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Archive for the ‘AMOR POR LA VIDA’ Category

¿UN MUNDO NUEVO?

En verdad, no creo que se trate de un mundo nuevo lo que estamos viviendo  hoy, porque al fin y al cabo el mundo siempre será el mundo, independiente de cual fuere el comportamiento de sus habitantes. Lo que sì debemos aceptar es que en esta época, las personas actúan de forma diferente a como lo hacían apenas cincuenta  y hasta treinta años atrás.

Para quienes desde muy jóvenes entendimos la bipolaridad de los valores, pero que además las personas los interpretan y aplican, conforme al tiempo y el espacio donde y cuando se vive, no nos extraña que lo que nuestros padres -y aun a nosotros mismos, hubiésemos concebido de algún aspecto de la vida o las cosas- sea bastante diferente a lo que algunos habitantes del  mundo actual lo asumen.  Yo apenas sobrepaso las siete décadas de vida, pero acepto de buena gana que mis nietos y sus amigos, conciban y actúen en similares situaciones, bien diferente a como yo hubiera actuado. Es que el mundo es sinérgico, como lo es nuestra vida y consecuencialmente, nada debe ni puede estancarse, porque como lo decía Condorcet “El desarrollo empuja a los pueblos”.

A mí me parece, cuando menos risible, al escuchar señores de la tercera edad, criticando el comportamiento de los jóvenes, comparándolo con el suyo y deduciendo que estos jóvenes de hoy “…son una locura” o que “…cuando en mis tiempos”. Pienso que todas las épocas han sido buenos para vivir, en tanto y en cuanto se tenga la disposición personal de disfrutar intensamente cada instante de nuestra vida, sin subestimar o desmejorar a nadie, fuere menor o mayor; ser útiles dentro de lo posible a nuestros semejantes, independiente de su condición social, económica o de poder; amar  y agradecer siempre, perdonando cualquier agravio; pero especialmente, siguiendo el consejo de Jesús de Nazaret, de pedir el pan de cada día –que involucra no sólo los alimentos sino nuestras necesidades integrales diarias, con toda la fe en que sin duda alguna Dios  nos proveerá lo necesario.

Por otra parte, soy de los convencidos de que somos energía, positiva o negativa, pero somos energía; por lo cual nos corresponde ser proactivos, diligentes y confiados en nuestra capacidad de vencer cualquier obstáculo que se interponga entre nosotros y nuestra probabilidad  más que posibilidad,  de ser felices. Sin descuidar el principio de utilidad a mis semejantes que siempre ha guiado mi vida, me acogí a ese principio del Filósofo contemporáneo Ortega y Gasset cuando sentenció: “Yo soy yo y mi circunstancia”,en lo cual me ha acompañado siempre esa maravillosa compañera de viaje largo que es mi esposa Nancy, quien como yo, al pasar de unirnos a confundirnos en una sola persona, en los más de cincuenta años de conocernos y casi cincuenta como  cónyuges, hemos hecho de ese principio una especie de cápsula invisible, donde nos protegemos de las personas tóxicas por su incredulidad, falta de humanidad,  lealtad, comprensión y caridad; o simplemente indiferentes a problemas de los demás, que por cierto para nosotros no son tales, sino asuntos por resolver, por lo cual  siempre estamos prestos a ver en que podemos ayudar a sus resoluciones.

Siempre he estado consciente de que así como la tierra rota sobre sí misma y se traslada, de la misma manera los seres humanos y nuestra circunstancia personal, siempre estará condicionada a los cambios conforme al tiempo y el espacio cuando y donde se desarrollen. Por esa forma de ver la vida y las cosas, en los años sesenta,  cuando las mujeres decidieron subirse la falda y usar shorts en público sin ninguna gazmoñería; enfrentar al hombre por sus derechos y exigir su lugar en la sociedad,   incorporándose sin chaperona a una discoteca así como ingresar a la universidad, a cualquiera de las carreras que se creían como exclusivas de los hombres,  para mí no fue sorprendente sino plausible. Quizás por eso, como quiera que mi carrera de abogado la hice a los cuarenta y dos años,  las niñas de entre veintidós y veinticinco años que estudiaron conmigo, a quienes yo doblaba en años, sin subestimar su sexo o su edad, siempre traté con consideración y respeto,  por tanto fueron y siguen siendo mis buenas amigas, a quienes siempre entendí perfectamente –y de quienes por qué no decirlo- aprendí cosas nuevas que me sirvieron, tanto en el ejercicio de mi nueva profesión así como en mi vida personal.

Finalmente, manifiesto que la intención de escribir estos renglones, no es otra que la de insistir en que el mundo ni el tiempo cambian, sino que los que cambiamos somos nosotros, los seres humanos, como consecuencia de lo anotado antes;  del cambio de los valores,  que tienen que ver con el tiempo y el espacio en que se suceden los eventos de nuestra cotidiana vida. Por eso la gente de la llamada tercera edad, deberíamos en vez de criticar, alabar el entusiasmo de los jóvenes, su valor de enfrentar los retos diarios; entre otros, estudiando un sinfín de materias en las escuelas y universidades, que quizás nunca lleguen a utilizar, porque la tecnología avanza demasiado rápido, mientras la mentalidad de los profesores, con cara de intelectuales y discursos tontos, sigue siendo de carácter repetitivo, sin considerar ni estudiar ellos diariamente, cómo algunos conocimientos se hacen caducos a muy corto plazo y pudiera que ya no sean para los estudiantes convenientes, pero aún menos…  necesarios.

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POR QUE NO DEBEMOS TEMER

La sensación de TEMOR,  al cual todos los seres humanos estamos expuestos, deriva del latín timortimōris, que significa miedo o espanto; .pero en nuestro idioma, el español, dentro de otras definiciones se le asigna la de “… el sentimiento de inquietud o angustia que impulsa a huir o evitar aquello que se considera dañoso, arriesgado o peligroso…”, por lo cual es absolutamente indeseable, porque además de esa angustia que nos produce, pudiera llevarnos a cometer los más grandes errores. En principio, pienso que tal indeseable sentimiento puede afectar a cualquier ser pensante, sin discriminación alguna; pero que en el caso de las personas que creemos en Dios y que hacemos nuestra vida sobre la base de los valores y principios que siguen las enseñanzas de Jesús de Nazaret, especialmente el “Amar a nuestro prójimo como a  nosotros mismos”, lo cual involucra el no hacer daño conscientemente a nadie, tenemos un escudo protector para vencerlo, que es precisamente esa creencia de que, si Dios está con nosotros y es el más poderoso, omnipresente y omnipotente, pues…  ¿Quién o qué podría afectarnos?.

