban con el horrible castigo de Dios porque yo había cometido tal o cual tontería, propia de un pequeño inocente, lleno de curiosidad y deseos de conocer cosas nuevas.

Hoy, gracias a mi conocimiento del pensamiento de Jesús, cuyo mensaje trascendental que escindió la historia en dos, fue precisamente “EL AMOR”, cambié el temor a Dios por el amor a Dios. Eso me da una gran tranquilidad y paz espiritual, porque sé y no tengo duda, que Él no existe para acecharme y estar pendiente de mis errores y desaciertos para castigarme, sino para orientarme, para ayudarme, para darme lucidez en la toma de mis decisiones, para amarme hoy y… siempre.

Ojalá los maestros, religiosos y adultos en general, dejaran de estar asustando a los niños con Dios, diciéndole frases como “Si haces tal o cual cosa Dios te castigará”, “El castigo de Dios es horrible”, “Te irás al Infierno” o sandeces de ese tipo, que sólo logran aterrorizar a quienes se trajo a este mundo para ser amados, protegidos y bendecidos, creándoles y fortaleciéndoles el amor a Dios, a ese padre bueno que está ahí, dentro de cada uno de nosotros, y por tal sentimiento –el de amar y no por el temor- debería ser por lo cual actuásemos con amor, ternura, dulzura y consecuencia con nuestros hermanos humanos, seguros de que no hay error por grande que fuere, que Dios no perdone o implique que deje de amarnos.

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0Como seres humanos, no requerimos ser boxeadores para que la vida, de vez en cuando, nos ponga contra las cuerdas, en alguno o varios de los muchos asuntos que conforman nuestra permanente lucha por una vida mejor.

Todos, salvo raras excepciones, creamos, abrazamos y acumulamos sueños; deseamos cosas y acumulamos sentimientos de diferente índole, que nos son muy caros; pero, casi en todos los casos, materializarlos, especialmente los más sentidos, ameritan decisión, dedicación, diligencia, esfuerzo –y a veces- sudor y… lágrimas.

Como no nos contentamos con una vida tediosa, resignada y monótona, desde que nos concientizamos de nuestro poder personal heredado de Dios, nos vemos impelidos a luchar a brazo partido por lograr nuestras metas; y sin escatimar esfuerzos, todos los días comprobamos nuestra inmensa capacidad de adaptación a las nuevas circunstancias, que nos permite ser mejores, más útiles, aceptando a nuestros semejantes con sus virtudes y defectos, para ayudarlos y de tal manera crecer espiritualmente, haciéndonos todos los días… más hombres.

Que importa que la vida, algunas veces, nos ponga contra las cuerdas, si somos del tamaño de la circunstancia que se presente. Somos conscientes de nuestro poder, decisión, fe, seguridad, confianza, y positivismo. Eso nos hace recibir los sucesos indeseables, complicados y difíciles, como asuntos por resolver más que problemas, lo que de alguna nos aportarán conocimiento y experiencia en la vida.

Esas valientes personas, bien golpeadas por la vida, por quienes, cuando estuvieron en problemas, nadie daba medio por su futuro, quienes no se amilanaron ni permitieron que las circunstancias adversas o el temor invadieran su alma, simplemente aceptaron que la vida tiene sus baches y sus momentos difíciles; que todo tiene su tiempo y su resultado, pero que como la noche y el día, siempre son pasajeros. Ellos superaron las dificultades, y luego, disfrutaron aún más de una vida producto de su esfuerzo, fe y confianza en su diligencia y la fe en un Dios, que siempre consideraron presto a ayudarlos.

De esos triunfadoras aprendí, que no existe problema sin solución; porque nada, ni una hoja se mueve sin la voluntad de Dios, y por tanto, todo suceso tiene una razón; no importa si nunca la conocemos, porque lo que importa es el resultado, que al final, si aunamos a nuestra fe, dedicación y esfuerzo, terminamos aceptando de buen gusto, que fue conveniente lo sucedido.

