“SOMOS CUANTO SENTIMOS Y ESO NOS HACE LIBRES”
Todos tenemos en esta vida una pared personal, detrás de la cual escondemos, unos más que otros, sentimientos, inhibiciones, frustraciones, tristezas, dolores, ambiciones, sueños y… alegrías.
Yo también tengo mi pared; sólo que he separado mis sentimientos de la mejor manera posible, de tal forma que únicamente tengan trascendencia aquellos que sean positivos y me edifiquen, a mí, a cualquiera de los seres que amo o a quienes me relaciono de cualquier manera.
No se trata de una pared física porque tiene que ver con mi alma y mis sentimientos que son etéreos, y al no tener conformación material es un poco más difícil contener algunos de ellos, que a veces escapan e intentan crearme problemas; pero al final, yo los controlo.
Detrás de mi pared he aprendido a vivir tan feliz como cuando tengo que traspasar sus linderos. Para lograrlo, simplemente me regalo de forma permanente y continua la posibilidad de equivocarme y cometer errores; de tratar de entender a mis hermanos humanos, aceptarlos como son, reconocer sus bondades sin escudriñar sus errores o defectos, y festejar su diversidad. De alguna manera, esto es parte del obrar humano que todos tenemos que experimentar en procura de una vida mejor; y es, precisamente disfrutando en el camino de lograrlo, como aprovecho esas múltiples experiencias que me enriquecen, inmersas en el maravilloso mundo de las cosas sencillas.
Por mucho tiempo sólo me sentía a salvo detrás de mi pared, hasta que descubrí que por tratarse de algo espiritual y no físico, no tenía límites de tiempo ni espacio. Con esa precisión ubiqué los cerrojos en mi ser interior, donde convivo con Dios y sólo Él y yo tenemos acceso, para dejar que sean mis sentimientos quienes decidan donde se quedan: delante, donde el sol brilla y las noches son estrelladas, o detrás, donde todo es oscuro. Así, atesoro aquellos que son positivos para mi o alguien más, haciéndolos parte de mi luminosa vida diaria. Por el contrario, los que considero negativos, deprimentes o dolorosos, los dejo detrás, en la parte oscura de mi pared, para no recordarlos nunca.
Hoy alguien, inesperadamente, traspasó mi pared adornándola con colores de oro, música de alas de mariposas y perfume de azahares: Wendy interrumpió mi trabajo, se sentó en mis piernas y jugueteo con mi pelo como antaño, mientras su mami la miraba con ternura; ella tiene treinta años, dos bellas niñas y es… la última de mis hijas.
Hay paredes hermosas bien pintadas y sólidas, en donde se plasma nuestra felicidad como seres humanos, pero hay paredes sucias de malos sentimientos (envidia, prepotencia, soberbia), que entorpecen la entrada de Dios nuestro Padre a nuestros corazones, yo particularmente veo mi corazón como una casa «la casa de Dios» así lo llamo, he pasado parte de mi vida, identificando y derrumbando paredes que le quitan espacio a mi Padre para estar allí, tratando de ofrecerle un lugar limpio y agradable para Él, no es una tarea fácil, pero si es posible. Identificar y derrumbar paredes no lo es todo, también saco esos escombros, a través de la comunicación, con mis hermanos, no dejando nada allí dentro, que pueda corroer y manchar las paredes limpias (valores, amor, fe, perdon) que nuestro Padre Celestial con tanto amor nos ha dado desde nuestro nacimiento.
Una vez mas… excelente reflexion… Saludos.
Que articulo tan oportuno…
Buena y honesta respuesta.
Siempre está oscuro antes del amanecer. Con el amor de nuestros corazones que nos impulsa a ser mejores personas y el apoyo de la mucha gente (y de Nuestro Padre) que nos quiere y están a nuestro lado, podremos derribar ese(os) muro(s) y sacar todos esos escombros, …y una inmensa luz vendrá con la aurora. =)