En ese mismo sentido, como quiera que nuestro principal y original sentimiento de defensa es el proteger nuestra vida, y nosotros estamos conscientes que ni una hoja se mueve sin la voluntad de Dios, cualquier acontecimiento, bueno o malo que nos afecte, simplemente nuestro Padre Celestial lo conoce,  y como quiera que El nos ama, de ninguna manera permitirá en nuestra contra algo que fuere inconveniente para nuestra vida física, intelectual o espiritual. Por cierto, lo cual es bien diferente a pensar que todo lo que nos suceda tiene que ser, de acuerdo a nuestros parámetros, absolutamente positivo. Esto, porque en nuestra vida existen elementos y eventos totalmente aleatorios, cuales pudieren parecernos temporal o permanentemente negativos, pero que, con el tiempo y las consecuencias de dichas circunstancias,  pudieran resultar positivas en sí mismas, o por lo menos evitarnos males mayores. Como consecuencia de estas apreciaciones, al menos yo, me acostumbré, en tales casos, a no preguntarme… ¿Por qué? Ya que a mi manera de ver la vida y las cosas, la respuesta a esa pregunta que pareciera elemental, en la mayoría de los casos trascendentes para nuestra existencia o las de nuestro entorno más íntimo,  correspondería a Dios, quien todo lo conoce,  sabe por qué, cómo y cuando sucede o sucederá.

Es por lo cual, cuando personalmente o a alguien de mis seres queridos les ha acontecido algo que,  a simple vista pareciera negativo, tengo mucho cuidado de preguntarme ¿Por qué?, ya que, como antes lo anoto, siento que esa es una pregunta que solo puede responderla Dios; a  quien por cierto no tengo medios para preguntarle y esperar una respuesta, al menos con mi raciocinio humano. Como consecuencia de esta aseveración, en tales casos, me he acostumbrado a preguntarme para qué, porque esta pregunta tiene una respuesta que yo mismo me puedo regalar, y como la hago por mi propia voluntad dentro de mi libre albedrío heredado de Dios, simplemente preparo mi respuesta conforme a mi mejor conveniencia lógica, o simplemente, con base a mi concepción del amor y la voluntad de Dios para sus hijos; esto es, como me fuere más aplicable al caso en concreto. No obstante, existen situaciones en las cuales se hace conveniente la pregunta ¿Por qué?, ya que al compararla con hechos similares a los que nos acontezcan, no requerimos que Dios nos responda, porque se evidencia la respuesta en nuestro beneficio.

En una oportunidad hace bastantes años, una vecina amiga muy querida por mí, lloraba amargamente por la muerte accidental de su hijo de 19 años, a quien por cierto yo conocía desde que era un bebé, y ella me preguntó:  ¿Por qué Dios me quitó mi  hijo tan joven? Yo le dije,  absolutamente consciente de que era muy real lo que le decía, que esa pregunta no podía hacerla de esa manera, porque la respuesta sólo correspondía a Dios. Le sugerí que utilizara una pregunta que le ayudara a sentirse privilegiada en vez de infeliz, porque cualquier respuesta que ella diera, le resultaría positiva y consoladora, en vez de dolorosa.  La pregunta que le sugerí fue: ¿Por qué Dios me dio 19 largos años para que disfrutara a mi hijo fallecido, cuando conozco tantas madres cuyos hijos murieron antes de nacer, bebés, de dos o menos años de edad y sus madres no pudieron disfrutarlo tantos años como el mío?… ¿Qué hice yo de especial para ser una madre tan afortunada? Creo que ella me entendió muy bien y meditó sobre mi comentario, porque la noté más calmada y antes de irme le  sugerí lo que siempre hago en estos casos:  Ahora que usted está consciente que fue una madre privilegiada dentro de millones de madres sobre esta tierra de Dios, compleméntese preguntando: ¿Para qué Dios permitiría esta situación? Y no tengo duda que El la iluminará para que sea usted  misma y no El, quien se  regale una respuesta que convenga a su delicada y dolorosa situación que le ayude a traer alivio y paz a su corazón.

Todo lo que aquí escribo no corresponde a ninguna teoría o plática positiva, sino que ha sido fundamental en mis más de casi ocho décadas de vida, felizmente casado por casi cincuenta años, con hijos, nietos y bisnietos;  e independiente de que vi morir mis padres, mi única hermanita y tres de mis hermanos menores y dos mayores que yo, así como muchos y muy queridos amigos de diferentes edades y género, de mi entorno más cercano. Derivado de todas estas experiencias vividas en mi larga vida, estoy convencido de que, si creemos y tenemos fe en Dios, si seguimos sus mandamientos y amamos a nuestros congéneres y hacemos todo lo que podemos por serles útiles, no tenemos por qué temer, porque Dios está aquí, no en ningún otro sitio, sino a nuestro lado, a toda hora,  siempre pendiente de protegernos,  por lo cual jamás ni de ninguna manera podemos tener temor, ya que, cualquier evento que nos acontezca –independiente de su naturaleza-  está en la esfera de lo que nuestro Padre Celestial considera positivo para nuestra vida física, intelectual y espiritual.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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LA ALIMENTACION, LAS MEDICINAS Y LA SALUD

Releyendo  algunas de las disertaciones de Steve Jobs, me encontré una, al contenido del cual me referiré de seguidas: El decía algo como esto: “… haz de tu comida la medicina o tendrás que hacer de la medicina tu comida…”. Ciertamente,aunque nunca fui fan de Steve Jobs, simplemente porque creo que es el ejemplo de una relativa corta vida y porque aun sin conocer todos los detalles de su vida, creo que  pudo vivir bastantes más años de los que vivió, lo cual hubiera sido lógico, ya que disponía de todo lo que requería para ello.

 Ahora bien, respecto del contenido del pensamiento citado, pienso que tenía absoluta razón, ya que conozco personas que cuidan muy bien de lo que comen, en cuanto a calidad y cantidad de los alimentos,  con extraordinarios y positivos resultados. Así, por ejemplo, si usted cuida de comer muchas frutas, otros vegetales como la calabaza, zuccini, pepino,  granos y tubérculos variados, acompañados de ensaladas, evitando en lo posible ingesta continua de carnes rojas, pero abundando en el pescado, pavo, pollo y cerdo magros, seguramente su salud estará muy bien y por tanto, salvo contaminación con algún virus, microbio o bacterias, difícilmente requerirá tomar constantemente medicinas; precisamente porque como lo dijera Steve Jobs, usted ha hecho de la comida su medicina.