Bienvenidas las dificultades, porque son importantes para probarnos de que somos capaces, cuando se requiere sacar lo mejor que tenemos por dentro.

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A380En las noches cuando despierto percibo un profundo silencio, como si el mundo se hubiese detenido. Entonces presiento lo que algunos humanos perciben como la soledad: esa aprensión inmensa del hombre como especie, frente una naturaleza gigantesca, anciana, imprevisible, pero muy poderosa; que produce fenómenos incontenibles, terribles y destructivos, cuales no podemos vaticinar cuando se desencadenarán, y frente a la cual somos minúsculos y… vulnerables.

Es ese silencio absoluto que genera un sentimiento extraño y paralizante de indefensión, de sensación de infinita pequeñez, donde nuestra dimensión física es menor que un grano de arena y nuestra vida con respecto a su edad, menos pasajera que la del más pequeño de los insectos. Entonces me pregunto:

¿Realmente estamos tan solos en el camino de nuestra vida? Definitivamente no. No estuvimos solos antes de nacer, ni en esta vida, ni después de morir, porque somos un plan divino y por tanto siempre hemos tenido segura y buena compañía: Dios que nos ama y protege. ¿Cómo podemos sentirnos solos con tan inmejorable compañero?

Creo que quienes se sienten solos es porque no sienten a Dios en su corazón, y eso produce su horrible sensación de soledad. Dios nos pertenece a todos, sepamos de Él o no; siempre está en vigilia, presto a ayudarnos si lo requerimos; es quien nos produce sueños maravillosos, que traen paz a nuestra alma y nos hacen despertar optimistas; es quien sin explicación racional, en oportunidades nos hace evitar un camino porque en el medra el peligro; Él nos acerca a las personas que amamos y aleja aquellas que podrían perjudicarnos; Él provee nuestra familia, amor, salud y bienestar; Él nos lleva de la mano para encontrar la satisfacción de nuestras necesidades materiales y espirituales, señalándonos el bien y el mal, permitiéndonos libremente tomar las decisiones apropiadas.

Su amor va más allá de esta vida, y está esperándonos con los brazos abiertos a la hora del regreso; pero no para pedirnos cuentas sino para acogernos en su regazo, desde siempre supo cómo y para donde íbamos. ¿Cómo va a pedirnos cuentas de lo que Él ya conocía que haríamos, en un viaje que Él mismo nos diseñó? Eso no tiene lógica, como tampoco lo tiene sentirse solos.

Por eso, por todo eso, no creo en la soledad como una realidad de ningún ser humano, sino como una ficción que, como el temor, es una creación maligna de nuestra mente, cuando no tenemos suficiente fe en el amor y poder de Dios.

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BRINDIS_Iker_Casillas_rinde_espera

¿Cómo viven los millonarios? No se ni me interesa; quizás porque he tratado de cerca unos cuantos, siendo casi una constante verlos siempre apurados, estresados, malhumorados y con deficiente relación familiar.

Algunas personas al desear “vivir como millonarios”, se refieren a lo único que pudiera diferenciarlos: su riqueza. Pero es que no es la riqueza lo que define su disfrute de la vida, porque lo que un ser humano requiere para sobrevivir no  amerita grandes cantidades de dinero, porque en el más alto porcentaje se encuentran a su alcance, sin mayores  requerimientos económicos, porque se trata de alimentos, asistencia a la salud, educación, vestidos y un sitio donde habitar, lo cual puede ser adquirido con trabajo, diligencia y eficiencia.

¿Qué podría comer, tomar o usar un millonario, diametralmente diferente a lo que tiene acceso una persona común y corriente? No mucho; especialmente si consideramos que el mejor aderezo para disfrutar de un alimento o bebida, lo es el apetito; y que, más importante que el tamaño, calidad o ubicación de una cama, para el buen reposo lo es el sueño.

