Cuando Jesús, respondiendo en referencia a la importancia de la palabra de Dios decía que «El hombre no vive solamente de pan…», se refería a la necesidad de alimentar nuestro espíritu, cual únicamente se nutre de cosas trascendentes y por tanto intangible, o cuasi-intangibles.
Desde tiempos inmemoriales, el hombre ha asociado las notas musicales, que no son físicamente tangibles sino audibles, con lo más elevado de nuestro espíritu.
Así, los cánticos y entonaciones musicales encuentran en las diferentes religiones, su expresión espiritual de comunicación con Dios. Para todos es un bello recuerdo cuando niños, los tiernos cantos dominicales en las iglesias, independiente de cual fuere el credo.
De la misma manera, la identidad de los pueblos mediante sus himnos y folklore, definen parte importante de su identidad, que se anida en el alma… por siempre.
Los poetas no hubiesen podido con la sola letra de sus poemas líricos y sus odas, penetrar el corazón de los amantes, idealizar y sublimizar el amor, si no la hubiesen acompañado de las hermosas notas que hacen la poesía más poesía y el amor más…amor.
Nada es tan emotivo, guarda tantas historias, ni esconde más secretos como la música. La música rompe el tiempo, nos devuelve en la edad y hace vibrar el alma.
En una pieza musical, en una canción, podemos encerrar toda una historia de vida. En las notas musicales hiberna el recuerdo, que al despertar de su sueño, revive la magia y la fantasía.
La música se parece al amor. Es intangible al tacto, a la vista, al olfato, pero tiene sabor y… vida.
La música arrulla el alma y alimenta el espíritu. Nos devuelve por el camino del regreso, y curiosa, se para en un recodo del camino, a ver la mariquita que lentamente sube el tronco del árbol, permitiéndonos otra vez sentirnos como… niños.
La música sabe a idilio, pasión, ternura, arrebato y…locura.
La música es miel en el panal escondido de un tiempo que se fue, o esperanza de vida en el porvenir… aunque nuca llegue.
Vivir la música es vivir la vida. No apreciarla es sobrevivir. La música llena espacios que nada más puede satisfacer. La música nos devuelve al centro de nuestro propio sentimiento, aun en contra de nuestra propia voluntad.
Especialmente, la música se hace nuestra mejor compañera, cuando en noches de insomnio o de ensueño, nos acompaña con sus mil compases, marcando nuestra propia realidad con notas que se parecen… a nuestra propia alma.
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