Por el contrario, las personas que ingieren abundantes cantidades de alimentos ricos en grasas saturadas, como enlatados, carnes rojas y la denominada “comida chatarra”, así como azúcar y bebidas azucaradas, incluidos los muy peligrosos “refrescos” y los jugos que se toman en la calle, sin conocer con certeza la calidad del agua con que los elaboran, corren el riesgo de consumir en ellos los muy dañinos conservantes, sabores y coloración artificiales, cuales afectan gravemente la digestión,  así como que tienen otros efectos secundarios negativos sobre gran parte del organismo. Este tipo de personas, independiente de su edad, suelen tender a la obesidad y a contraer, entre otras,  la enfermedad conocida como “diabetes II”, cuales pueden hacerles la vida una verdadera tragedia, porque no sólo física sino espiritualmente les hacen grave daño, ya que afectan además de su salud física su salud mental,  como su estado de ánimo y autoestima. Como consecuencia de tan negativa forma de vida, estos individuos indudablemente son los primeros clientes de los laboratorios, como consumidores permanentes de fármacos, que es lo mismo que decir, como lo sentenciaba Steve Jobs,“hacer de las medicinas su comida…”

Creo importante comentar que venturosamente, en los últimos años se ha difundido la tendencia a la alimentación, sino naturista por lo menos hasta cierto punto semi-vegana, vale decir consumir muchos  productos alimenticios vegetales en vez de hacerlo con carnes rojas y/o aquellas muy grasosas, pero si consumiendo productos proteicos como los huevos, cuales las últimas investigaciones han determinado que de ninguna manera per se hacen daño al organismo, independiente de que comas uno o más. En este mismo sentido, también es de nuevo cuño la tendencia a utilizar algunos productos de muy bajo costo, que se mantuvieron de muy bajo perfil, gracias a la poca divulgación y publicidad de sus grandes beneficios al cuerpo humano, como lo son el bicarbonato de sodio y el cloruro de magnesio; quizás por la gran influencia de los laboratorios en los medios de comunicación social de todo género, con la enorme propaganda a productos con nombres ostentosos y creadores de propensión a su consumo, que realmente derivan su origen  de estos dos extraordinarios ya citados productos medicamentosos: el cloruro de magnesio y el bicarbonato de sodio, por lo cual perjudicaba a su mercado cautivo, el conocimiento de su uso directo disueltos en agua o de cualquier otra manera. 

En el mismo orden de todo lo antes expuesto, creo que procede referir que hoy abunda la literatura por Internet sobre la importancia de la medicina natural, traducida en la utilización de plantas y sus cortezas,  que durante muchos años se usaron como plantas de jardín o decorativas, pero que no se consideraban medicinales;  pero que hoy se aplican a estos fines, como son por ejemplo y entre otras,  las hojas y corteza de sauce para la inflamación prostática y como sustitutiva de la aspirina;  las hojas y/o flores de amaranto, también llamado bledo y la sábila o aloe vera para diferentes usos medicinales, especialmente para mitigar las quemaduras o cualquier daño en la piel, así como de uso en productos  de estética corpórea femenina.

Finalmente, yo interpreto como muy acertado el mencionado argumento de  Steve Jobs, porque ciertamente, si no se tiene una alimentación sana, balanceada y con raciones de volumen estrictamente necesario para mantener la buena salud, nuestro cuerpo se afectará y enfermaremos de tal manera, que tendremos que consumir continuamente y a veces a diario, variados fármacos que, como lo dijera el mencionado Steve Jobs, prácticamente la persona afectada “..hará de la medicina su comida…” con los indudables resultados, en todos los casos, fatales  para su salud.

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Normalmente, el ser humano que tiene poder, riqueza o fama, difícilmente puede disfrutar integralmente de las muchas bendiciones que nos da la vida, que en su mayoría son sencillas. Es que estos factores tan apetecidos no son fáciles de administar sin una dedicación especial, que normalmente deberá tomarse del tiempo que correspondería compartir con las personas de nuestro entorno íntimo que más amamos. En mi largo camino por esta vida, he podido compartir con personas que disponían de estos supuestos atributos; de ellos aprendí que paradójicamente disfrutaban más de la vida, aquellas personas humildes que los servían o asistían. Ciertamente, cuidar el poder, la riqueza o la fama, requiere dedicación exclusiva y atención permanente, y sin que ellos fuere condenable, sin duda que sacrifica el tiempo que se debería dedicar  a la familia y los amigos más íntimos, lo cual crea vacíos vivenciales difíciles de llenar,   que al acumularse,  producen estrés, tristeza y a veces estados depresivos, que por mucho que se disimulen, afectarán la salud física, espiritual o mental de los involucrados.

En una oportunidad me reuní con un importante hombre de gobierno, quien me confesó lo ingrato que era para él, ocupar buena parte de su tiempo que requería para mirar crecer a sus hijos y atender a su esposa, en ocuparse de asuntos oficiales que por ser su obligación personal, a los cuales debía poner su mayor atención,  no podía delegarlos a nadie más. En esa oportunidad me dijo con un dejo de tristeza, que aún con todo el poder que ostentaba, no era feliz a lo cual le respondí que no lo entendía bien, ya que por su posición a él debería sobrarle todo, a lo cual me respondió textualmente: “¿Sabes amigo? Es increíble que algunos fines de semana, mientras mi chofer o la chica que ayuda a mi esposa con los niños en la semana, aún con sus menguados ingresos están disfrutando sin  ninguna preocupación  en la playa con sus respectivas familias,  mientras yo que tengo ingresos muy superiores a los de ellos y una posición sólida en la sociedad, no obstante ser un fin de semana, tengo que estar atendiendo algún asunto por cuenta del Presidente o Vicepresidente de la República, que requieren mi atención personal. En verdad esto me afecta tanto, porque no sé como esta situación podrá afectar la salud  mental en esta etapa de crecimiento de mis hijos y  hasta cuando mi esposa podrá soportar una soledad y falta de atención que no merece.”

De la misma manera, un buen amigo que poseía una sólida fortuna económica,  con el cual en mi época de empresario mantuvimos relaciones comerciales pero también amistosas, un día cualquiera que departíamos en el lobby de un hotel en Caracas, me hizo una confesión, que aunque dolorosa fue muy didáctica en mi carrera de empresario; en aquella oportunidad él se quejaba de que atender la dirección de varias Empresas que le producían mucho dinero y estaban bajo su responsabilidad, no le dejaban espacio para el esparcimiento normal de una persona, pero además lo más grave era que su hogar estaba muy decaído, toda vez que su cónyuge –a quien amaba profundamente- no podía procesar que para él fuera más importante dedicar el tiempo a velar por sus negocios y acumular dinero, que  atender una familia que lo amaba y necesitaba permanentemente y que, según las palabras de ella, nadie podía vaticinar hasta cuando duraría, mientras su Secretaria seguramente estaba paseando o compartiendo con su familia sin ninguna preocupación. En esa ocasión no emití ningún criterio fundamental, sino que me limité a observarle que era necesario que midiera los riesgos y actuara en consecuencia.