Una persona que vive y mantiene una familia con su trabajo, no tiene mucho de que preocuparse, porque su diligencia, dedicación y cumplimiento le asegura el sustento; su única ocupación, más que preocupación, es cumplir cabalmente con su obligación, por lo cual tiene la tranquilidad mental y suficiente tiempo para atender esa familia que comulga con él sus alegrías, problemas y necesidades.  Especialmente su cónyuge, quien no tiene que compartirlo con sus largas reuniones de negocios y relaciones públicas, que restan tiempo para el solaz y disfrute del hogar.

Nuestra diferencia con los seres irracionales, es precisamente, no conformarnos con lo material únicamente, sino requerir para nuestra plenitud de otros elementos que no pueden ser evaluados desde parámetros netamente físicos, porque corresponden a nuestra esencia espiritual. Como resultado, más que una casa, auto, mobiliario caro, delicatesses o dinero,  ambicionamos amor, solidaridad, lealtad, salud física y mental, tranquilidad espiritual y compartir lo que disponemos, con las personas que amamos.

Pudiera ser que algún millonario disfrute de esas bendiciones de Dios –que no requieren riquezas- pero serían excepciones; no obstante, en las personas comunes con crecimiento espiritual, eso es lo normal.  Por eso, prefiero disfrutar el mundo de las cosas sencillas, cual no requiere dinero para dar plenitud sino una actitud positiva, lo cual está al alcance todos,  y venturosamente,   es parte de mi personalidad.

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MERCEDES SOSA I

Cuando muere un cantor, de esos que nos llegan a el alma, sentimos que con él se va un poco de nosotros mismos, pero cuando muere alguien que interpreta nuestros sentimientos más profundos, sentimos que si calla el cantor, de alguna manera, calla la vida; o por lo menos, algo importante de la nuestra.

Cuando calla una voz como la de Mercedes Sosa, caja de resonancia de la protesta, descontento y frustración de mi generación, allá por los años sesenta y setenta, cantando por nosotros lo que no fuimos capaces de hacer sentir a nuestro pueblo con gritos, piedras, desde las universidades y las calles, sentimos como si finalmente, el tiempo nos hubiera robado un poco de nuestra propia voz.

La negra se fue, pero nos dejó varios mensajes que no deberíamos olvidar; que no se requiere nacer en cuna de oro, tener cultura o conocimiento especial, para entender y sentir por nuestra gente… la gente del mundo, porque Mercedes Sosa era Argentina, pero universal porque le pertenecía al mundo.

Su voz, su música y su danza, también nos recuerdan que no podemos olvidar nuestro compromiso de sentir y luchar por nuestros hermanos desamparados; que manifestar los sentimientos de protesta, enmarcados en una hermosa voz, envueltos en el halo de una dulce melodía, pueden ser más efectivos y llegar más lejos que una piedra o… una bala. Seguramente, porque como ella lo divulgaba, en vez de quitar la vida debemos dar gracias a la vida, que nos ha dado tanto.

En las montañas, los vallados y las pampas del Sur, los lagos, los mil caminos que no llevan a ninguna parte de nuestros llanos; las costas de los ríos y caños encrespados con un aire de no se donde; los callejones, las alquerías y las querencias, donde la gente de nuestros pueblos esconde su renuncia a una vida mejor que no llega nunca, pero que sabe que les pertenece y… llegará, siempre estará presente la voz de esa soñadora, cantadora y contadora de sueños que fue “La Negra.”

Los vientos helados del altiplano y las cumbres de Machu Pichu; el caminito que se pierde entre desiertos… sin arena, los esteros y los humedales; el chic chac de la carreta que se niega a morir y el hombre humilde, que es de aquí y de allá, de alguna manera continuarán como protagonistas en esa lucha constante de vencer y lograr, en ese paisaje humano que tan bien supo pintar la voz de  Mercedes Sosa.

Yo, que soñé y he vivido toda mi vida con la esperanza de un mundo mejor, donde todos sintamos la tierra como nuestra, y a los hombres como nuestros hermanos -para compartir lo poco o mucho que tengamos- sin que aún, luego de más de sesenta años se haya culminado, la canciones en la voz de Mercedes Sosa, continúan siendo un camino de esperanza.

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