Esas cuitas de mi amigo me afectaron significativamente, porque yo también era el Presidente de algunas Empresas en el territorio  nacional, y aunque mi esposa  por su profesión hacía equipo conmigo en la administración de las  mismas, en oportunidades nosotros estábamos empezando a sentir esas mismas preocupaciones, ya que nuestros hijos, aunque muy bien atendidos por las empleadas domésticas que tenían muchos años con nosotros y eran de toda  nuestra confianza, estaban creciendo mientras yo debía viajar constantemente, lo cual me limitaba de compartir con ellos integralmente. Pues bien, esa conversación nos produjo una profunda reflexión que nos comprometió a poco a poco ir reduciendo nuestra actividad empresarial para estar más tiempo con nuestros hijos, al punto de que como apenas tenía cuarenta años de edad, con la idea de cambiar de vida, ingresé a la  Universidad a estudiar Derecho, me gradué de abogado y di un giro de ciento ochenta grados a mi vida, de lo cual hoy estoy convencido que fue una decisión trascendental para nuestra felicidad y la de nuestros hijos.

He querido hacer la referencia a mis lectores de esta triste paradoja, porque ciertamente y en la mayoría de los casos, mientras los poderosos y poseedores de grandes riquezas, descuidan una parte muy importante de su vida, dedicándose a luchar por mantener y/o aumentar  su  poder o patrimonio, sus empleados con sus limitados recursos, disfrutan intensamente de sus fines de semana, vacaciones y días feriados en la playa o la montaña, sin otra preocupación que la de compartir en armonía familiar, acumulando la mayor felicidad posible, convencidos de que para ello sólo requieren de los recursos que les genera su actividad normal, común y corriente. No significa esto que sea en todos los casos y axiomático, por lo cual vale la pena para los ricos y poderosos, meditar sobre el tema para no caer en esa especie de trampa que significa descuidar lo que no se puede lograr con poder o dinero, por adquirir cualidades y beneficios que no son indispensables para  la unión, el amor y la felicidad familiar.

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No obstante los diferentes tipos y estilos de música o los instrumentos con que se interprete, luego de  muchos años de insistir la Psicología Positiva, la medicina ha aceptado que la música y el amor del entorno, no sólo aceleran la sanación de las enfermedades, sino que debidamente aplicada como terapia, al menos la música ya no se tiene duda que es fundamental en procesos de curación de enfermedades e inclusive, se está utilizando en los procesos o durante algunas cirugías. En cuanto al amor que reciba un paciente, ya existe el convencimiento, tanto por los profesionales de la salud como por los particulares, de que acelera y complementa la curación de las enfermedades. Es que tanto la música como el amor son manifestaciones espirituales del ser humano, que producen un estado de alegría y placidez.

La música, específicamente,  representa un estado elevación espiritual, que cuando la disfrutamos inunda cada una de nuestras células. Así, por ejemplo, cuando nos levantamos y escuchamos la música que nos gusta, sentimos una sensación de serenidad, quietud y paz que inunda todo nuestro ser interno,  y eso sin duda contribuirá a mejorar nuestro estado de ánimo, que es definitivamente lo que dará color a ese día que comenzamos. Esta certeza de que la música tiene una gran incidencia en nuestro ánimo, es  lo que ha permitido que hoy tengamos a nuestro alcance por medios electrónicos y completamente gratis, diferentes tipos de música, ciertamente aplicable a cualquier situación, siendo entonces que vemos como se anuncia música para relajarse, para orar, para meditar y para alegrar el momento.

En cuanto al amor, si como se ha hecho una verdad el apotegma que nos enseña que Dios es amor, y estamos conscientes que la vida de quienes caminan sin Dios, no puede tener la plenitud de quienes lo llevamos con nosotros, entonces todo lo que se diga de las bondades adicionales del amor, siempre será menor pero no menos importante. Por el amor venimos al mundo; por el amor somos mejores y sin amor la vida sería cualquier cosa, menos una existencia plácida y edificante. Quienes estamos convencidos que nuestro paso por la vida es temporal y que no es más que una etapa necesaria para nuestro crecimiento espiritual, sabemos que es el amor lo que nos permite entender y encontrarle una razón positiva a todas las situaciones que se  nos presenten. Es por virtud del sentimiento del amor que somos sensibles y solidarios, frente a nuestros hermanos humanos.

Es el amor lo que nos permite ponernos por encima de las diarias situaciones difíciles que pudieran afectar nuestra felicidad; no sería entendible como alguien podría vivir intensamente en una sociedad organizada, sin sentir amor por sus semejantes, tanto de su entorno íntimo como externo;  como podría disfrutar la sonrisa de un niño, la mirada plácida de un anciano; el bello trino de los pájaros; la plenitud de una mañana de primavera; el hermosísimo brillo de las estrellas en una noche de verano o la sensación especial  cuando un bebé toma nuestra mano, o la persona que amamos nos dicen: te amo. Asimismo, si como todos coincidimos, la base de la sociedad es la familia, no es imaginable disfrutar de los padres, los  hermanos, los descendientes, el cónyuge o cualquier otro familiar, si no se fundamentan dichos sentimientos en el amor.

En el mismo sentido de lo antes expuesto, podríamos preguntarnos: ¿Existiría el perdón, la coexistencia pacífica o la solidaridad humana sin el amor? Sin ninguna duda que no. Es el amor esa fuente maravillosa de sentimientos profundamente humanos y cristianos, que nos permite cambiar nuestra forma de ser, para ser más pacientes, amables y considerados. Pienso que es el amor lo que enriquece la esperanza, la fe, la confianza y la positividad. De la misma manera, creo que es el amor lo que nos permite alcanzar la meta máxima de nuestra existencia como seres racionales: el principio de utilidad. Asimismo… ¿Podríamos aceptar y respetar  la individualidad de las personas que nos rodean sin el amor? Tampoco sería posible, porque cuando reconocemos y respetamos la individualidad de otro ser humano y sus resultados objetivos, de alguna manera sacrificamos un poco de la propia, lo cual sería imposible si no sintiésemos amor por esa persona o personas.

Finalmente, si damos rienda suelta a nuestro amor y lo aliñamos con la música, es muy difícil que no seamos capaces de superar situaciones difíciles o ayudar a otros a sobreponerse, porque esos dos recursos son milagrosos al incidir de forma definitiva en nuestros pensamientos, acciones y circunstancias personales.  Por todo lo aquí tratado, luego de unas cuantas décadas de vida feliz, no dudo en asegurar que el amor y la música, como la alimentación y la tranquilidad espiritual, son pilares sobre los cuales se debe fundamentar una existencia que aspire a ser… feliz.

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EL PRESENTE Y EL DESTINO

Es una creencia casi generalizada que Dios determina nuestro destino desde antes de haber nacido y que eso es infalible;  no discuto tal  criterio, especialmente porque como soy un convencido de nuestra absoluta posibilidad de ser felices, para lo cual se requiere ser muy positivo, no puedo darme el lujo de preocuparme por algo que pudiera convertirse en una obsesión  negativa, como es para una gran mayoría de personas, el destino. Es que en mi personal concepto, lo que Dios sí que nos dispuso como una hoja de papel en blanco,  fue el camino que debemos recorrer durante toda nuestra vida -que por cierto es lo que  sí debe interesarnos-  por lo cual nos dejó en plena libertad de darle el sentido, color, sensación y sabor al paisaje, así como a cada  bache o recodo del camino; de tal manera que, en su inmensa sabiduría, creo que  para no aportarnos focos de preocupación innecesaria, nos dejó en libertad de diseñar nuestro propio “camino”, por lo cual nos regaló la posibilidad de hacer de ese viaje de nuestra vida, lo que más nos plazca, agrade o nos parezca conveniente. En tal sentido, para que pudiésemos estudiar, entender y encontrar la mejor forma de vivir esa extraordinaria experiencia de ese viaje, nos dotó de inteligencia y raciocinio, al tiempo que puso sobre el camino diferentes subidas, bajadas, obstáculos y/o accidentes, que nosotros con todos los recursos intelectuales y físicos de que fuimos dotados, pudiésemos perfectamente determinar la mejor forma de esquivarlos, superarlos, ignorarlos  o disfrutarlos, conforme nuestra propia forma de ver la vida y las cosas.

No es fácil emitir criterio sobre lo que piensan o sienten otras personas, por lo cual pareciera  lo más acertado, hablar de nuestras propias circunstancias y vivencias; a ese respecto y refiriéndome al camino de la vida que durante setenta y ocho años he transitado, debo comentar que desde que tengo verdadero uso de razón he estado perfectamente consciente de que no existe un destino predeterminado para mí, ese me lo hago yo;  inclusive ese elemento impredecible que a tantos preocupa y que denominan futuro, cual para mí –no obstante la insistencia de mi padre de que era muy importante- tampoco tuvo ni tiene tanta importancia, precisamente porque es imprevisible, impreciso e indeterminado, por lo cual no lo considero trascendente como parte de mi camino; quizás porque siempre he tenido plena conciencia de que, si fuere que llegare,  lo único que puedo aportarle para mi beneficio,  sería hacer bien lo que me corresponde… hoy.

¿Qué la manera de transitar nuestro camino  tenga que ver con nuestro posible destino? Pareciera lógico, por lo cual como  yo juego a ganador, no desperdicio ninguna posibilidad; es que estoy seguro que mi camino es hoy, por lo tanto es a este día  de hoy a quien debo toda mi atención, amor y cuidado. Estoy consciente de que conmigo transitan a mi lado, detrás y al frente, mis hermanos humanos y mis hermanos los animales;  a ambos me debo por mi principio fundamental de  utilidad y humanidad. De la misma forma,  a los recursos naturales que Dios dispuso sobre y en esta tierra para mi beneficio, estoy obligado a proteger, cuidar y defender a toda costa, so pena de desaparecer como especie sobre esta tierra, o por lo menos de negar su conocimiento, belleza, beneficio y disfrute, a las futuras generaciones. Como  observarán en  lo expresado en este párrafo, en nada puede ayudarme a mejor vivir mi camino, el pensar o preocuparme por un destino que, como el futuro, no es determinable de ninguna manera.

Tristemente he conocido personas que viven consternados por lo imprevisible de su posible destino o lo que pudiera sucederles mañana, que es como decir: en el futuro. Tanto me ha preocupado esta tendencia,  que he dedicado una buena parte de mi vida a escribir artículos de prensa y revistas, libros y el blog: www.unavidafeliz.com, que es visitado por más de 2.800.000 cibernautas en 119 países, así como conferencias y conversatorios, todos orientados a inducir a las personas a no dejarse afectar por el pasado, porque es un muerto; ni por el futuro porque no ha nacido; estimulándolos a dedicar todo lo mejor y más entusiasta  de la existencia, a ese diario transitar por el camino de la vida; cual no sólo tenemos la capacidad de hacer agradable y didáctico, sino inclusive, impregnarlo de magia y entusiasmo que contagie a nuestros congéneres negativos. Es durante el recorrido del camino que podemos amar, disfrutar de las flores, de la risa de los niños, del canto de los pájaros, del ruido de las quebradas, de las olas del mar; degustar los  manjares en que nuestros hermanos saben  convertir los recursos naturales que Dios puso sobre la tierra para nosotros, así como de mirar y escuchar a esas personas que amamos, cuya presencia, compañía y voz, dan sentido a nuestra vida.

Luego de todo lo expresado, en una reflexión sincera del qué y el por qué de nuestra vida… ¿No les parece una pérdida de tiempo dedicar nuestro intelecto a intuir un destino desconocido, cuando la realidad del hoy –que es el camino que en todo momento estamos recorriendo- tiene tantas cosas buenas y bellas que ofrecernos? Como todo en la vida, creer y preocuparse del destino es una opción exclusiva del libre albedrío de  cada ser humano, que yo respeto, pero que estoy obligado a declarar que no comparto; precisamente porque no le aporta nada a esa maravillosa bendición de vivir el hoy y no de sobrevivirlo, que definitivamente es la opción por mí libremente escogida y predicada  hoy y siempre.

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EL CORRER DE LOS AÑOS

feliz cumpleaños amigoCon mis setenta y siete  años encima, como típica persona, no de tercera edad sino de juventud prolongada,  absolutamente convencido de mi condición vivencial físico-espiritual, debo comentar que, a mi manera de ver el asunto de la edad como una circunstancia personal, debo comentar que considero que tiene dos efectos inmediatos sobre los cuales toda persona racional debe meditar amplia y sinceramente. Me refiero en primer lugar al aspecto físico, esto es,  cómo afecta a nuestro cuerpo en la mayoría de nuestra integralidad corporal. Sin duda que al envejecer igual que todo ser viviente, tanto del reino animal como del vegetal, la tendencia es ir perdiendo capacidad física y sufrir efectos degenerativos, hasta llegar al final cuando morimos y nuestro cuerpo cumple su destino bíblico: “Polvo eres y en polvo te convertirás.”; lo cual por cierto es indefectible y por tanto no debería  infundir temor a nadie, precisamente porque no hay como evitarlo.  En segundo lugar, nuestra condición racional que conlleva nuestro convencimiento de nuestra espiritualidad, nos permite conocer que al morir, simplemente nuestro espíritu vuelve a esa dimensión de donde vino cuando nacimos, como nos lo anticipara Jesús de Nazaret cuando decía: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay”, dejándonos de tal manera el mensaje de que en verdad somos eternos por lo cual este paso por la vida es sólo una de las muchas etapas de nuestro crecimiento espiritual,  lo cual debería hacer aún menor el temor a la muerte, porque lo que desaparece de la faz de la tierra es nuestra parte física pero nuestra alma continúa su proceso de crecimiento espiritual y eso es más bien beneficioso.

En mi modo de ver la vida y las cosas, el transcurrir de los años es un proceso normal que no tiene por qué preocuparnos más de la cuenta, sino por el contrario, es un acicate para  disfrutar cada minuto de cada hora de cada día, bajo la premisa de  que nunca volverá a repetirse y por tanto debemos aprovecharlo al máximo.  Es que como nos sintamos en cada edad, más que con el número de años que transcurren,  tiene que ver con nuestro estado de ánimo,  porque cada edad tiene su parte bella y sus irrepetibles momentos de disfrute, plenitud, sueños  y felicidad.  Sin duda que, dada la incertidumbre de no saber que puede ser mañana de nosotros y nuestra vulnerabilidad frente a una naturaleza terriblemente implacable, tales realidades pueden influir  de forma definitiva, en quienes desoyendo los consejos de los filósofos griegos antiguos que nos enseñaron: “Si no tomas la incertidumbre como una aventura, terminará produciéndote miedo… y eso es lo peor que te puede pasar.“   terminarán temiendo al devenir del tiempo y el transcurso de los años y al ocupar su tiempo en  estas especulaciones, se perderán de disfrutar el día a día tan lleno de cosas bellas, que como antes comento, pudieran ser irrecuperables.

El transcurrir de los años, para quienes tratamos de prolongar nuestra juventud -especialmente cuidando que no muera nuestro niño interno- nos regala cosas maravillosas, y si se quiere mágicas, como el amor a nuestra pareja, el advenimiento de los hijos, los nietos, la acumulación de amigos –que son esa otra familia que escogemos voluntariamente, porque no deviene de consanguinidad alguna- y la esperanza de que mañana será mejor, porque diariamente hacemos lo único que nos es permitido para un mejor futuro: hacer las cosas bien hoy.

– ¿Quién podría decir con verdad que con el correr de los años e independiente de la edad, no es maravilloso enamorarse y disfrutar del amor de ese ser amado, su sexualidad,  su ternura, su lealtad, su solidaridad, su dedicación, atenciones  y sus cuidados?´

-¿Quién en su sano juicio no disfrutaría de las caricias de  un hijo o un nieto amorosos?

-¿Quién podría decir que no es hermoso cuando un amigo te abraza y te ratifica su amor, especialmente cuando te encuentras en dificultades?

-¿Quién desmentiría que la sonrisa de los niños, el trinar de los pájaros, el ruido de las olas del mar, el rumor del  agua en los arroyos, la forma y color de las flores, no son un espectáculo simplemente magnífico a nuestra vista, que nos embelesa, fortalece y hace amar  aún más la vida?

-¿Quién podría negar que cuando finalizamos nuestra formación académica con  éxito, independiente de cuál sea su nivel, es un momento de inmensa felicidad y orgullo?

Pues bien, ninguno de estos pocos ejemplos de los muchos que nos regala la vida, podríamos experimentarlos sino con el transcurso de los años. Es por lo cual cualquier persona en estado de agonía, daría cualquier cosa por un día, un  mes o un año más de vida, sin temor a que va a ser  más viejo. Por el contrario, los años que conllevan la vejez, conforme a tu estado de ánimo, serán una bendición o un fardo duro de llevar.  Al menos en mi caso,  no tengo duda que mi vida –no obstante haber estado muy cerca de la muerte varias veces-  ha sido realmente bella, interesante y exitosa. Dios ha permitido que realice mis sueños; quizás porque fueron sencillos, absolutamente realizables y de acuerdo a mi formación de pensamiento cristiano y  positivo.

Hoy, con casi ocho décadas de vida, físicamente no puedo hacer algunas cosas como lo hacía a los veinte, pero tengo tantos y bellos recuerdos de mi niñez, adolescencia y juventud,  que aún estoy prolongando, que ciertamente no tengo que quejarme del correr y aumento de  mis años. De alguna manera, puedo decir que han sido más los logros y satisfacciones, que los momentos duros que he encontrado y superado en el camino de mi vida. Tal vez por eso me siento bien al escribir estas reflexiones, con la esperanza de que alguno de aquellos que temen a la vejez o a la muerte, en vez de perder su tiempo en estas nimiedades, se dediquen a evaluar todo lo que realmente  han vivido y lo que tienen por vivir, con el convencimiento que son ellos y nadie más, quienes con su optimismo, fe en Dios, esperanza, trabajo, decisión  y diligencia, podrán hacer de cada uno de sus años un reto y agradable aventura, que mucho quienes ya están bajo tierra hubieran desearon experimentar. Así como que para mí el tiempo es una ficción de nuestra mente, que solo nosotros podemos poner a nuestro favor para disfrutarlo intensamente.

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“Y el verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros.”  Para quienes no somos fanáticos ni religiosos ni de nada, leemos las sagradas escrituras y extraemos de allí lo que consideramos positivo y bueno. Para mí, en la expresión transcrita se nos quiso decir que la palabra era muy fuerte; de allí que cuando decretamos  algo, nuestra mente lo oye, nuestro espíritu lo asimila y el universo conspira para ayudarnos a hacerlo realidad. Aunque debido a los tiempos que vivimos, especialmente en nuestra querida Venezuela, la aseveración “siempre se puede” pareciera una frase de uso común sin otro sentido que el político, debo comentarles que a través de la historia, de una u otra manera, este apotegma siempre ha estado vigente; no obstante que pocas son las personas que lo han practicado permanentemente; por cierto, quienes son las que han sobresalido y triunfado en toda actividad y ocasión.

De todo esto tengo conciencia, porque por mi origen humilde, sin que nadie me lo enseñara, desde muy niño y quizás por mi formación religiosa que me hacía heredero de Dios,  siempre pensé que sí era posible lograr lo que deseaba, en tanto y en cuanto hiciese todo lo necesario y posiblemente humano para lograrlo. Ciertamente, desde los nueve años, en las orillas de los ríos Meta y Orinoco, soñé con lo que sería cuando fuese adulto y no puedo quejarme, porque precisamente por estar siempre seguro de que sí era posible alcanzar lo que queremos, comunicárselo a mi mente y vincularlo a mi espíritu,  logré académica, familiar y económicamente concretar todas mis metas; aclarando que lo de concreción económica, sólo significa mi seguridad de que Dios me proveerá lo que necesite… todos los días. Sí que debo aclarar que al lado de sí se puede, debemos acompañarle disciplina, trabajo y diligencia,  porque como lo asegurara un conferencista joven japonés, “…la diligencia y disciplina unidas,  son más efectivas que la inteligencia…

Pues bien, yo siempre manejé a mi manera este mismo criterio y,  ciertamente, no tengo de que arrepentirme. Creo que Dios nos dotó a todos  los seres humanos de los elementos necesarios para poder actuar con diligencia y dinamismo, en todos los casos y ocasiones que fuere necesario. Considero asimismo, que la confianza en sí mismos y la convicción de que todo es superable, siempre logran darnos buenos resultados; por tanto, quien cree que no puede lograr algún evento o acción, sin ninguna duda que ese será su resultado. Como seres  humanos somos el milagro más grande del mundo; ningún otro animal sobre la tierra tiene nuestra racionalidad y/o capacidad de adaptación al medio ambiente para poder lograr superar  obstáculos, por difíciles que fueren, en tanto y en cuanto estemos seguros de que sí  podemos y así nos lo repitamos todas  las veces que fuere  necesario.

No debo dejar pasar la ocasión para comentar que para lograr el éxito, se requiere no dar entrada en nuestra vida al  peor enemigo del hombre: el temor que, como un filósofo griego hace miles de años lo asegurara, en cualquier ocasión es producto de la incertidumbre; vale decir, no saber a ciencia cierta que puede suceder en cualquier evento de nuestra vida; y la mejor forma de combatirlo es reconocer que el único remedio es  tomar la incertidumbre como un reto o una aventura, que nosotros podemos vivir o superar; porque el miedo distorsiona la realidad, y eso echaría por tierra cualquier proyecto, precisamente porque nos saca fuera de la realidad. Es que si nos convencemos, nos lo decimos y lo procesamos internamente, todo lo que nos proponemos podremos realización Somos hijos de Dios y no debemos olvidar que los hijos se parecen a sus padres, pero además son sus herederos; por tanto, tenemos un poco del poder de Dios y creo que es el suficiente que requerimos  para triunfar.

No podemos olvidar que existen dimensiones en nuestra vida que, aunque no son detectables a simple vista por nuestros sentidos conocidos, realmente sí existen. Especialmente son esas dimensiones en las cuales, por ejemplo,  entra  nuestro pensamiento Alfa veinticinco veces por segundo. Es en ese pequeño espacio de tiempo donde nuestra mente logra encontrarse con Dios y de allí han resultado las grandes inspiraciones, inventos y descubrimientos. Con el avance de la Física Cuántica, pronto… más pronto de lo que se cree, estas realidades dejarán de ser misteriosas. Pues bien, de todo lo expuesto y por experiencia propia, habiendo recorrido medio mundo y llegado a los setenta y siete años, puedo asegurar que somos nosotros y nadie más  quien decide qué y cómo vivimos  la vida, y como consecuencia, que somos o no capaces de lograr.

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DISFRUTAR DE LA VIDA

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¿Qué y cómo es nuestra vida? Muy sencillo, simplemente un maravilloso recorrer un camino, cual aunque se considera largo realmente es muy corto;   donde de un lado tiene espinos, barrancos y senderos peligrosos, pero en el otro hay flores, bellas mariposas, tiernos pajarillos, sabrosas frutas y diferentes alimentos para satisfacer nuestro apetito; con la milagrosa ventaja de que, en todos los casos,  esos espinos pueden ser útiles, inútiles o nosotros podemos convertirlos en lo que seamos capaces de imaginar y…  realizar, lo que pone en nuestras manos, la calidad de la vida que obtengamos.

Es que la vida nos fue dada y diseñada por El Creador, de tal forma que fuimos especialmente dotados de elementos como los sentidos y la inteligencia, para que fuésemos nosotros mismos y no nadie o nada  externo,  lo que diese calor, sabor y contenido a esta existencia; ya que esencialmente, fuimos diseñados con la intención de que, independiente de cualquier situación, irremediablemente  fuésemos…  felices. Por lo cual, si nos abstraemos de lo negativo y consideramos las muchas virtudes y facultades  que como humanos disponemos, sin duda alguna, desde que somos niños, pasando por la adultez, la vejez y hasta el día que regresamos a nuestro hogar original, todo lo que nos sucede podemos ponerlo a favor del disfrutar  de la mejor manera, nuestra vida.

 Ejemplarizando desde el punto de vista físico, el día tiene veinticuatro horas de las cuales, en promedio, ocho dormimos, ocho trabajamos y ocho dedicamos a diferentes actividades sociales, esparcimiento o descanso adicional. Pues bien, en un  mundo donde millones de personas no tienen empleo ni actividad conocida, tener en qué  y cómo ocupar esas horas trabajando es simplemente un privilegio,  y por tanto un evento para disfrutarlo. Las ocho horas que dormimos, no sólo nos permiten descansar, recuperar las fuerzas gastadas en el trabajo, soñar y disfrutar de la compañía de la persona amada sin interrupciones de ningún género, y por tanto también es otra forma de lograr nuestra plenitud. Las restantes ocho horas que dedicamos a la distracción, el entretenimiento, el deporte, la socialización y/o descansar un poco más, no cabe duda que son también un disfrute.

Respecto del trabajo, independientemente de que para ser más eficientes, deberíamos realizar la actividad que más nos apeteciere, no deberíamos olvidar la enseñanza de Don Luís de Unamuno cuando expresó; “Lo importante no es hacer lo que a uno le gusta, sino gustar de lo que uno hace.” Esto es que, si atesoramos esta sentencia, siempre el trabajo será un placer. Al menos en mi caso, desde los nueve años en Caicara del Orinoco,  ayudando a una amiga de mi mamá a hacer tabletas de coco; posteriormente como Contador, Empresario, Abogado, Conferencista Gratuito para Sociedades y ONG sin fines de Lucro, Escritor y Bloguero; pasando por unos años cuando joven en Caracas, limpiando pisos  fuera de mis horas de trabajo para costear mis estudios en la Universidad Católica Andrés Bello, siempre he sido muy feliz trabajando.

Con relación a las horas para  la diversión y entretenimiento, por mis condiciones económicas y familiares, en su oportunidad no pude dedicarme a los  deportes, pero sí me convertí en un “come-libros“;  en buenas horas de mi tiempo libre y algunas horas cuando debería estar durmiendo, las dedicaba a la lectura que me apasionaba, lo que además de su disfrute,  luego me ayudó mucho en mis actividades académicas, como escritor y bloguero; igualmente socialicé muchísimo tanto en mis estudios de primaria y secundaria, así como en las Universidades donde estudié mi carrera e  hice mis postgrados.

Con referencia a las supuestas ocho horas, que como mínimo deberíamos dedicar  a dormir, quizás por mi naturaleza temperamental hasta cierto punto impaciente, creo que después de que tengo quince años, jamás lo  he logrado. Pero, las horas que duermo, pocas o menos, siempre las he disfrutado increíblemente; especialmente desde  hace más de cuarenta y ocho años que duermo con mi compañera de viaje largo, mi amada Nancy. Creo que a favor de mi satisfactorio sueño, juega el hecho de que como nunca he hecho daño a nadie,  sino que por el contrario he hecho todo lo posible por ser útil a mis semejantes sean cercanos o desconocidos; así como la labor de voluntariado que he realizado por años como conferencista y asesor familiar y de parejas, todo esto me da  una gran tranquilidad espiritual, que a mi manera de ver la vida es fundamental para dormir plácida y profundamente, como yo lo experimento.

En general, pienso que en este camino de la vida, todo lo que nos sucede o experimentamos, nos abre una oportunidad para disfrutar; siempre y cuando entendamos que en todo hay una parte aleatoria, que nosotros no podemos ni manejar ni prever, pero sí acondicionarla a nuestro interés o al beneficio colectivo. Es por lo cual, cualquier tropiezo, traspiés o caída, cual en un momento pareciera ser negativa, con nuestra inteligencia, diligencia, confianza en Dios y en nosotros mismos, podemos convertirla en una enseñanza o experiencia positiva, para en adelante beneficiarnos de ese conocimiento. Siento asimismo, que la mayor bendición de un ser humano, independiente de la condición en que se encuentre, es esa vida que nosotros nos procuramos, ya que como alguien lo escribiera alguna vez: “Aun en la condición más lamentable, es la vida del hombre siempre amable.”

Finalmente, como quiera que no dudo que nuestra existencia no solamente es física, sino que estamos dotados de un alma y un espíritu que nos hace trascender más allá de este mundo físico, detectable por nuestros cinco sentidos conocidos; es por lo cual las cosas más relevantes para nuestra felicidad como el amor,  el respeto, la solidaridad, los valores, las virtudes y los sentimientos, no son ubicables físicamente, precisamente porque son espirituales. Es por lo cual, de nada sirve una hermosa y mullida cama si no hay sueño; tampoco sirve de mucho un buen café o cena en el hotel más lujoso del  mundo, si lo experimentamos solos; de la misma manera, ninguna riqueza o poder, por grandes que fueren, pueden darnos un minuto de vida o un gramo de felicidad; y como consecuencia de lo expuesto en este párrafo, aseguro que la vida nos es dada para disfrutarla, pero su volumen o calidad de disfrute, va a depender del color que nosotros sepamos darle a cada evento o circunstancia que nos acontezca.

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Mecedes Sosa

Creo que todos los seres humanos, aun en la situación más lamentable e  independiente de cual fuere su circunstancia, estamos obligados a dar GRACIAS A DIOS POR NUESTRA VIDA. Desventuradamente, alabar con una hermosa voz que llegue al alma y estremezca nuestros sentimientos, ciertamente no es fácil. Sin embargo,
Dios nos regala cada cuanto tiempo voces sublimes que enuncian con su voz y apropiada música, eso que nosotros quisiéramos expresar como ellos, pero que solo logramos en nuestros diálogos, que no tienen ni melodía ni música.

Esa hija de San Miguel de Tucumàn (Argentina), Haydee Mercedes Sosa, comúnmente conocida por su público como Mercedes Sosa”; por sus íntimos también como La Negra Sosa y Mecha;  pero que para el mundo es y será siempre La Mamá Grande, La Voz de América,  La Voz de la Tierra, aún hoy después de nueve años de ese infausto mes de octubre de 2009, su muerte, sigue sonando con el mismo ritmo, melodía y sentimiento que anidado en nuestra alma, perdurará por siempre.

Mercedes Sosa es inolvidable porque le cantó a la vida con una voz única. Es que sus melodías acompañaban una letra que uno sentía que ella experimentaba y vivía con su alma; su música despertó un sentimiento universal que sobrepasó  la música y la letra de sus canciones, volando sobre el mundo en alas de sus melodías; pero especialmente sobre el firmamento latinoamericano, en un momento  ensombrecido del Siglo XX, cuando la democracia pedía que además de las armas surgiera algo nuevo que,  en vez de balas llegara a la mente, corazón y sentimiento de nuestra gente, con tal fuerza que superara los sentimientos de odios políticos, sociales y de poder, avalados por los regímenes dictatoriales o personalistas, en pro de los derechos sociales y humanos, tan vapuleados para esos años.

Como era de esperarse, el status quo del momento, precisamente en su país, Argentina, no le iba a perdonar esa poderosa protesta de letra y melodía de sus canciones, por lo cual tuvo que huir y asilarse fuera del Pais; lo cual por cierto, la llevó a recorrer el mundo donde fue acogida en todas partes con amor y solidaridad por esa causa que era de todos, porque como siempre lo hemos asegurado  el respeto por los derechos humanos, la paz y la libertad, son patrimonio común de la humanidad y, en  esta tierra de Dios, siempre ha habido y habrá más gente buena que mala.

 Hoy, yo que he vivido parte de los Siglos XX y XXI, al recordar el noveno aniversario de la muerte de nuestra inolvidable “Mercedes Sosa”,  luego de haber estado activa como cantante desde 1950 hasta 2009, representando el Movimiento del Nuevo Cancionero y siendo una de las exponentes de la Nueva Canción Latinoamericana, representante de quien como lo dijera Facundo Cabral, “Cantante es el que puede y cantor el que debe.”; todos los días me recuerda su voz que tenemos mucho porque dar gracias a la vida,  que a  todos “…nos ha dado tanto.”; porque como ella lo divulgara con respecto a dar gracias a la vida, “el canto de ustedes es mi mismo canto.”

Debo finalizar expresando con la frente erguida y el corazón henchido, que todos quienes aún respiramos y especialmente en mi caso, tenemos que decir a cada momento: GRACIAS A LA VIDA, que nos permite respirar el aire que nos da vida;  mirar la belleza del amanecer, las puestas de sol y las estrellas en la noche;  oler el aroma de la paja mojada y el de las flores; sentir el rose de la mano del niño inocente y del anciano cansado de años, pero ávido de vida; disfrutar de los miles de sabores de esas muchas bendiciones que Dios puso como alimento sobre esta noble tierra; oír la risa de los niños, el ruido del viento, las olas del mar, el trinar de los pájaros;   decir y escuchar la palabra Amor. También doy gracias a la vida, porque tengo un libre albedrío que me  da la posibilidad de hacer lo que me gusta y un estado de ánimo con el cual puedo dar el color  que desee a mi vida. Asimismo debo dar gracias a la vida, por mi bella y amorosa esposa, mis queridos hijos, nietos y bisnietos, así como por mis muchos amigos que hacen mi vida màs placentera; por mis amados padres y algunos de mis hermanos que regresaron al regazo del Padre Celestial, luego de haber estado conmigo muchos años, y que en las noches estrelladas me hacen guiños con los luceros desde el Cielo.

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